Muchas veces pedimos sin que se haya producido en nosotros la inversión de valores que supone la Diaconía, el Servicio al prójimo. Cuando no se ha producido este trastoque de valores que supone la práctica de la projimidad, podemos pedir cosas a Dios que, simplemente, son locura.
“Entonces Jesús respondiendo dijo: No sabéis lo que pedís”... Mateo 20:22. Pedimos bendiciones y ser los primeros cuando todavía estamos pensando con la lógica de los poderosos. Pedimos y rogamos bendiciones desde el posicionamiento de querer ser figurantes importantes para Dios... no pedimos desde la lógica de los seguidores de Jesús. Es un verdadero escándalo desde la lógica de la espiritualidad cristiana.
Aunque parezca escandaloso desde la lógica de los poderosos, es necesario que en nuestra mente, en nuestras vidas se haga esa inversión de valores que hace Jesús con los valores del Reino, en donde los últimos serán los primeros, los importantes serán los que se dedican al servicio, el ejemplo serán los servidores y no los que son servidos, valores en donde los más pobres y despreciados son los invitados al banquete del Reino y muchos proscritos y tildados de pecadores serán llamados para ser los discípulos del Maestro... aunque muchos se escandalicen.
Hay que hacer esta inversión y trastoque de valores para separarse de la lógica del mundo. Es entonces cuando podremos caminar por el mundo como prójimos, como buenos samaritanos capaces de pararnos ante el despojado y apaleado al ser movidos a misericordia. Incluso el modelo de buen prójimo en esta parábola del buen samaritano es el último, el despreciado, el extranjero no querido y rechazado. Son las pautas que sigue Jesús y que tanto trabajo nos cuesta aceptar a los que dicen ser sus seguidores... porque no se ha realizado en nuestras vidas la inversión de valores que implica el servicio, la diaconía. Porque somos moldeados con la lógica de los poderosos, de los insolidarios, de los egoístas, de los cumuladores y desequilibradores del mundo. No a esta lógica de los poderosos.
La madre de los hijos de Zebedeo hace una petición que es locura a los ojos de Jesús, postrada en tierra ante el Maestro, inclinada, en actitud de humildad. Es la hipocresía religiosa. Podemos usar las posturas litúrgicas, de humildad aparente, de rito y falsa humildad, para pedir desde el egoísmo humano. Es el problema de estar moldeados con la lógica de los poderosos que hoy, sin duda, también entra en nuestras iglesias y nos conforma según los valores mundanos. Tenemos que saber decir NO a está lógica perversa.
Pareciera que las posturas religiosas externas no pudieran dar lugar a fallos en la corrección de nuestras peticiones... y podemos equivocarnos hasta llegar a posicionamientos y peticiones que son locura para la lógica de Dios, para la lógica de los valores del Reino. Esta mujer, la madre de los hijos de Zebedeo, se equivocaba al hacer una petición tan favorable para sus hijos, aunque lo hacía desde la postración y la postura que pareciera un icono de la humildad. Era locura pedir, desde esta actitud de símbolo religioso y de postración, lo siguiente: Señor
“ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda”.
Dios no busca figurantes y dará los mejores lugares en el Reino de Dios a aquellos que han sabido mantenerse al margen de la lógica de los poderosos y ricos de la tierra y han sido capaces de dedicarse al servicio al otro, al necesitado, a los pobres de la tierra, a los sufrientes del mundo.
La petición era encumbrar a sus hijos desde la lógica del mundo. Quería situarlos bien, hacerlos semejantes en honor y dignidad a Jesús mismo. Además, pensaba solamente en términos metahistóricos, del más allá, apocalípticos... se olvidaba del servicio al prójimo que tenían que hacer antes en nuestro tiempo, en nuestra historia, se olvidaba de la diaconía que deben practicar los seguidores de Jesús.
Se olvidaba del ejemplo de proijimidad que tenían que dar sus hijos, siguiendo la línea del extranjero despreciado de la parábola del buen samaritano. No quería manchar las manos de sus hijos con las “impurezas” de la sangre, sudor y lágrimas de los pobres de la tierra. Su orientación era sólo celestial, visionaria, pensando en los premios celestiales y en la superioridad de sus hijos sobre los demás... orgullo espiritual.
Luego vinieron los problemas. Los discípulos se enojaron contra los dos hermanos cuando oyeron lo que la madre pedía.
La lógica de los poderosos y figurantes del mundo no crea nada más que problemas, odios, rencillas, opresiones y violencias. Jesús les tiene que calmar. Les dice que esa forma de pensar es la de los que se enseñorean y de los grandes que ejercen potestad,
“mas entre vosotros no será así”. Hay que abandonar la lógica de los poderosos. Si no es así, no habremos conseguido en nuestra vida y en nuestra espiritualidad la inversión y trastoque de valores que implica el Evangelio... en defensa de los más humildes, los pobres y excluidos, los sufrientes de la tierra.
Así, los que no han llegado a ese trastoque de valores que implica el seguimiento y la asunción de los valores del Reino, pueden pasar de largo ante los que imploran, ante el grito de los pobres y sufrientes, ante los que tienden su mano y su voz hacia los que decimos ser los seguidores de Jesús... porque estamos mirando al cielo. Estamos pendientes de los cumplimientos del ritual, de los tesoros celestiales, del lugar que nos va a corresponder en la eternidad.... y nos olvidamos de servir al que nos necesita. Es entonces cuando no somos importantes para Dios.
Hay que cambiar de mente, nacer de nuevo, asumir los valores del Reino que son contravalores con los valores marginantes de la tierra, hay que situarse lejos, lejísimo, de la lógica de los poderosos... hasta tocar con nuestro corazón la esencia de los valores que irrumpen en nuestra historia con la venida de Jesús al mundo.
Si no hacemos este cambio, esta inversión y este trastoque, sólo nos quedará la solución del joven rico: marcharnos tristes apegados a las cosas de este mundo. Quedarnos con nuestra riqueza mamoniana y con nuestra tristeza del inconverso que no puede hacer vida en él los valores del Reino. Hay que dar un tremendo NO a la lógica de los poderosos de la tierra.
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