Terrible expresión la de calificar a alguien como el no hombre. Realmente, ante Dios este concepto no existe. Lo usamos a efectos didácticos y para entendernos. ¿Qué tiene que ocurrir para dar este calificativo a un ser humano? ¿No será una exageración?
Hemos escrito casi dos años sobre los Derechos Humanos en una serie en la que se han tocado muchísimas perspectivas en torno a los Derechos Humanos. El
no hombre que vamos a comentar es, desde luego, un ser carente de estos derechos. Quizás se podría ser más específico y desgranar un poco más las características del
no hombre, del que no cuenta para nada, el que no es sujeto de su propia realización personal, el que nunca es protagonista en ningún momento, en ninguna ocasión. Un bulto que se mueve, que se arrastra por la nada angustiosa sin ser protagonista de eso, de nada.
El no hombre no tiene presente porque se mueve en el no ser de la exclusión, un sobrante humano. Muchas veces, en el trabajo no lo quieren ni para explotarlo. Su pasado es la miseria y el abandono, un pasado ya experimentado y, por tanto, cuando mira hacia delante, ve que tampoco tiene futuro. No hay un futuro en proyecto. Su pasado en retención y su presente sufriente, le indica que no hay futuro, que, si no va a ser igual que el pasado o que el presente, va a ser aún peor. Es la realidad sufriente del
no hombre, del sobrante humano.
No sólo que no tiene dinero ni ningún tipo de recursos y vive en la infraalimentación, sino que ve morir a sus hijos si los tiene. A veces por hambre, otras por enfermedades vencibles, otras por falta de agua potable.
El
no hombre no puede gritar. Cuando intenta hacerlo, se le hace un nudo en la garganta. Quisiera gritar por ayuda, por misericordia, pero una pantalla negra y dura le dice que es que él no cuenta para nada, ni siquiera para los que están organizados para las ayudas. El
no hombre, es el que no cuenta. No cuanta para nada. Su vida se mueve en el reino del no ser de la marginación, de la no vida.
Se da cuenta de que no tiene voz. Ya se ha cansado de intentar gritar. La voz del
no hombre es una voz sorda. Algunos, muchos de ellos cristianos, dicen que quieren ser la voz de los sin voz, pero esa voz tampoco llega. Falta la voz de denuncia profética a favor del
no hombre. Se necesitan profetas en el mundo hoy que eleven su voz como de trompeta, una voz de denuncia que sonara cual un trueno que conmoviera a toda la humanidad.
Algunos hablan de grupos humanos que ofrecen sus servicios sociales de ayuda, de alimentación, pero el
no hombre no puede encontrarlos, siguen demasiado arriba en donde el
no hombre no alcanza ni con su voz, ni con el movimiento de sus piernas que se niegan a transportarle allí donde pueda haber algún alma solidaria. Quizás en el mundo se mueva cierta solidaridad con ofertas que nunca llegan a los oídos del
no hombre, ya resignado y en un proceso de muerte lenta, muerte en medio del olvido de todos.
El
no hombre ya no sabe de dónde es, a qué tierra pertenece.
La tierra la ve como ajena, una tierra que se niega a que eche raíces en ella. A veces esa tierra le ayuda a alimentarse aunque con una escasez tremenda, terrible. El
no hombre ha sido despojado de su derecho a participar en los bienes del planeta tierra que le ha visto nacer. Muchos otros han puesto en sus ricas mesas sus pertenencias, el bocado que a él le pertenecía, el bocado de muchos que hace que sus mesas puedan ser de lujo, de una abundancia escandalosa ante ese hombre que no tiene voz ni puede reclamar su bocado justo.
El no hombre lo es también en el ámbito de la cultura y de la capacitación profesional. Estos ámbitos le muestran sus bocas que ríen a carcajadas ante el
no hombre y acaban escupiéndole en la cara. Lo dejan tirado en el no ser cultural en donde se mueven los
no hombres. No hay suficiente solidaridad en el mundo. Lo que pulula por todos los ambientes de la tierra es el egoísmo y el individualismo que da la espalda al sufrimiento del
no hombre. El
no hombre es no sólo un despojado, sino un perdido, un tirado al lado del camino sin que por allí pase ningún buen samaritano. Si por casualidad, pasa algún religioso, lleva demasiada prisa para asistir a su ritual, lo que le impide pararse y ser movido a misericordia.
Muchos cristianos no ven al
no hombre, porque miran hacia arriba, a la dimensión celeste para ver si pueden ver a algún ángel con el que relacionarse, algún ser puro. No miran a la tierra, menos aún a los focos de pobreza, a los excluidos de todo. Les dan la espalda a su grito sordo y siguen corriendo para protegerse intramuros del templo. Allí, al entrar, quizás una voz interior les interpelará diciéndoles que dónde está su hermano, pero no les gusta la interpelación y pasan de esas voces incómodas.
¿No hay en el mundo quien se pare movido a misericordia, quien se manche las manos, comparta y practique la projimidad? Yo creo que sí los hay, tiene que haberlos, siempre quedará un remanente fiel que pueda ser la fuente de la que emana el amor y la solidaridad cristiana. Jesús buscó a los perdidos, a los
no hombres, a los desclasados, a los injustamente tratados, a los despojados y oprimidos. El concepto
no hombre no existe para Jesús. Sólo se puede ver desde las categorías de la injusticia humana.
Una llamada a todos ellos para que griten por los que su voz queda ahogada en el anonimato del no hombre, para que sepan que el cristianismo no es sólo una doctrina, sino una doctrina que se hace vida y praxis en la ayuda a los demás. Así, en este caso, la llamada va dirigida a todos los cristianos del mundo. Organizaos y buscad el rostro del Señor. Quizás en él podáis ver el rostro de todos los
no hombres de nuestra historia con su grito ahogado buscando justicia.
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