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Protestante Digital

 
Derechos humanos, los cristianos y los pobres (8)
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Diferentes, pero sin distinciones

Es el “Padre nuestro” que nos hace a todos iguales en derechos y libertades… Sin embargo, a veces, corremos el riesgo de establecer diferencias incluso en el seno de la iglesia.
DE PAR EN PAR AUTOR Juan Simarro Fernández 22 DE OCTUBRE DE 2012 22:00 h

Nuestras ciudades, mosaicos de culturas y de razas, de idiomas y de costumbres. Un mundo de pocos ricos y muchos pobres. ¿Respetamos la diferencia? ¿Somos solidarios o discriminamos haciendo distinciones? Los Derechos Humanos insisten: “sin distinción alguna”. Para la Biblia no hay esclavo ni libre, rico ni pobre, sólo existe la raza humana… No hay distinciones. Somos uno en Cristo. ¿Es esto hoy una realidad en nuestras iglesias y en nuestras sociedades?

Cuando pensamos en la situación del mundo y observamos el racismo, la xenofobia, las problemáticas de las migraciones internacionales, los abusos, los sufrimientos, la nueva esclavitud que en muchos países se da lugar hoy, en el siglo XXI, no es difícil darse cuenta que necesitamos hablar, denunciar, evangelizar las culturas, sacar a primera línea los valores del Reino que encontramos en la Biblia.

En nuestras sociedades, en las grandes ciudades de lo que podría llamarse el Norte rico, todas esas problemáticas se dan igualmente. Nuestras sociedades son mosaicos de culturas, de razas, de grupos humanos en pobreza en medio del despilfarro, de prepotencias de algunos y de humillaciones de otros. Incluso dentro de nuestras iglesias se pueden ver estos grupos y estas situaciones humanas. Se pueden dar entre los que deberíamos estar practicando la projimidad a las que nos llama Jesús.

Muchas de estas situaciones se dan en torno a las personas que se acogen a los flujos migratorios para poder comer, cambiar de vida, buscar unas mejores alternativas para sus hijos, se dan en la pobreza urbana, en el que se podría llamar el Cuarto Mundo Urbano, se reflejan en todos nuestros ámbitos sociales.

El artículo 2 de a Declaración Universal de los Derechos Humanos nos habla de los derechos y libertades de todos, pero da como un mazazo a nuestras conciencias en el momento actual cuando dice “sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición”.

¿Podemos mirar a los ojos de nuestros inmigrantes, a los ojos de esos nuevos ciudadanos que se acercan a nosotros buscando mejores opciones de vida, a los que están dentro de nuestras puertas con diferentes colores de piel, diferentes lenguas, diferentes religiones y posiciones socioeconómicas, y decirles en alta voz y con un mínimo de reconocimiento de nuestra dignidad y la suya que este artículo 2 de esta Declaración funciona en el mundo hoy, en nuestra España? Deberíamos ver en los diferentes aspectos de nuestros hermanos el multiforme rostro de Dios.

¿Podemos decir los cristianos que funciona dentro de nuestras iglesias, dentro de la casa de Dios en donde nadie se debería sentir extranjero ni diferente porque todos somos uno en Dios? ¿De qué o de quién depende el que este artículo tan importante en el mundo hoy llegue a funcionar? ¿Depende, también, en gran parte de los cristianos, de la iglesia cristiana? Miremos nuestros entornos religiosos y analicemos nuestros comportamientos, cómo es nuestra acogida y si realmente nos gozamos y experimentamos la alegría del encuentro con nuestros hermanos respetando sus diferencias.

La Biblia puede abrazar y asumir con sus valores todo lo expresado en este artículo 2 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Lo va a decir con otras palabras, con formas más excelsas y trascendentes, pero arraigadas igualmente en nuestra realidad histórica, socioeconómica y cultural. La Biblia rechaza todo tipo de racismo, de discriminación por el color o la lengua, por la procedencia. Uno de los colectivos protegidos de una forma especial por el texto bíblico tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento es el colectivo de los extranjeros a los que hay que cuidar, dar acogida, respetar sus diferencias.

Dice en palabras del Apóstol Pablo a los Corintios: “Para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él”. Es el “Padre nuestro” que nos hace a todos iguales en derechos y libertades… Sin embargo, a veces, corremos el riesgo de establecer diferencias incluso en el seno de la iglesia.

Hemos de recordar siempre que en la casa de Dios nadie debería ser considerado como extranjero, ni inmigrante, sino nuevos miembros, hermanos iguales los unos a los otros. Los cristianos deberíamos ser los primeros que nos oponemos al racismo, la xenofobia, las prepotencias culturales que desprecian a personas pertenecientes a otras culturas. Debemos ser culturas abiertas y dispuestas a enriquecernos en contacto con las demás practicando una auténtica interculturalidad.

Escuchad lo que dice la Palabra de Dios: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”. Este “ser uno” nos hermana, nos iguala y nos debe lanzar a todos los cristianos, sin distinción de confesión cristiana, denominación u otra circunstancia, a la acción, a la denuncia, a la dignificación de las personas, a la lucha por la igualdad de derechos y libertades.

Los cristianos deberíamos ser el fermento que impide todo racismo, toda oposición discriminatoria contra los extranjeros que están dentro de nuestras puertas, deberíamos ser oposición, incluso política, de aquellas fuerzas que rechazan al extranjero simplemente por serlo, identificando en muchos casos inmigración con delincuencia o con problemáticas sociales.No hemos aprendido la lección de Jesús de amar al prójimo. El ejemplo de buen prójimo, en la parábola del Buen Samaritano, lo pone Jesús en la figura de un extranjero despreciado por los judíos.

No viene mal a los cristianos el hacer un ejercicio de puesta en común del texto bíblico con el de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Aunque los cristianos salvemos las diferencias entre las escrituras que son para nosotros Palabra de Dios y aquellos escritos que puedan llamarse seculares, este ejercicio de puesta en común va a redundar en un mayor enraizamiento de la Palabra de Dios en nuestra historia, en nuestra realidad social.

Eso nos puede ayudar a evangelizar la cultura y hacernos responsables ante la Pregunta de Dios al hombre que nos la hace a través de la pregunta que Dios hace a Caín en el momento del asesinato del hermano: “¿Dónde está tu hermano?”.Y la respuesta nunca debe ser racista, ni xenófoba, ni despectiva, ni marginadora, ni prepotente. Tampoco debe ser la de Caín: “No sé. ¿Soy yo, acaso, el guardián de mi hermano?”. Esta es la respuesta de la muerte, del que es capaz de asesinar, de despreciar, de expulsar de no dar acogida. Nosotros debemos ser diferentes.
 

 


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COMENTARIOS

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Carlos Sánchez
30/10/2012
08:28 h
16
 
Veo que les gusta el pensamiento social imperante de la izquierda basado en la irresponsabilidad. Soy inmigrante sin papeles, pero no soy un ilegal, no devuelvo mi hipoteca, pero no soy un moroso, no estudié, pero dénme ya un puesto de trabajo (a ser posible bueno y bien pagado), no cotizo a la SS, pero opérenme ya esto que me cuelga, que no me siento yo en este cuerpo, etc. Es decir, el Estado del Bienestar para todos y la factura que la paguen otros. Y ESO NO PUEDE SER ASÍ. Cada cual ha de responsabilizarse de sí mismo y producir, para poder luego compartir voluntariamente con el prójimo. Paz y bien con responsabilidad.
 
Respondiendo a Carlos Sánchez

Josefa R.
29/10/2012
22:53 h
15
 
Ningún ser humano es ilegal, Carlos Sánchez.
 
Respondiendo a Josefa R.

Sergio de Lis
29/10/2012
22:53 h
14
 
No quería repetir lo que dice Pedro Antonio, pero es lo que esencialmente pienso. Mi sentimiento fraterno para Una creyente; mi identificación con Dubitativo. Y añado una confidencia: Completé una carta, dirigida a un organismo que no había tenido en cuenta demasiadas cosas en mi trayectoria personal, precisamente con 'Misericordia quiero y no sacrificios' (Os. 6:6). Es mucho más fácil ser legalista -aunque nos cueste dinero-, que empatizar con los demás, ¿verdad, Carlos?
 
Respondiendo a Sergio de Lis

Pedro Antonio
27/10/2012
08:22 h
13
 
Mis deseos de bendición para la hermana 'Una creyente'. Que el Señor la proteja y la cuide y que nosotros, sus hermanos más cercanos, sepamos estar a su lado. También mostrar mi acuerdo con el hermano 'dubitativo'. Para mí no hay dudas de que lo que dice es correcto.
 
Respondiendo a Pedro Antonio

Carlos Sánchez
27/10/2012
08:22 h
12
 
Don dubitativo, el que entra en un país 'sin papeles' creo que es un inmigrante ilegal. El que pidió un préstamo hipotecario que no iba a poder pagar, pecó de imprudencia. Dios no aprueba ni la vulneración de la ley ni la imprudencia.
 
Respondiendo a Carlos Sánchez

dubitativo
26/10/2012
22:08 h
11
 
a las que se les está privando de una educación y una sanidad digna (y hasta de la misma sanidad por no tener papeles) todas ellas lo sufren por su mala cabeza por su vagancia y su maldad?? MISERICORDIA LE PIDO Y NO SACRIFIO.
 
Respondiendo a dubitativo

dubitativo
26/10/2012
12:41 h
10
 
Quiero imaginar que a Don Carlos las cosas que irán bien o muy bien, me alegro por él, pero sus comentarios me recuerdan a aquella escena bíblica... “Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego? (o fuese pobre)”. Jesús respondió: “ni pecó éste ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios”, en fin espero que al menos Don Carlos en su vida cotidiana actúe con la misma misericordia y amor que Dios tuvo y tiene con él. Por otra parte agradezco el comentario de nuestra hermanita creyente el cual debe ser tenido muy en cuenta porque desgraciadamente cada día es una realidad más cotidiana. Díganos Don Carlos las personas que día a día se están viendo empo
 
Respondiendo a dubitativo

Carlos Sánchez
26/10/2012
07:54 h
9
 
Don Leopoldo, ambas cosas son compatibles y hasta complementarias. La compasión actúa después de la justicia. Después que cada cual recibió lo que le correspondía, el que tiene más puede compartir con el que tiene menos. Paz y bien, con justicia y compasión, sin líos
 
Respondiendo a Carlos Sánchez

Leopoldo
25/10/2012
09:15 h
8
 
Si damos a cada uno lo suyo, como dice Carlos Sánchez, estaríamos aplicando un concepto de justicia humana que nada tiene que ver con la Biblia. Si damos a cada uno lo suyo, a los despojados, a los que se les ha quitado todo, no habría nada que darle. Por eso el concepto de justicia bíblico es muy diferente. Es el de una justicia compasiva.
 
Respondiendo a Leopoldo

Antonia. Teóloga secular.
25/10/2012
09:15 h
7
 
Sólo decirle a Jazmín Huerta que, precisamente es este autor quien, casi en solitario en el mundo evangélico, usa el concepto 'projimidad' que, realmente, enriquece el vocabulario evangélico. No entiendo la estrechez de miras y la incultira de pedirle al autor que no use este concepto. Creo que se debería usar muchísimo más. Quizás así nos acercaríamos más al concepto de prójimo. Estos conceptos son esenciales en todos los artículos de Juan Simarro.
 
Respondiendo a Antonia. Teóloga secular.

Carlos Sánchez
25/10/2012
06:55 h
6
 
Entiendan, estamos hartos hasta la saciedad de que nos digan y nos repitan que somos todos iguales. Pero eso es una falsedad fácilmente constatable por la historia, por la experiencia cotidiana y por la Palabra de Dios. Somos iguales en dignidad y derechos a priori, pero diferentes en todo lo demás. La justicia social no es dar a todos igual, sino a cada uno lo suyo, es decir lo que le corresponde en razón de sus méritos y su esfuerzo. Dar igual a todos conduce a la pereza y a la apatía. Retribiur con arreglo al mérito conduce a la superación, a la competitividad (productividad) y a la excelencia Paz y bien
 
Respondiendo a Carlos Sánchez

Jazmín Huerta.
24/10/2012
20:59 h
5
 
El autor de estos artículos; ¿podría prescindir en alguna ocasión siquiera del concepto 'projimidad'?, lo digo por la necesidad casi perentoria de enriquecer el bagaje cultural de este periódico, aparte de ofrecer una versión más integral de los temas iglesia-sociedad. Entiendo que este ejercicio sería tanto como quitarle a los políticos conservadores la expresión 'reducción del déficit'.
 
Respondiendo a Jazmín Huerta.

Una creyente
23/10/2012
15:50 h
4
 
Totalmente de acuerdo con el artículo, por desgracia en parte por experiencia propia. Soy una creyente de pocos ingresos, que vive en una zona de las que la calle llama marginales, aunque puedo decir que donde yo vivo cada vez hay más evangélicos. Más de una vez he oído comentarios despectivos sobre mi zona por parte de creyentes que han sido más afortunados económicamente, y a mí en una ocasión se me avergonzó en una reunión en una casa por el sitio donde vivo, con la complacencia de otros creyentes que presenciaron el hecho,entre otras lindezas que podría comentar. Sí, hermano, esas cosas no son cristianismo, sino todo lo contrario.
 
Respondiendo a Una creyente

Alicia Reyes M.
23/10/2012
12:47 h
3
 
Lava un poco la mente, Carlos. Deja de usarlos conceptos de vagos, holgazanes, perezosos, irresponsables, pasotas, viciosos, malvados, pendencieros, etc., en el contexto de los que sufren en el mundo pobreza, opresión, discriminación, marginación o torturas. Sé más positivo y ora por ellos. Después verás como tu acción solidaria surge de una manera natural y comprometida.
 
Respondiendo a Alicia Reyes M.

Carlos Sánchez
23/10/2012
10:39 h
2
 
“Sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición” . Pero muy distintos: vagos-trabajadores, holgazanes-laboriosos, perezosos-diligentes, irresponsables-aplicados, 'pasotas'-comprometidos, viciosos-virtuosos, malvados-bondadosos, pendencieros-pacificadores, etc. Todos iguales en dignidad y derechos, pero muy distintos en todo lo demás. Lean Proverbios. Paz y bien
 
Respondiendo a Carlos Sánchez

Pedro José R.
23/10/2012
08:50 h
1
 
Hacemos distinciones también en el seno de las Iglesias porque nos dejamos llevar por los valores antibíblicos que el mundo tiene como buenos. Dios quiera que la iglesia y los creyentes vayan tomando conciencia sobre la importancia de la no discriminación, y si la hacemos que sea a favor de los más débiles y pobres entre nosotros, en el mundo.
 



 
 
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