Golpes, voces. Llaman a tu puerta

Sí. Alguien llama a tu puerta. No seas sordo a esta llamada. Los medios de comunicación, las comunicaciones aéreas, la información y los flujos migratorios, están haciendo que la llamada de los pobres lleguen cada día a nuestras puertas y golpee también en nuestras mesas interpelándonos continuamente.

Golpean en tu puerta. Todos lo sabemos. La llamada está ahí. Te llaman desde la periferia, desde los márgenes de la historia y de la economía. Todos podemos distinguir en la economía capitalista un centro y una periferia. Un centro pequeño y selecto con todo tipo de bienes y servicios y que, continuamente, genera riqueza, beneficios, progreso y lujo para unos pocos que disfrutan de una abundancia insolidaria, y toda una periferia enorme de más de las tres cuartas partes de la humanidad que vive en la escasez, en la miseria, en la pérdida de dignidad y en los grandes desequilibrios sociales. Pues bien, este conocimiento hace que la llamada de los pobres golpee nuestras puertas y nuestras conciencias. Nos llaman desde las periferias marginales.

Golpes en las puertas de las iglesias. Voces: “¿Dónde está tu hermano?”. El drama del subdesarrollo llama también a las puertas de nuestros templos. Y de la respuesta va a depender si las iglesias que hoy actúan en el mundo son o no iglesias del Reino. Escuchad. Están llamando en las puertas de las iglesias y, en muchos casos y gracias a Dios no en todos, sólo se percibe la no respuesta, el frío silencio insolidario.

Llaman, llaman. Son los golpes de las manos debilitadas de los pobres. Vuelven a llamar de forma repetitiva y que, en ocasiones, nos parece cansina. Son los pobres. Si queréis, más que los pobres los empobrecidos por el egoísmo humano de los acumuladores del mundo.

Golpean, llaman. ¿Quiénes son esos pobres? No son pobres por elección personal, ni lo son por la simple escasez de recursos de los países en vías de desarrollo. Lo son más porque se encuentran desestructurados y desarticulados por unas relaciones de dependencia injusta y que les coarta en su libertad de actuación económica.

¿No oís la llamada? Siguen llamando a nuestras puertas, a las puertas de los templos en el ámbito interconfesional. Por favor, no volváis la espalda a las llamadas continuas de los empobrecidos. Denunciad, prestad vuestra voz a estos colectivos sufrientes humanos. Hoy las desigualdades en el mundo no son sólo inaceptables, sino que son un escándalo. Los niveles de pobreza de tantos coetáneos nuestros es algo simplemente intolerable.

Escuchad también vosotras, empresas del mundo. También llaman a las puertas de las multinacionales. Llaman con insistencia y con urgencia. Dan su grito para ver si la voz de los cristianos les ayuda a deshacer estas injusticias. El expolio de gran parte de los recursos de los países en vías de desarrollo por las multinacionales extranjeras que, una vez acabado el expolio, se marchan sin haber creado ningún tipo de infraestructuras para el país, da lugar a que no se deba hablar de países pobres, sino de países empobrecidos. La llamada a las puertas de las multinacionales también suena con mucha fuerza como si se tratara de los truenos que vienen de lo alto.

Siguen golpeando. Escuchad mercados. Llaman también a los mercados internacionales. Llaman, llaman esperando justicia y solidaridad. No existe un mercado justo para los países pobres. Los precios de sus productos tienden a deteriorarse. Los productos que necesitan importar les cuestan muy caros. Tiene que estar continuamente endeudándose y aumentando su deuda externa que, debido a los intereses y las duras condiciones con las que se firmaron, se les imponen políticas de ajuste que puede significar la muerte de muchos niños y el lanzamiento de muchos adultos a la subalimentación. Su llamada es desesperanzada, desesperante para ellos. No encuentran eco solidario.

Suenan golpes. Se oyen cada vez con más fuerza. Llaman a las cuatro esquinas o rincones del mundo con gritos ahogados por el hambre o la infraalimentación, pero las relaciones económicas, las grandes decisiones que afectan a la economía del mundo, los intercambios comerciales y los movimientos de capitales, dependen de los resultados de las negociaciones que se concentran en el seno de unos cuantos países ricos. Allí no se escucha su voz. Un muro de insonoridad hace que no se escuche el grito de los pobres y que su llamada no encuentre ninguna respuesta.

Voces. Parece que ya se difuminan. Si llaman a voces, con gritos de sus gargantas secas, se dan cuenta de que no tienen voz, que su grito queda acallado por la fuerza de la insolidaridad e injusticia humana. Los pobres no tienen voz y son dependientes. Están excluidos de las decisiones más importantes que se toman en el mundo en torno a sus economías. Y en el mundo hoy falta también la voz de los sin voz. Nadie grita ni reivindica la frase bíblica: “¿Dónde está tu hermano?”.

Llaman. Se dirigen también a vosotros, cristianos. Los creyentes deberíamos tener todos un oído muy fino siguiendo el ejemplo de solidaridad de su Maestro. Para los cristianos, el drama del subdesarrollo debería crearnos claros y fuertes problemas éticos, una fuerte llamada a nuestras conciencias. La moral cristiana no debería resistir el ver a hermanos hundidos en la miseria haciéndose la sorda a la llamada de los pobres. La ética de Cristo debería estar impulsando respuestas con voces fuertes, gritos solidarios que salieran de las gargantas de los creyentes, de los que se llaman discípulos de Jesús.

Golpes. Voces. Los pobres llaman desesperadamente a nuestras puertas. Si nosotros no escuchamos ni respondemos, según la línea de los libros proféticos, Dios puede, en este contexto, volverse también sordo al clamor de los cristianos, a su ritual, a su culto. Leed a los profetas.

Silencio. Falta respuesta comprometida de todos los cristianos del mundo ante la llamada de los pobres. Romped ese silencio. Hablad, cristianos, responded. Dad vuestro no comprometido a la sociedad de consumo del pequeño mundo rico basado en el concepto de ganancia individualista, ganancia exclusivamente económica que sitúa a los ganadores como hombres de prestigio. Decid que no a la riqueza como prestigio. Eso ya es respuesta a la llamada de los pobres.

Golpes y más golpes. Voces y más voces. Los pobres llaman a nuestras puertas y a las de los templos de todas las confesiones religiosas. Quieren respuestas que podrían ser el compartir solidariamente hasta que nos duela. También decir que no a la sed de dominio que se fundamenta en el poder económico. Respuesta sería trabajar por la capacitación de los pobres, el decir no a la gran degradación ecológica en la que está cayendo el mundo. Habría que decir no a las desigualdades que se fundamentan en la acumulación desmedida de bienes que practican algunos. Hoy más que nunca, la escasez del pobre está en las mesas de los ricos. Ricos cada vez más ricos que dan lugar a su contrario: pobres cada vez más pobres.

Suenan, suenan más golpes y más voces. Escuchad. Responded a la llamada de los empobrecidos de la tierra, cristianos del mundo. Todos nosotros debemos dar respuesta, una respuesta que se debería unir a la llamada de los pobres para que su voz se pueda oír en el mundo. Debemos unirnos a ellos para que su voz de llamada, unida a la nuestra de respuesta, sea el revulsivo que necesita el mundo para un cambio de valores que trastoque, una vez más, las mesas de los cambistas, de los necios acumuladores.