Uno de los iconos de la Navidad es el hecho de que Jesús, en su nacimiento, no tuvo vivienda donde nacer, no hubo lugar para él en el mesón. María tuvo que dar a luz en un pesebre, en una cuadra infecta: “No hubo lugar para ellos en el mesón”. Hoy, ante tanto “sin techo”, esta frase suena como una escandalosa trompeta navideña.
Los que trabajamos con desheredados, con los
“sin techo”, los que hemos visto las consecuencias del
“sinhogarismo”, hemos conocido también preñeces que se han desarrollado viviendo en la calle, durmiendo entre ruinas infectas, en
“chopanos” llenos de suciedad. Hemos hablado con mujeres que han cogido enfermedades en sus órganos sexuales estando embarazadas por el contexto de suciedad e impureza en que han estado viviendo y durmiendo con sus compañeros. Hemos enviado a hospitales, ayudado a la compra de las medicinas… Hoy hay mujeres que engendran en
“pesebres infectos”, en cuadras impuras llenas de suciedad.
Para ellas nuestro recuerdo navideño y nuestros deseos y disposición de ayuda. Estamos seguros que Jesús, el que nació en una cuadra siendo el Hijo de Dios, las va a entender.
En el artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, sensibilizándose ante esta escandalosa trompeta navideña, se habla de uno de los Derechos Humanos fundamentales: el derecho a la vivienda.
“Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia… la vivienda”. Hoy, en una España en que en los últimos meses hemos tenido una problemática tan grande de desahucios, suena de manera especial esa escandalosa trompeta navideña junto a la formulación de este derecho humano tan fundamental.
Esta Navidad queremos identificarnos con todos aquellos
“sin techo” que no tienen lugar en el mesón de la vida. Tema navideño, icono de toda Navidad que queremos usar para acordarnos de tantos y tantos a los que la sociedad hoy les dice lo que le dijeron a nuestro Maestro Jesús en el momento de nacer:
“No hay lugar para ti en el mesón”. Triste sonido navideño.
Yo he contemplado, en mis paseos por Madrid, tiempos difíciles para los “sin techo”. Como lo he visto y presenciado, quiero hacer hoy, pensando en la Navidad, un artículo menos conceptual y más experiencial. He visto pasar los días a personas sin techo… demasiados. Uno de ellos se hizo con cartones y maderas una pequeña
“choza” en un solar porque se había derribado un bloque de casas.
Los vecinos no veían con buena cara esa
“construcción” que daba albergue a un sin hogar. Unos días más tarde, esos mismos vecinos, en un momento de ausencia de este pobre marginado, prendieron fuego a sus tablas y cartones. Todo ardió, incluso con cierto peligro de que afectara a las casas de los integrados, que se asustaron mucho hasta que vieron apagado el incendio.
La presencia de los “sin techo” nos incomoda, nos hace reaccionar hasta el punto de querer recuperar nuestra reputación con fuego. Nos interpela, no nos gusta…
En un portal que tenía un entrante hacia adentro, en una vivienda nueva aún sin entregar, un
“sin techo” quiso hacer allí su morada. Puso un colchón, buscó algunas mantas para aguantar el frío invierno. Tenía allí sus bolsas, encontró una mesita de noche que también la acomodó allí… No duró mucho.
En un momento de ausencia de este pobre
“sinhogareño”, le recogieron todas las cosas, las pusieron en medio de la acera y se las llevó el camión de la basura…
la lucha de los sin techo, la agonía de los sin casa, los que no tienen lugar para ellos en el mesón de la vida, mientras otros, como dice la Biblia, “ocupan casa a casa y heredad a heredad hasta ocuparlo todo”. La pregunta de la Biblia es clara: “¿Habitaréis vosotros solos en medio de la tierra?”, les dice Dios a los acumuladores.
Los Derechos Humanos siguen sonando buscando el eco necesario para eliminar estos problemas sociales de injusticia e insolidaridad humana:
“Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia… la vivienda”.
Cuando las situaciones de marginación y pobreza de las personas son muy grandes y no hay respuesta por parte de la justicia social, la Biblia intenta poner remedio: Te mando que “a los pobres errantes metas en tu casa”. ¿Es eso hacer Navidad? ¿Suena muy duro estas otra trompeta navideña?
¡Qué difícil nos lo pone la Biblia a los cristianos cómodos que somos hoy!... pero sería, realmente, hacer Navidad. Lo ideal sería la búsqueda de justicia y el conseguir que hoy la Navidad consistiera en que no hubiera nadie sin lugar en el mesón para él, que nadie tuviera que dormir entre cartones, engendrar en cuadras infectas, enfermar por causas vencibles… es mi deseo navideño y emplazo a todos los cristianos a hacer Navidad, desde hoy y durante toda nuestra vida.
Hacer Navidad hoy sería defender las leyes humanitarias que nos presentas la Biblia por ejemplo en el libro del éxodo 22:20-26 en donde se nos demanda defender al pobre, a la viuda, al extranjero, al huérfano… esto, de alguna manera, está a la base de toda la Biblia en su conjunto, es su
“caballo de batalla”, su
leitmotiv, una de sus razones de ser.
Hagamos Navidad en estos días en los que celebramos el nacimiento de Jesús en un pesebre, en una cuadra infecta. La única forma de hacer una auténtica Navidad sería evitando las injusticias, las desigualdades, las acumulaciones injustas… lucha que hemos de hacer en el nombre del que nació en un lugar infecto para identificarse con los pobres de la tierra. Eso es hacer Navidad. Despojarse, anonadarse para así poder ser una mano tendida de ayuda a tantos que verán repetida en ellos la situación de Jesús en su nacimiento, sin lugar para ellos en el mesón.
Navidad es dejar todo por solidaridad humana, por projimidad… por amor. Albergar a los pobres en nuestras casas es un mandamiento bíblico no cumplido o difícil de cumplir en nuestros días. No bastaría, en un concepto de auténtica Navidad, con albergar a un pobre en las fiestas navideñas, sino en hacerle justicia y procurar que el Derecho Humano de derecho a la vivienda se cumpliera con todos y cada uno. Eso sería hacer Navidad en justicia y solidaridad.
Nos acordamos de ti, Señor, en esta Navidad, en tu desprendimiento e identificación con los pobres y débiles del mundo. No sólo naciste sin hogar en una extraña cuadra, sino que a lo largo de tu vida pudiste decir que el Hijo del Hombre no tuvo
“donde reclinar su cabeza”. Te desprendiste de todo por amor a los hombres, por identificación con el sufrimiento de los pobres y sufrientes de la tierra.
Y ahora, a nosotros, Señor, ayúdanos a hacer Navidad. Navidad en paz y en justicia. Nunca habrá paz sin justicia, ni justicia que no produzca paz. Por eso, al cantar en estas Navidades
“Noche de paz”, queremos acordarnos de la justicia que debe reinar en el mundo, también para los pobres de la tierra a los que se les debe dar un lugar digno en el mesón de los humanos. Sólo así podremos decir: ¡Feliz Navidad! ¡Que suenen trompetas navideñas de justicia y de paz!
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