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Protestante Digital

 
Derechos Humanos, los cristianos y los pobres (39)
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Fe versus pobreza

No hay auténtica vivencia de la espiritualidad si estamos ajenos a la promoción de la justicia y a la denuncia del grito de los pobres, los marginados y sufrientes del mundo.
DE PAR EN PAR AUTOR Juan Simarro Fernández 18 DE MARZO DE 2013 23:00 h

Está claro que los Derechos Humanos están en contra de la pobreza. De una manera mucho más clara, más tajante y más comprometida está la propia Biblia.

Ya sabéis que estuve escribiendo tres años sobre los Evangelios en su relación con estas líneas escandalosas de la pobreza en el mundo. Ahora me estoy apoyando mucho en los Derechos Humanos porque es el tema que he elegido para esta serie. No obstante, la Biblia la tengo siempre a la base, como materia primera sobre la cual todo se debe edificar. Es mi fe la que me lleva a reflexionar sobre la pobreza en el mundo.

Los Derechos Humanos atacan así a la pobreza en el mundo en su artículo 22: “Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho… a la satisfacción de sus derechos económicos, sociales y culturales y al libre desarrollo de su personalidad”. Y es que la pobreza no es sólo económica, sino que afecta a otros órdenes esenciales de la vida. La pobreza afecta a lo social, a lo cultural, a la dignidad de las personas y a la desestructuración de su personalidad.

¿Dónde nos situamos los creyentes, los cristianos, ante esto?¿Nos interpela nuestra fe? Para los creyentes, desde la propia Biblia, desde la vivencia de la espiritualidad cristiana, las urgencias son aún mayores que la que se destila de la lucha, defensa y aplicación en el mundo de los Derechos Humanos. La vivencia de la fe y el pasar de largo ante la pobreza son imposibles. Sería el pecado de omisión.

Hay que replantearse la vivencia de nuestra fe anta la pobreza en el mundo. Yo estoy seguro que los creyentes, en cierta manera, no tienen olvidados a los pobres. Yo he dicho algunas veces que, en los hogares que he visitado, al bendecir los alimentos en las diferentes comidas, muchos se acuerdan de los que no tienen, de los pobres, de los necesitados. No obstante, los veo lejos de plantearse la pobreza como se la plantea la Biblia: La pobreza como fruto de la injusticia, de la opresión, del robo, del despojo. La Biblia critica y condena que la escasez de los pobres esté en las lujosas mesas de los ricos. Eso es injusto. Un pecado contra el mismo Dios. A estas reflexiones nos debe llevar nuestra fe.

No sólo que es injusto y pecaminoso, sino que nos debe interpelar, nos debe afectar y debe preocuparnos desde la dimensión de la vivencia de la fe hasta lanzarnos a la acción liberadora, misericordiosa y de búsqueda de la justicia. Además, no sólo se nos demanda esa búsqueda de la justicia, sino que la hagamos nosotros: “Haced justicia”, es la frase bíblica de la que los profetas tenían que ser voceros.

Ante las fuertes demandas bíblicas y, también, ante las urgencias que nos plantean los Derechos Humanos, no podemos decir que, tanto la riqueza como la pobreza, es algo natural que se da y que siempre se ha dado en el mundo, porque tanto los requerimientos, mandatos y condenas del Antiguo Testamento, como los valores del Reino que encontramos en el nuevo, son no sólo de condena total a la pobreza en el mundo, sino de llamada a que seamos hacedores de justicia que, en el fondo es ser hacedores de la Palabra.

La pobreza no es como decir que hay hombres rubios o morenos, no es una cualidad del hombre en el orden ontológico, sino que la pobreza es el fruto del egoísmo humano, del robo y del abuso de los fuertes contra los débiles. Es fruto de la injusticia y de la opresión.

Si hay hombres que ya nacen pobres es porque han sido despojados de los que les pertenece, de la participación en igualdad de los bienes de la tierra, bienes a los que tienen derecho todos los hombres por el hecho de serlo. Han sido injustamente despojados y, a veces, de generación en generación.

Ser pasivo ante el escándalo de la pobreza en el mundo es un pecado, el pecado de omisión que, a su vez, nos hace cómplices.

No miréis nunca la pobreza como algo natural. Eso es un pensamiento anticristiano. La fe no nos permite esa actitud. No os limitéis solamente a acordaros de ellos ante vuestras comidas… pasad a la acción, a la denuncia, a la búsqueda de la justicia.

La visión de la pobreza como algo que Dios lo ha dispuesto así y lo permite, como algo natural, es algo que ha hecho mucho daño a la fe cristiana, a la vivencia del Evangelio, a la iglesia, al testimonio cristiano. Echemos fuera estos demonios y entremos en la vivencia del cristianismo con seriedad y compromiso.

También otro de los artículos, el artículo 23 de la Declaración Universal, se preocupa de la pobreza y de la indignidad en que muchos viven. Se da cuenta de que muchos no tienen acceso a una remuneración y de que, también, muchos que la tienen no es equitativa, no es justa. Son los oprimidos del mundo que trabajando y luchando en muchos casos casi como esclavos, no tienen acceso a remuneración justa y se les deja en la pobreza.

Así, dice este artículo: “Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de protección social”. La pobreza no debe existir. Si es necesario hay que usar de los recursos sociales, de la protección social, aunque hay que decir que es más importante la aplicación de la justicia que el usar los medios de protección social que, realmente, en algunos casos hay que aplicarlos.

Una cosa que ayudaría a los cristianos es hacer un esfuerzo por entender las causas de la pobreza, nunca verla como algo natural. Nos podemos sorprender al ver las causas de la pobreza en el mundo. Y, al comprender las causas, nos daremos cuenta también de las consecuencias del escándalo de la pobreza en el mundo.

Estas causas de la pobreza y sus consecuencias, os invito a que las veáis desde vuestra involucración en una comunidad cristiana, una comunidad en que todos nos llamamos hijos del mismo Padre, criaturas del mismo Dios, verlas desde la expresión “Padre Nuestro”, padre de todos, desde la pregunta que Dios hizo a Caín: “¿Dónde está tu hermano?”.

A veces, cayendo en el pecado de omisión, pensamos que la pobreza en el mundo, que la injusticia, no es responsabilidad nuestra. Nos equivocamos con nuestra pasividad, con nuestra omisión de la ayuda. Todos somos responsables y, con nuestra omisión de la ayuda, llegamos a ser cómplices del despojo de tantos hombres, mujeres, niños y niñas. Cuando reina la injusticia a unos niveles tan grandes como se reflejan en la escandalosa pobreza del mundo, es que los cristianos no estamos trabajando suficiente para hacer presentes en nuestra historia los valores liberadores y dignificadores del Reino.

Sólo la encarnación en los creyentes de los valores del Reino y la lucha por la justicia que, en el ámbito de lo humano, también la podemos emprender desde la defensa de los Derechos Humanos, harán que las estructuras injustas empobrecedoras sustentadas por los humanos adoradores de Mamón, puedan saltar hechas pedazos. La fe mueve montañas.

No hay auténtica vivencia de la espiritualidad si estamos ajenos a la promoción de la justicia y a la denuncia del grito de los pobres, los marginados y sufrientes del mundo. Es como querer adorar y alabar de espalda al grito por justicia de nuestros hermanos.

¡Cómo podremos, desde perspectivas insolidarias y de espaldas al dolor de los hombres, orar la oración modelo de Jesús que comienza con la expresión fundante de todo: “Padre nuestro”! Señor, danos una fe viva que nos impida toda pasividad.
 

 


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COMENTARIOS

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EZEQUIEL JOB
26/03/2013
20:14 h
12
 
2Cr 16:9 Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él. (a) Ecl 2:26 Porque al hombre que le agrada, Dios le da sabiduría, ciencia y gozo; mas al pecador da el trabajo de recoger y amontonar, para darlo al que agrada a Dios. También esto es vanidad y aflicción de espíritu. LO QUE TENEMOS QUE HACER ES QUE CADA HOMBRE O MUJER TENGA FE EN EL SEÑOR JESUCRISTO, Y TAMBIEN TENGA UNA VIDA HONESTA Y LIMPIA DE ACUERDO A LA BIBLIA, Y DIOS HARÁ EL RESTO, COMO LO HA HECHO EN TODAS LAS NACIONES QUE HAN CREIDO EN ÉL. DIOS NO NECESITA CANTIDAD SINO CALIDAD. N0 NOS OLVIDEMOS QUE POR UN SOLO HOMBRE FIEL (JOSÉ), DIOS HA B
 
Respondiendo a EZEQUIEL JOB

Pep Porta
24/03/2013
23:25 h
11
 
'auxiliar al prójimo y al desposeído' tiene todo el sentido, el mismo que no encuentro en dar una limosna al que tiene dos brazos para trabajar, acceso a la tierra mediante el arrendamiento justo y recíprocamente enriquecedor, y que mediante el sudor de su frente puede salir adelante él y su familia. Explíquemenlo, por favor.
 
Respondiendo a Pep Porta

Rosa Jordán de Franco
23/03/2013
22:41 h
10
 
Mi respuesta es el c.#8, Pep. La respuesta a tu pregunta y/o el accionar de acuerdo a tu sugerencia, va mucho más allá de mis posibilidades y de las de la Iglesia, aunque tiene sentido y sería una solución, caso de que los propietarios estuviesen de acuerdo, tuvieran los medios para explotar sus tierras y, además, tuvieran la fe de Cristo y/o el compromiso de velar por los pobres, no solamente para su provecho, porque por eso es necesario concientizar a la Iglesia, la que debe (en conjunto o individualmente) auxiliar al prójimo y al desposeído, (desposeído porque por habérsele quitado todo, de una manera u otra, antes o ahora, está necesitado). 'Muéstrame tu fe por tus obras', ya que la fe s
 
Respondiendo a Rosa Jordán de Franco

Pep Porta
23/03/2013
19:53 h
9
 
Le repito la pregunta: si hay tierras de cultivo, pobreza y manos ociosas, ¿por qué no se ponen a la obra propietarios, técnicos y trabajadores para empezar a producir?
 
Respondiendo a Pep Porta

Rosa Jordán de Franco
22/03/2013
18:25 h
8
 
Pep Porta, creo que todos sabemos que el Estado y su 'casta política', como tu dices, que traducido es 'corrupción', es la mayor causa de la pobreza en el mundo, y es fácil pensar en soluciones, en lo que otros puedan aportar, pero se trata de que la Iglesia, individualmente, responda con misericordia y amor al prójimo, para ayudar en lo poco o mucho que nos sea posible. Eso queda en la conciencia de cada quien. Fuimos creados para buenas obras, y haremos conforme a nuestra fe. 'En lo poco fuiste fiel, en lo mucho te pondré', dijo el Señor. Saludos
 
Respondiendo a Rosa Jordán de Franco

Rafa Brito
21/03/2013
16:02 h
7
 
Echo de menos las aportaciones de Carlos Sánchez que siempre opinaba en esta columna. Espero que no le haya pasado nada y que el Señor le cuide.
 
Respondiendo a Rafa Brito

Pep Porta
21/03/2013
16:02 h
6
 
Rosa, si hay tierras de cultivo, pobreza y manos ociosas, ¿por qué no se ponen a la obra propietarios, técnicos y trabajadores para producir?
 
Respondiendo a Pep Porta

Pep Porta
20/03/2013
19:51 h
5
 
Más deberes y menos casta política. Sólo así habrá mas justicia y menos pobreza.
 
Respondiendo a Pep Porta

EZEQUIEL JOB
20/03/2013
19:51 h
4
 
Dios promete cambiar la vida de los pobres si creemos en el Señor Jesucristo (Sal 113:7), he aprendido que la pobreza está en la mente, yo fuí uno de ellos, y la palabra me enseñó algunos principios básicos: 1. Apartarse de la Obras de la Carne (Gal 5:19-21). Al hacer esto estamos buscando el Reino de Dios y su justicia y tendremos para beber, comer, vestirse (Mat 6:31-33). 2. Confesar todos nuestros pecados siempre en el nombre del SEÑOR JESUS, y no volverlos a hacer (1 Juan 1:9) (3 Juan 1:2) (Prov 28:13) 3. Leer y practicar su Palabra todos los dias (Josue 1:8) (stg 1:25) 4. Practicar la misericordia con el prójimo, empezando por casa (1 Tim 5:4). 5. Dar al Pobre, porque el que dá a
 
Respondiendo a EZEQUIEL JOB

Rosa Jordán de Franco
20/03/2013
19:51 h
3
 
Este fin de semana recorrí algunas aldeas tan pobres (¡paupérrimas!) de mi pueblo, que juraría no existe otro lugar más miserable sobre la tierra. Los niñit@s, con caritas alegres a pesar del hambre y las manos vacías de juguetes y de todo, a las orillas del camino, cerca de sus ranchos de una sola pieza, sobre terreno que no les pertenece, invitan a llevar las manos llenas para repartirles... cualquier cosa, pero mejor si pan. No hay trabajo, no hay comida ni lugar donde sembrar, dicen, pues la tierra tiene dueños, dueños que se quejan de la pereza del pobre, al que le falta fuerza porque le falta pan y le sobra desesperanza. No necesitamos 'Una iglesia pobre para los pobres', sino una igl
 
Respondiendo a Rosa Jordán de Franco

Cracia
19/03/2013
18:49 h
2
 
Me deja reflexionando profundamente.
 
Respondiendo a Cracia

Febe Altar
19/03/2013
18:49 h
1
 
Es verdad que el gran escándalo de la pobreza en el mundo, fundamentalmente ante nuestro silencio como cristianos, debería hacer que nos replanteáramos nuestra fe. La espiritualidad cristiana, ajena a la justicia y sorda ante el grito de los pobres, es simple misticismo vano.
 



 
 
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