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Otro aspecto del sutil abuso espiritual

Nadie, por muy pastor que sea, tiene el derecho a apropiarse de la voluntad de otro, ni de interferir en su vida personal, matrimonial o familiar y mucho menos sirviéndose del nombre de Dios.

PALABRA Y VIDA AUTOR 942/Angel_Bea 23 DE JULIO DE 2025 20:55 h
Foto: [link]Priscilla Du Preez[/link], Unsplash CC0.

Introducción



Ya abordamos el tema del abuso espiritual en otro artículo de fecha de 3-4-2024 i y en el cual trataba el mismo tema que trato aquí, aunque solo de pasada. De ahí el insistir en lo mismo para recordar y ampliar el tema en cuestión, de forma más completa.



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De hecho, las manipulaciones y los “métodos” que se usan son tantos y tan variados que uno no deja de sorprenderse al descubrir una nueva forma de manipular a los adeptos a este tipo de grupos que, aparentemente, pasan por ser cristianos, pero que están muy alejados de esa realidad.



Y eso, aunque los mismos miembros lo parezcan ¡e incluso lo sean! Pero en esos contextos los que marcan el funcionamiento interno de las relaciones humanas y la dinámica de las mismas, son los que forman el liderazgo de esos grupos, principalmente los que están en la cúspide de los mismos. Estos podrían ser un “apóstol” o un “pastor”.



 



“Los pactos de amistad”



Algo que nos puede servir como introducción e ilustración al tema es que en los años sesenta del siglo pasado, un grupo de líderes de distintas denominaciones y diferentes países comenzaron a experimentar una renovación carismática de profundo calado.



Ellos eran de denominaciones e instituciones conservadoras desde el punto de vista teológico tales como bautistas, episcopales, metodistas, presbiterianos, de los llamados “hermanos ‘libres’”, etc.



La mayoría, proviniendo de iglesias conservadoras estaban cansados de sus secas liturgias, sus “tradiciones evangélicas” y su, asimismo sequedad espiritual.



Así que experimentaron una llenura del Espíritu Santo y el funcionamiento de algunos dones espirituales, como nunca la habían experimentado ni la habían conocido antes.



Así mismo descubrieron para sí mismos y para sus iglesias lo que era el verdadero discipulado, el reconocimiento y la sujeción a las autoridades ministeriales, así como un crecimiento numérico muy significativo de sus iglesias.



Todas esas experiencias comunes les llevaron a tener una relación de verdadera amistad, a pesar de las diferencias dado que venían de trasfondos tan diferentes.ii



Lo cierto es que todas aquellas experiencias comunes que les llevaron a tener una verdadera amistad les llevó a hacer “un pacto de amistad”; algo que surgió de forma espontánea con la finalidad de mantener su amistad personal y, sobre todo, guardarse fidelidad ministerial y “sujetarse” los unos a los otros en fiel compañerismo, dado lo hermoso de la relación y así poder “velar” como un equipo por la marcha y desarrollo del movimiento.



Lógico, dado que nunca habían experimentado algo parecido, incluso dentro de sus propias denominaciones.



Luego, el tiempo pasó y una vez que parecía que todas las expectativas se iban cumpliendo y como suele pasar con todas las cosas que son temporales, resolvieron romper aquel pacto que hacía tiempo realizaron. No porque se hubieran enfadado y acabaran en división sino porque aquello tuvo su valor y su eficacia durante un tiempo determinado, pero llegó otro tiempo en el cual aquello dejó de tener sentido.



 



El engaño de los nuevos “pactos de amistad”



Aquel “pacto entre pastores” compañeros en el ministerio internacional fue hecho de forma libre, amistosa y sabiendo cada cual que con el mismo ni su vida espiritual ni nada que tuviera que ver con su vida cristiana estaría en peligro; al contrario, era una forma de fortalecerse unos a otros mediante el ánimo y la ayuda que cada cual podía dar y recibir de los demás; sobre todo en tiempos de dificultad y necesidad de compañerismo y apoyo.



Así que, de una forma libre fue hecho y de una forma libre se deshizo cuando lo consideraron oportuno.



Sin embargo, hace ya bastante años supimos de primera mano que algunos pastores (o “apóstoles”) principales de algunos grupos, llevan a algunos creyentes que despuntan como líderes a hacer “pactos de amistad” con ellos. Dichos “pactos” consisten en que… “Yo quiero hacer pacto contigo y, por encima de todo yo como tu pastor estaré a tu disposición para cualquier cosa que necesites; y jamás, pase lo que pase, te traicionaré por ninguna causa”. iii



Pero a su vez, dicho pastor le “reclamará” los mismo a aquel al cual le propone el pacto; y esto sin que parezca una imposición: “Dios quiere que tú y yo hagamos un pacto, como David lo hizo con Jonatán” (1ªSm.18.1-5).



Notemos que es bueno que los engañadores siempre encuentren un versículo bíblico donde apoyar sus falsas enseñanzas y actuaciones. Así se consigue que la sumisión de la voluntad del otro sea completa.



Cuando lo dicho anteriormente sucede, ese creyente quedará “enganchado” con ese líder para el resto de sus días, a menos que descubra el engaño.



Si posteriormente el líder/creyente que ha hecho el pacto con el pastor principal o “apóstol” de la organización percibe que hay cosas que no le gustan en esa “iglesia” siempre le sacarán a relucir el pacto que hizo: “No te olvides del pacto de amistad que hicimos”; dado que cualquier crítica al líder máximo o a la organización se percibirá como “una traición al pacto de amistad”. Lo cual le presenta al que lo hizo un conflicto no pequeño.



Al respecto, hemos sabido de algunas personas que han sufrido lo indecible y aun cuando han abandonado la organización, con el tiempo, el peso de aquel “pacto de amistad” que hicieron era tan fuerte sobre sus conciencias, que volvieron “arrepentidos” a la organización donde fueron recibidos con abrazos y de forma “muy misericordiosa” como “hijos pródigos que dejaron la casa del Padre”.



 



Daños del “pacto de amistad a la relación matrimonial



A lo dicho anteriormente, habría que añadir algo más y es que el maléfico pacto mencionado, usado por una supuesta autoridad espiritual, puede dañar de forma seria –y de hecho lo hace- la relación con su entorno familiar y, sobre todo el matrimonial, si el que hizo el “pacto” está casado.



En especial –decimos- a la esposa, porque a ésta se le habrá robado el derecho que tiene sobre la base del pacto matrimonial a tener una relación con su esposo, sin interferencias de terceros; y en estos casos, por muy “pastores” o “apóstoles ungidos del Señor” que sean.



Dicho de otra manera, suele suceder que la voluntad del falso “apóstol” o “pastor” y dado que tiene su “autoridad espiritual” sobre el marido, se antepone con cierta frecuencia a la de su esposa o -dependiendo del caso- a la de sus padres. En el caso de la esposa, ésta solo puede responder con una “sumisión absoluta a su marido” que es el cabeza de familia.



Lógicamente, el marido está sujeto a la autoridad espiritual, sea pastor o apóstol al cual debe obedecer “en todo”. Porque a él se le instruye y se le repite de forma machacona que “El varón es cabeza de la mujer y la esposa debe estar sujeta a su marido en todo” (Ef.5.22-24).



En la práctica, el matrimonio habrá perdido su autonomía como tal y será “guiado” a través del marido, por el liderazgo de la iglesia.



Ese proceder por parte de algunos líderes que se denominan “evangélicos” iv es criminal; y lo son no solo por invalidar la voluntad de aquella persona con la cual hacen el “pacto” sino por “asesinar” también a través del marido la voluntad de la esposa, o incluso en algunos casos la de los padres o hermanos, los cuales podrán decir lo que quieran pero, en todo caso, a esa esposa solo le quedan dos alternativas: O se somete a las manipulaciones del líder máximo de la organización a través del marido o darán por invalidado su pacto matrimonial llevado a cabo un día, delante de Dios y de muchos testigos.



Así han acabado con algún que otro matrimonio, para gozo y triunfo de aquellos que propiciaron su destrucción.



 



Conclusión



Si alguien lee este artículo, que tenga en cuenta que nadie, por muy apóstol o pastor que sea, tiene el derecho a apropiarse de la voluntad de otro, ni de interferir en su vida personal, matrimonial o familiar que son sagradas; y mucho menos sirviéndose del nombre de Dios y con el pretexto de “servirle de forma plena” o “más santa”.



Eso es una pura falsedad. Como pastores estamos obligados a dar la enseñanza del Señor, dejando que las personas tomen sus propias decisiones, sin imposición de ningún tipo (1ªP.5.1-4).



Aquellos líderes de los años sesenta del siglo pasado, hicieron aquel pacto de amistad entre ellos, como personas mayores y en igualdad de condiciones; y cuando llegó el momento lo deshicieron y todos quedaron libres del mismo.



Pero otra cosa es aprovecharse de la autoridad espiritual con personas que no están al mismo nivel en el ministerio y que, además, presentan cierto nivel de vulnerabilidad para hacer un “pacto de amistad” con ellas, con la idea de manipularlas espiritualmente y dejarlas así atadas a ellos mismos para que sirvan a sus propios intereses.



Todo eso no procede de Dios; ese proceder tiene su origen en el mismo infierno. Pero nada debe extrañarnos, dado que también los apóstoles del Señor nos dejaron ciertas advertencias acerca de falsos maestros, falsos apóstoles, obreros fraudulentos y ministros de Satanás que, así que como éste “se viste como ángel de luz… no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia, cuyo fin será conforme a sus obras.” (2Co.11.13-15).



De todo lo cual, hoy hay abundancia por doquier, aunque no siempre se manifieste de la misma forma. De todo lo cual pedimos al Señor que él nos libre.



 



Notas



i Aquí



ii Todo lo cual lo llegué a conocer a principios de los años ochenta del siglo pasado a través de la revista conocida como “Vino Nuevo” a la cual fui suscrito por un pastor amigo que estuvo en Córdoba durante algunos años.



iii En realidad, si nos damos cuenta, esa “promesa” o “compromiso” no es necesario que se de bajo un “pacto de amistad”; esa debería ser la actitud de todo pastor en su relación con los creyentes y con el liderazgo en su comunidad. Para eso -hay que enfatizar- no hace falta hacer ningún “pacto de amistad”.



iv Para llegar a este tipo de manipulación de las personas, no es necesario echar mano del “pacto de amistad”. En realidad, se pude llegar a tener ese tipo de control por otros medios, como está más que demostrado a través del estudio de las sectas.


 

 


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