Existen argumentos sólidos que respaldan una redacción del libro de Apocalipsis considerablemente anterior a lo que comúnmente se asume.
¿Cuándo se escribió el libro de Apocalipsis? La inmensa mayoría de comentarios e introducciones al Nuevo Testamento no tienen dudas al respecto. Parece que una cita de Ireneo1 del final del siglo II lo deja todo sentenciado de forma definitiva:
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“...porque si fuera necesario que su nombre se revelara claramente en este tiempo presente, habría sido anunciado por aquel que contempló la visión apocalíptica. Porque eso se vio no hace mucho tiempo, sino casi en nuestros días, hacia el final del reinado de Domiciano”.
Las palabras “aquel que contempló la visión apocalíptica” se refieren indudablemente al apóstol Juan y la expresión “eso se vio” -según la gran mayoría de comentarios e introducciones al Nuevo Testamento- se refiere al libro de Apocalipsis. Y como el texto hace una conexión con el reinado del emperador romano Domiciano, sabemos lógicamente cuando Juan recibió las profecías del último libro de la Biblia, porque Domiciano reinó entre los años 81 y 96. Por lo tanto, todo parece decidido.
Sin embargo, una vez más, el asunto es mucho menos claro de lo que parece. La primera afirmación no presenta problema alguno: Juan, obviamente, alcanzó una edad bastante avanzada. Con la segunda, la cosa es distinta. De nuevo estamos ante un caso donde se ha repetido simplemente lo que otros han escrito sin cuestionar ni por un momento si la base del argumento goza de solidez.
Por lo tanto, podría resultar sorprendente para muchos descubrir que existen argumentos sólidos que respaldan una redacción del libro de Apocalipsis considerablemente anterior a lo que comúnmente se asume. Y no son solamente argumentos que se basan en testimonios externos, sino que hay indicaciones internas en el libro mismo.
Comencemos, pues, con el argumento externo más conocido, el de Ireneo. A continuación, solicitaré al lector un poco de paciencia, ya que será necesario analizar la cita en detalle para comprender sus implicaciones. La palabra clave (“eso”) en la segunda frase de Ireneo que se cita arriba (“Porque eso se vio no hace mucho tiempo, sino casi en nuestros días, hacia el final del reinado de Domiciano”.2) no existe en el original. Es decir, en el texto griego no aparece el pronombre demostrativo “eso”, sino lo único que vemos en el original es una forma del verbo heōráthē(ἑωράθη), que significa “fue visto” o “se vió”. Al igual que en español, en griego el pronombre personal está implícito en la forma verbal. Por ejemplo, "caminaba" podría significar "él caminaba" o "ella caminaba". Es el contexto el que determina el sujeto, a menos que se añada un pronombre personal explícito. En nuestro caso, quienes traducen la frase de Ireneo suelen añadir un pronombre demostrativo que no existe en el original.
En resumen: la palabra clave en este pasaje es el verbo ἑωράθη (heōráthē)3 y la ambigüedad surge del hecho de que esta forma verbal no establece explícitamente su sujeto.
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En este caso, hay dos posibles sujetos para el verbo heōrathē (ἑωράθη):
1. El sujeto del verbo podría referirse a la visión apocalíptica, es decir lo que vió Juan. Esto es lo que casi todo el mundo piensa. Si asumimos que el sujeto del verbo efectivamente se refiere al Apocalipsis, entonces la traducción correcta sería "fue vista". Esto implicaría que la visión fue vista hacia el final del reinado de Domiciano.
2. Pero hay otra posibilidad: el sujeto del verbo podría referirse a Juan. En este caso el verbo significaría "él fue visto". Esto implicaría que el propio Juan fue visto hacia el final del reinado de Domiciano. Y en este caso no hablamos de una fecha del tiempo en el cual Juan había recibido la visión. Es decir: esta variante apoyaría una datación más temprana de Apocalipsis.
Estamos, por lo tanto, ante dos posibilidades que de entrada hay que valorar como iguales. La gramática de la oración en sí no proporciona ninguna evidencia concluyente para ninguna de las interpretaciones4. El contexto del pasaje tampoco proporciona ninguna pista decisiva.
Por lo tanto, tenemos que buscar evidencia adicional para determinar el significado deseado del pasaje.
Pero a estas alturas ya podemos constatar que la famosa cita de Ireneo ni muchísimo menos es suficiente para decidir la fecha de Apocalipsis. Una vez más sorprende el procedimiento poco riguroso con el cual se ha repetido solo una de dos posibilidades porque encajaba por lo visto mejor en las ideas teológicas.
Ante esta falta de evidencia clara, vamos a considerar ahora los argumentos internos que en mi opinión finalmente deciden la cuestión. Solamente voy a mencionar tres.
Según el testimonio de Juan en el libro de Apocalipsis, él se encontraba en la isla de Patmos “…por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo”5. Es decir, fue condenado por las autoridades romanas y desterrado a la isla en el mar Egeo. Pero esto no era lo peor. Era costumbre de los romanos obligar a los prisioneros de la isla a trabajar en las minas. Los desafortunados tenían seis días de arduo y extenuante trabajo, seguidos de un día de descanso. Muchos murieron debido a las duras condiciones. Algunos enloquecieron o incluso se suicidaron debido a la severidad del entorno.
Ser desterrado a la isla de Patmos era un castigo absolutamente horrible. Si Juan hubiera sufrido este exilio al final del reinado de Domiciano, habría tenido más de 80 años. Resulta difícil imaginar a una persona de esa edad soportando tal castigo y luego trasladándose a Éfeso para continuar organizando la iglesia allí.
Sin embargo, esta situación encaja mucho mejor en la época de la persecución bajo Nerón, cuando Juan era considerablemente más joven y estaba mejor preparado físicamente para soportar este castigo. Además, esta versión de los hechos explica mejor por qué Juan fue liberado al morir Nerón en el año 68, mientras que Domiciano vivió hasta el año 96.
La segunda razón interna tiene que ver con el famoso número 666. Una fuente histórica que apoya la interpretación del número 666 como una referencia a Nerón a través de su valor numérico es otro texto de Ireneo. En su obra Contra las Herejías6, Ireneo menciona esta interpretación y explica cómo los valores numéricos de las letras en la expresión “Nerón César” en hebreo suman 666.7
Si bien Ireneo no fue el primero en proponer esta interpretación, su testimonio es relevante porque evidencia que esta era la comprensión común del número 666 en la iglesia primitiva. Además, Ireneo fue discípulo de Policarpo, quien a su vez fue discípulo del apóstol Juan, lo que sugiere una posible conexión con la interpretación original de Apocalipsis.
La conclusión lógica es: si la iglesia primitiva interpretó el número 666 como una referencia a Nerón, resulta poco probable datar la redacción del libro en la época del emperador Domiciano.
Y el tercer y último argumento interno que vamos a considerar también nos da una clave concreta sobre la redacción de Apocalipsis. En Apocalipsis 17:10 leemos en cuanto al Imperio romano y la secuencia de sus emperadores: “… y son siete reyes. Cinco de ellos han caído; uno es, y el otro aún no ha vendido: y cuando venga, es necesario que dure breve tiempo.”
¿Cómo podemos entender la secuencia de emperadores que se menciona aquí? El historiador romano Suetón empieza su obra sobre la vida de los 12 emperadores con Julio César8. Lo mismo hace Casio en su historia de Roma. El siguiente en la lista de emperadores sería Augusto, seguido de Tiberio, Calígula y Claudio. A Claudio le sigue en el año 54 Nerón, que ocuparía el trono del imperio hasta el año 68. Por lo tanto, de nuevo todo apunta a Nerón. Él es el rey que “es”, según Apocalipsis 17:10. Y el emperador que le sigue a Nerón es el emperador Galba, que efectivamente duró poco: se mantuvo tan solo 7 meses en el poder. Exactamente como lo anunciado por Juan.
Llegamos, por lo tanto, a la conclusión de que las razones internas nos llevan a datar el libro de Apocalipsis en el reinado del emperador Nerón, a mediados de los años 60 del siglo I. Las evidencias externas apuntan en la misma dirección o, al menos, no contradicen las evidencias internas.
Las consecuencias de esta datación coherente para la interpretación del libro de Apocalipsis no son objeto de esta serie, pero evidentemente son importantes.
Con esto concluyo, por el momento, esta breve serie de artículos sobre verdades bíblicas que creíamos comprender, pero que al examinarlas con detenimiento, resultan ser diferentes. Estos ejemplos deberían motivarnos a estudiar y analizar las Escrituras cuidadosamente, a la luz del contexto bíblico, histórico y arqueológico. Y si en el proceso debemos cuestionar alguna creencia errónea, aunque arraigada, que así sea.
Notas
1 "Contra las Herejías" (Adversus Haereses), libro V, 30, 3.
οὐδὲ γὰρ ἐκ πολλοῦ χρόνου ἑωράθη, ἀλλὰ σχεδὸν ἐπὶ τῆς ἡμετέρας γενεᾶς, πρὸς τῷ τέλει τῆς Δομετιανοῦ ἀρχῆς.
3 Es una forma de tercera persona del singular en aoristo pasivo indicativo del verbo ὁράω (horaō), que significa "ver".
4 El orden de las palabras y el uso de la construcción genitiva absoluta ("πρὸς τῷ τέλει τῆς Δομετιανοῦ ἀρχῆς") no aclaran el antecedente del verbo.
7 “César Nerón” en el alfabeto hebreo es נרון קסר NRON QSR, que cuando se interpreta numéricamente representa los números 50 200 6 50 100 60 200, que suman 666. No hay que olvidar que los vocales en hebreo no se escriben.
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