Un rico despreciado y ladrón quería ver a Jesús. Es la historia de Zaqueo, el publicano. ¿Cuántos ricos, despreciados y ladrones hay en el mundo hoy?
Hay varios hitos que podríamos marcar para ver la importancia que tiene esta historia para entender el tema tan importante que estamos tratando. Uno de ellos, lógicamente, es cuando Zaqueo, en la conversión a la que le lleva su inquietud, se siente impelido a decir:
“La mitad de mis bienes doy a los pobres”. Los ricos también pueden salvarse si se arrepienten y comparten.
En esta historia hay algo que nos indica que la conversión tiene que tener sus efectos en la acción social, en el compromiso con los pobres, en el hecho de que tenemos que estar atentos a la realidad verdadera de que la conversión tiene que tener su repercusión en la obra social, en el compromiso de los creyentes con los pobres. Cuando en nuestra vida no se dan estas prioridades, esta tendencia al servicio y al compartir, hemos de dudar de nuestra propia conversión.
El otro de los hitos sería el hecho de que Dios también busca a los ricos ladrones. Jesús se paró ante Zaqueo, le miró cuando estaba encima del árbol y le llamó. Se dio el hecho de que Jesús quiso posar en su casa.
La gran importancia de este hito es que Zaqueo era un proscrito, un tildado de pecador, ladrón, de los despreciados del mundo. Es verdad que no era pobre, pero estaba dentro de los colectivos entre los cuales Jesús trabaja en la línea del Evangelio, el que estamos llamando el Evangelio a los pobres. Un rico ladrón, pero despreciado. Si todos los ricos del mundo fueran despreciados, les estaríamos dando un empujón para que quisieran ver a Jesús.
Zaqueo era objeto directo del Evangelio de Jesús. Los pobres, los proscritos, los tildados de pecadores, los despreciados, los considerados como malditos como era el caso de los ignorantes, los lisiados, los enfermos considerados bajo la maldición de Dios, pues muchos creían que su enfermedad era un castigo de Dios, eran objeto directo del Evangelio, podrían estar entre aquellos a los que Jesús hizo destinatarios específicos de su Evangelio.
¡Llevad a los ricos a esta inquietud de Zaqueo! En este publicano todo comienza por el surgimiento de una inquietud, cuestión que también puede ser algo básico en el surgimiento del hecho de comprometerse con el prójimo. Esa inquietud le lleva a Zaqueo a saltar todos los obstáculos posibles para ver a Jesús. A pesar de las dificultades, los ricos inquietos pueden llegar a ver al Señor… y compartir.
Estos tipos de inquietudes son las que nos pueden hacer vencer todo tipo de obstáculos para un reencuentro solidario con el prójimo, esa inquietud nos puede llevar tanto a buscar a Jesús, como a sentirnos urgidos a escuchar el grito del marginado, el gemido del empobrecido. Si la inquietud es auténtica, no van a poder ponernos obstáculos que no podamos salvar… como ocurrió con Zaqueo y el surgimiento de su inquietud. Así, pues, ricos y acumuladores del mundo, podéis vencer vuestros obstáculos. El Evangelio es también para los ricos, siempre que éstos se arrepientan y compartan. Es decir, se conviertan.
Son surgimientos de inquietudes que nos van a llevar a ser emprendedores para la causa de Jesús o en su nombre. Zaqueo es ejemplo porque, a pesar del peso de sus riquezas y de sentirse despreciado por ser un rico ladrón, respondió positivamente, se puso en marcha siguiendo el empuje de su inquietud. Superó todos los obstáculos.
¿Cuál puede ser tu obstáculo? ¿Te pesan las riquezas? ¿Cuál es tu excusa? ¿También te sientes débil y pequeño para emprender nuevos compromisos con el prójimo y para luchar contra la injusticia y a favor de los valores del Reino? ¿Puedes llegar a decir que das la mitad de tus bienes a los pobres?
Tenemos que ser ricos en fe y en el ímpetu que nos puede dar el amor. La pobreza en el mundo es inmensa. Parece imposible que podamos vencer los obstáculos para poder hacer que la justicia brille, que haya liberación para tantos oprimidos. Aquí hay que ser un poco utópicos. El mayor obstáculo es el que está en la mente, el hecho de que creamos que el obstáculo es invencible, que es demasiado grande para que podamos evitarlo o vencerlo… pero si le pedimos al Señor que nos dé fuerzas, verás como podremos volar como las águilas. Nos veremos por encima de los obstáculos como se vio Zaqueo.
Así, pues,
si surge la inquietud, seamos valientes y lancémonos a vencer obstáculos como hizo Zaqueo. Tú también, rico. Nosotros que somos menos ricos. El Señor saldrá a nuestro encuentro y nos cambiará. Son los valientes los que conseguirán entender el Evangelio que implica la Diaconía, la proximidad. Son estos valientes los que entenderán los valores del Reino y los pondrán en práctica.
Será entonces cuando el Reino de Dios comenzará a acercarse a los hombres, cuando el cristianismo comenzará a vivirse con autenticidad, cuando podamos llegar a la conclusión de Zaqueo que dio y repartió entre los pobres. Su conversión le llevó a tomar conciencia del prójimo en necesidad. Es por eso que, cuando permanecemos ajenos al grito de los marginados, deberíamos dudar de la autenticidad de nuestra conversión. Quizás, si no estamos entre los ricos ladrones sin inquietudes, seamos personas sumidas en el pecado de omisión de la ayuda.
Señor ayúdanos a ser auténticos. Que no nos conformemos con el seguimiento de un Evangelio de autodisfrute e insolidario. Eso no es tu Evangelio. Queremos estar cerca de ese Evangelio sin apellidos y para todos, un Evangelio tanto para liberarnos, como para convertirnos en agentes de liberación.
Ese es el Evangelio que queremos abrazar. El que nos compromete. El que compromete incluso nuestras pertenencias, las pertenencias de los ricos ladrones. El que nos hace ser manos tendidas de ayuda al prójimo apaleado y despojado. Señor, no nos des tranquilidad ni felicidad en el seguimiento de un evangelio que no compromete nuestro ser y nuestro tener… aunque no estemos en el grupo de los ricos ladrones del mundo.
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