No miréis sólo a los ojos de los pobres y, menos aún, creáis que son pobres por naturaleza. No. No hay pobres por naturaleza, lo son como consecuencia de la existencia de un orden social injusto que encumbra a los saqueadores de un mundo que ha caído en manos de ladrones. ¡Maldito orden social!
Sí, se trata de un orden social montado en estructuras injustas de pecado y de maldad que tiene los valores antagónicos a los que tenía Jesús: orden social que estima, valora y entroniza a los poderosos y acumuladores y va metiendo en el pozo de la desesperación a los empobrecidos del sistema que apoya este orden social, hunde en esos abismos a los desclasados y a los débiles usándolos como mano de obra barata o abandonándolos a su suerte como residuo o sobrante humano. ¡Maldito orden social establecido!
Todavía hay algunos desalmados que cuando contemplan a los pobres de la tierra los creen más vagos, menos inteligentes, peor dotados, clase inferior, otros lo ven como una fatalidad y otros,
más triste todavía, pues se lo he oído decir a algunos cristianos, creen que la pobreza fue, de alguna manera, instituida por Jesús cuando dijo aquella su frase:
“A los pobres siempre los tendréis con vosotros”. ¡Qué error el de algunos cristianos!
Jesús dijo esta frase ante el corazón de Judas que viendo que se derramó sobre los pies de Jesús una libra de perfume de nardo puro, el traidor que entregó luego a su Maestro usó el nombre de los pobres en vano y dijo hipócritamente:
“¿Por qué no fue ese perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres?”.
Jesús observaba y vio lo que había en el corazón de Judas el traidor: deseo de robo y un egoísmo a prueba de bomba. Así, la Biblia inspirada nos deja esta frase:
“Pero Judas dijo esto, no porque cuidara de los pobres, sino porque era ladrón”. Hoy, en muchos casos, se repite la historia en este maldito orden social establecido.
Así, ante corazones ladrones y robadores que iban a seguir existiendo en este mundo y que se siguen reflejando en el orden social injusto que estamos criticando, Jesús deja su triste frase:
“A los pobres siempre los tendréis con vosotros”. No, ante tanto ladrón y robador, no hay otra alternativa, ante tanta cizaña mala que hay en la tierra, ante tanto egoísmo y tantos deseos de robo muchos están condenados a la pobreza, el hambre y la miseria dentro de los parámetros de un orden social injusto.
De todas formas hay que poner atención, cristianos del mundo. No penséis que la pobreza en el mundo es solamente causada por un grupo de gente mala, ladrona e injusta que acumula, de forma desmedida, cantidades de bienes que pertenecen a todos los habitantes de la tierra. Es cierto que esos acumuladores necios son una de las causas de la pobreza, pero
todos tenemos nuestra responsabilidad.
En la injusticia estructural, en el sostenimiento de las estructuras injustas que aguantan y sostienen todo un orden social maldito,
todos tenemos nuestra parte de culpabilidad, aunque sólo sea por guardar silencio y omitir la ayuda mientras que, a pesar de asistir a los servicios religiosos, cerramos nuestras bocas y volvemos la espalda al grito de los pobres. Nuestro silencio grita ante el trono del Altísimo.
Si hacemos esto, si enmudecemos por cobardía, nos convertimos en colaboradores necesarios para que el tejido social continúe impregnado por la injusticia quedando impune, dejamos las estructuras sociales envenenadas sin que se pueda ver el antídoto de los valores del Reino que pueden transformar todos los parámetros injustos de ese orden social, de ese tejido social enfermo por la avaricia, el latrocinio, la acumulación desmedida, el desigual reparto y el abandono de los débiles de esta tierra.
Si Jesús vio el corazón de Judas convertido en el símbolo del corazón de tantos ladrones de hacienda y de dignidad de los débiles de este mundo, ¿qué vería hoy si mirara a los corazones de los avaros, ladrones y robadores de la tierra? Pero la pregunta va más allá:
¿Qué vería hoy Jesús si mirara en el fondo de nuestros corazones? ¿Volvería a repetir su triste y amarga frase
“a los pobres siempre los tendréis con vosotros”, como fruto de lo que el gran Maestro vea en nuestros corazones?
Estoy seguro que Jesús, al observar la insolidaridad, el desinterés hacia los gritos de los empobrecidos, al ver que muchos cristianos están de espaldas a este dolor, al observar las prioridades de muchos religiosos—damos gracias a Dios por el remanente fiel que pueda quedar— fundamentados en el ritual y en el gozarse insolidariamente en las reuniones dando la espalda a las voces que salen de los bajos fondos de miseria de la humanidad, Jesús no lanzaría solamente su condena a los que nosotros llamamos grandes iconos de la injusticia o del despojo de los débiles que acumulan tesoros en sus sacos que, finalmente, la polilla y el orín van a corromper, sino que miraría también a tantos y tantos que caminan por la vida, quizás alabando y cumpliendo con el ritual, pero que están cometiendo el pecado de omisión de la ayuda. Los cristianos tenemos que reflexionar dentro y fuera de los templos hechos de mano buscando lo que realmente sería una iglesia del Reino comprometida con estos valores que nos dejó Jesús.
Acordaos del juicio de las Naciones, cristianos de la tierra: “Lo que no hicisteis” os aparta de mí, malditos de mi Padre, como diría Jesús. Podemos estar así, a veces, colaborando con ese maldito orden social que empobrece y margina, coqueteando con el orden social enfermo que queda sordo ante el grito de tantos empobrecidos y excluidos por el sistema creado y alimentado por este orden social. Podemos estar manchando nuestras vidas y perpetuando nuestro pecado de omisión como una de las piedras que construyen esas estructuras injustas de pecado y de maldad, estructuras impregnadas de injusticia y cubiertas con las lágrimas de los pobres y oprimidos.
Así, los culpables de este maldito orden social no son solamente los poderes públicos, los acumuladores de riquezas, los políticos que injustamente gobiernan sus países, sino que nosotros también estamos aportando algo. Tenemos que denunciar, tenemos que gritar, tenemos que ayudar y comprometernos, tenemos que ser manos tendidas, pies diligentes y voces que se unen a las de los profetas y a las de Jesús mismo. Voces que minan y destruyen esos muros y estructuras que sostienen el maldito orden social establecido en el mundo.
Tomemos conciencia, cristianos del mundo. Despertemos, creyentes de la tierra. Es el primer paso para desprendernos y alejarnos de esa posibilidad de ser piedras vivas que apoyan los muros de injusticia y de maldad, los muros de un sistema social maldito regado por las lágrimas de tantos pobres y oprimidos de este sistema mundo.
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