El tweet de Dios sobre el hartazgo de los propios caminos

Asistimos a un cambio de criterio sobre la pornografía, después de que fuera saludada hace décadas como un avance en la liberación sexual, ya que de lo que se trataba, por encima de todo, era de sacudirse los viejos tabúes que la religión y la moral habían impuesto sobre las mentes de la población. Y aunque las viejas generaciones todavía eran renuentes a aceptarla, las nuevas eran totalmente proclives, al no estar ya sujetas a las antiguas ideas represivas sobre la sexualidad. Así fue como se abrió paso, hasta instalarse en la vida cotidiana por medio de la imagen, ya fuera estática o dinámica. Pero revistas, televisión y cine, pronto quedaron superados por la fuerza de Internet, que entronizó la pornografía al lugar que ahora mismo tiene, pues si antes estaba arrinconada en determinados espacios, ahora su difusión es universal y al alcance de cualquiera.

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Mas ante las voces que se levantaron en su contra, la réplica afirmaba que el daño de prohibirla sería mayor que el daño de permitirla. Además, ¿no se había liquidado toda censura, en nombre de la libertad? ¿Cómo volver a tiempos pretéritos y oscurantistas, propios de dictaduras, si hasta los grandes nombres del psicoanálisis habían relacionado neurosis con represión sexual? No, no había marcha atrás. Y así fue como la pornografía se constituyó en parte fundamental del nuevo estado de cosas. Incluso en universidades de prestigio se organizaron conferencias y cursos especializados, para que los estudiantes descubrieran las bondades y ventajas que tenía.

La pornografía no era ningún monstruo; el verdadero monstruo era la coerción que mentes puritanas querían imponer a los demás. A los fanáticos e hipócritas, a los fariseos, era a los que verdaderamente había que combatir, al ser una peste dañina para la libertad.

Pero ahora resulta que a la pornografía hay que ponerle coto, por la destrucción que está provocando en las nuevas generaciones. La relación entre violaciones y pornografía ya era un hecho en adultos, pero ahora se ha manifestado en menores, que cada vez son más menores. Las consecuencias adictivas para mal que tiene sobre las mentes son de un descomunal calado, al condicionar de manera perversa y de por vida la forma en la que se concibe la sexualidad.

El problema está tan enquistado y es tan evidente que hasta los ateos se han puesto al frente de la reacción, para salir del atolladero. ¡Quién lo iba a decir! Que los librepensadores se iban a volver recatados y pudorosos. Pero entonces, ¿en qué quedamos? ¿Era buena la pornografía entonces, pero ahora es mala? ¿Lo mismo que era bueno ayer es malo hoy? ¿Era la censura absolutamente detestable, pero ahora hay que echar mano de ella? ¿Eran los puritanos de ayer reprobables, pero los nuevos puritanos de hoy son aceptables? ¡Qué confusión! ¡Qué contradicciones! Verdaderamente andar según lo que se nos quiera vender en cada momento es cosa de locos.

Claro que, ¿cómo impedir a los menores el acceso a la pornografía, si resulta que los adultos son adictos a ella? ¿Con qué autoridad se les bloquea, si los bloqueadores son persistentes consumidores? ¿Y cómo luchar contra la pornografía si en los videoclips las cantantes aparecen casi sin ropa, si en la publicidad la procacidad es una constante, si en las pasarelas de moda lo normal es lo obsceno y si en los espacios públicos para bañarse la desnudez está cerca de ser total? ¿Cómo se puede querer combatir lo mismo que se fomenta? ¿Cómo poner freno, por un lado, a lo que no tiene freno, por otro? ¿De qué manera se pretende inhibir la codicia sexual, a la que se ha dado vía libre? ¿Quién va a querer, a estas alturas, meterse en restricciones, tras haber sido aleccionado de que toda restricción es aborrecible? 

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Al final las cosas caen por su propio peso y el discurso engañoso de la liberación sexual ya no se sostiene, porque los frutos que está produciendo no son de liberación sino de esclavización. ¡Ay! Más dura será la caída, es el resumen de todo este itinerario de jactancia y falsa sabiduría que nos ha llevado al bajo punto donde estamos, que seguramente no ha tocado fondo todavía.

Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘Comerán del fruto de su camino y serán hastiados de sus propios consejos.’ (Proverbios 1:31). El camino que se escoge acaba por dar sus resultados y como ha sido deliberadamente elegido no se puede estigmatizar de injustas a sus consecuencias, porque es el salario obtenido por el trabajo realizado. La comida es el alimento, pero ese alimento se torna en hartazgo, que provoca vómito y repugnancia. Es el momento en el que nos encontramos. Aquel camino que parecía magnífico, se ha convertido en un horror y los consejos que lo sustentaban, es decir, sus ideas y enseñanzas, en algo insoportable.

Se cosecha lo que se siembra y como lo que se ha sembrado es desorden, es natural que se coseche desorden. Para vergüenza y humillación de quienes lo promovieron.

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[title]Por un año más[/title]

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