La resurrección. Garantía de que nosotros también resucitaremos, de que tenemos un Dios vivo que venció la muerte. Los cristianos, a lo largo de toda la historia del cristianismo, nos hemos acostumbrado a considerar la resurrección como el acontecimiento que avala nuestra inmortalidad. Nos gozamos en ello.
Algunos cristianos han dicho que
la resurrección también es un acto de justicia, un acto que avala toda justicia tanto divina como humana. Así también lo creemos nosotros.
Hoy, nos quedamos con este segundo aspecto de resurrección como aval de justicia, aspecto que también podemos ver tanto desde las perspectivas bíblicas como desde los Derechos Humanos, ya que en esta serie sobre la que estamos escribiendo ya unos siete meses, estamos tratando el tema de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Pocas veces pensamos en la resurrección como aval de la justicia. Si todo acaba con la muerte, incluidos los casos de muertes injustas causados por la justicia impartida por corruptos, habría que estar clamando eternamente por justicia.
La resurrección es un acto de justicia que está gritando que no todo queda terminado con la muerte, que las muertes por actos injustos no igualan a todos con todos… Es necesaria la resurrección como un grito, un alarido, una voz de gigante que transmita al mundo que los malvados, los jueces injustos, los criminales no lo dejan todo zanjado con la muerte.
Por eso nos unimos, al recordar la resurrección de Jesús al grito del profeta Daniel: “Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para la vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua".
La suerte de los injustos, de los criminales, de los que matan y avergüenzan a los justos, los que mantienen crucificados a tantas criaturas por el hambre, la miseria, el abandono y el sufrimiento, los que creen que con sus asesinatos e injustos juicios termina todo, se equivocan. Jesús dejó abierto el camino de la resurrección para su vergüenza y confusión perpetua… Es la justicia divina que convierte a la resurrección como un acto de justicia.
El profeta Daniel no se queda solamente en esto, sino que sigue afirmando que los que enseñan la justicia a la multitud, resplandecerán como las estrellas a perpetua eternidad.
Así, la resurrección se ve asociada a la idea de justicia. Justicia también para los justos que enseñan y practican la justicia en el mundo. Así, pues, siguiendo los consejos bíblicos, trabajemos por la justicia humana en todos los ámbitos, la justicia social, la justicia redistributiva, la justicia que debe juzgar toda corrupción, asesinato, tortura, vejación o maltrato humano. Ser justos es una parte esencial de la vivencia de la espiritualidad cristiana.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos en su artículo 6 nos habla de que todos tenemos derecho a la justicia verdadera porque todos tenemos personalidad jurídica:
“Todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento de su personalidad jurídica”. Todo hombre debe ser tratado justamente.
La Biblia lo dice de una manera aún más clara y con más autoridad que los Derechos Humanos:
“Oíd entre vuestros hermanos, y juzgad justamente entre el hombre y su hermano, y el extranjero. No hagáis distinción de persona en el juicio; así al pequeño como al más grande oiréis; no tendréis temor de ninguno, porque el juicio es de Dios”. Dt. 1:16-17.
El juicio es de Dios, nos dice el texto. Jesús con su resurrección hace que no queden impunes los injustos que han de pasar por la justicia de Dios “
para vergüenza y confusión perpetua”.
Por tanto la resurrección de Jesús nos grita, nos dice con el megáfono de Dios: ¡No temáis, la justicia de Dios no tolera que los injustos vayan a la tumba con triunfo! ¡Los malos no prosperan para siempre!Es la esperanza de justicia para los injustamente ajusticiados, los injustamente mantenidos en la infravida de la marginación, los despojados injustamente por los malditos acumuladores de este mundo. Para ellos la resurrección anuncia justicia, la justicia del juez justo e insobornable.
Jesús avala la resurrección no sólo resucitando y venciendo a muerte para así hacer posible juzgar con justicia tanto al justo como al injusto. También avala la resurrección como balanza de justicia, como acto de justicia con estas palabras del Evangelio de Juan:
“los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” (Jn 5:29).
Recordad: Los injustamente ajusticiados, los torturados del mundo, los despojados y tirados al lado del camino viviendo en la infravida de la marginación social, las mujeres maltratadas, los niños abusados, los pobres y débiles del mundo, la mujer maltratada, la que es dejada en el proceso llamado de la “feminización de la pobreza”, los niños abortados, los niños que mueren de hambre o por falta de medicinas… los sufrientes del mundo por las injusticias de los malvados de la tierra, triunfan con la resurrección.
La resurrección es un triunfo de la justicia a favor de los que como Jesús fueron o son burlados, escarnecidos, despojados, abofeteados y, finalmente, asesinados por los que dicen
“hacer justicia”.
Por eso nosotros apoyamos la resurrección como balanza fiel de justicia para toda la historia de la humanidad. Señor, ayúdanos a usar esa balanza de justicia para que así, los que somos tus seguidores, estemos avalando tu resurrección.
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