Reflexiones de Frederik Rainer Siemens Dück, sobre la relación entre la fe evangélica y la política en el gran continente americano.
Deseo traer hoy a Zoé un artículo de mi buen amigo y hermano, Frederik Rainer Siemens Dück, profesor en la Facultad de Teología de la Universidad Evangélica de Paraguay (CEMTA) y doctorando de la misma materia en la Universidad de Amsterdam.
Sus reflexiones sobre la relación entre la fe evangélica y la política en el gran continente americano aportan una perspectiva que puede enriquecer lo que ocurre también en España y Europa. Su trabajo se titula:
Al movimiento protestante-evangélico le falta (hablando en términos generales que no hacen justicia a todos los matices) una ética política coherente.
Pienso que eso específicamente se nota en el movimiento Provida y su férreo rechazo de cualquier liberalización del aborto y la eutanasia como también del movimiento LGTBIQ.
Y, antes de que los lectores me apedreen, diré que yo rechazo firmemente el aborto y la eutanasia. Rechazo también las bases filosóficas del movimiento LGTBIQ.
No obstante, me atrevo a sugerir que el énfasis Provida contribuyó a una renuncia de valores bíblicos auténticos y de la propia causa en pro de la vida. He aquí mis razones:
Primero: La liberalización ética (como la legalización del aborto y la aceptación de relaciones homosexuales) contribuyó, a partir de los años 70 en los EEUU, a que los evangélicos conservadores se aliasen con el partido republicano (la moral-mayority o “mayoría-moral”) para así frenar políticamente la expansión de la izquierda liberal.
Poco a poco, el “ser cristiano” se fue equiparando con “ser republicano”. Y, por tanto, la Casa Blanca debía ser el objetivo principal para instituir nacionalmente esta “política de Dios”.
Con semejante religiosidad política (aunque bien intencionada) se volvió a caer en un antiguo error: la alianza Estado-Iglesia, que tuvo nefastas consecuencias y terminó pervirtiendo el Evangelio (tal como está ocurriendo actualmente).
Es más, por medio de las misiones protestantes-evangélicas-pentecostales en América Latina (y otras partes del mundo), este modelo se exportó a todo nuestro hemisferio.
Esto, explica en parte el surgimiento de “partidos evangélicos” en nuestra amada América Latina. Explica las muchas similitudes entre la elección de Trump y Bolsonaro, el rechazo del acuerdo de paz en Colombia por parte los evangélicos (ciertamente un acuerdo imperfecto, pero ¿acaso no es mejor una paz imperfecta que una guerra perfecta?) y la exhortación a votar por la vida y la familia en Paraguay, durante las elecciones del 2018 (es decir, Mario Abdo). Y así, muchos ejemplos más…
Segundo: Ya que los grupos Provida se tuvieron que aliar con un partido político para resistir los “valores del mundo”, irónicamente lo que ocurrió fue todo lo contrario, que “los valores del mundo” se infiltraron en las filas evangélicas.
Y, como los supuestos valores “patrióticos”, “nacionales” y “americanos” estaban representados por el partido republicano (con una fuerte inversión en las fuerzas militares, el mercado libre sin restricciones, el portar armas.
Y, en tiempos más recientes, el rechazo de la inmigración), éstos empezaron cada vez más a representar “valores cristianos” y se aliaron con la política evangélica y con su énfasis Provida.
Asimismo, tal situación condujo irónicamente a la renuncia de una ética Provida coherente. Es verdad que se buscaba proteger la vida antes del nacimiento, pero el énfasis en el libre mercado, por ejemplo, evitó que se estableciera un acceso universal a los servicios de salud en los EEUU.
Se trata, por poner un ejemplo, de una de las explicaciones de la creciente crisis de adicción a los opioides en los EEUU. Mediante la intención de satisfacer a los adictos, se les proporciona droga y se evitan así los tratamientos realmente necesarios.
Esto también impidió la aplicación de políticas redistributivas necesarias (personalmente estoy a favor del libre mercado, pero no en todos los aspectos pues prefiero el ordoliberalismo alemán) que podrían haber evitado conflictos sociales y la marginalización de innumerables personas.
Todos estos valores también favorecieron una retórica militarista que podría desembocar en una gran guerra (por ejemplo, en Medio Oriente, con Rusia o con el sureste asiático).
Y, por encima de todo, la alianza con la derecha y su nacionalismo no puede proveer una solución adecuada al problema de la inmigración, que supone una de las grandes catástrofes humanitarias del siglo XXI.
Tercero: Es inconcebible como un “cristianismo bíblico” con un énfasis Provida puede apoyar políticas que favorecen la posesión de armas, los conflictos bélicos, los sistemas de salud colapsados, una política penitenciaria denigrante, etc.
La única explicación a todo esto es que semejante fe bíblica y su énfasis Provida han pervertido el Evangelio, pues han absorbido narrativas nacionalistas.
Como evangélicos, temíamos tanto a la ideología de género, que ésta se metió en nuestras filas como caballo troyano del anticristo sin que nos diéramos cuenta.
¿A alguien le sorprende que, para proteger la economía, los dos presidentes más Provida, Trump y Bolsonaro, se negaran a aplicar políticas sanitarias coherentes que podrían haber reducido la pandemia del Covid-19?
Bueno, pues se quedaron sin las dos cosas: no tienen salud y sus economías sufrirán más que aquellas que aplicaron políticas adecuadas al inicio.
Y, lo más paradójico, a pesar de ser defensores Provida, cargan innumerables muertes sobre su conciencia. ¿O quizás los culpables seamos nosotros como iglesias evangélicas, ya que permitimos que estos “ungidos de Dios” robasen el Evangelio?
Cuarto: ¿Qué significa ser Provida entonces? Una ética Provida aliada al evangelio debería buscar la protección de toda la vida, desde la concepción hasta la muerte natural.
Esto significa que se estaría buscando proteger y mejorar la vida en TODAS sus etapas; que se procuraría aumentar los impuestos al tabaco y al alcohol, como también una reducción de la violencia en la sociedad y en sus fuerzas públicas.
Quinto: ¿Existe alguna alternativa? Durante las elecciones hay que elegir a una persona imperfecta pero que, sin embargo, sea lo más perfecta posible a la luz del Evangelio.
No existe un "candidato de Dios" pues todos somos imperfectos. No obstante, la iglesia tiene, además, una voz política profética:
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