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La salvación viene de los judíos (II)

¿Desde cuándo se esperaba la venida del Redentor y Salvador? A esta pregunta respondemos que desde que el pueblo de Israel tenía conciencia de la Revelación de Dios.

PALABRA Y VIDA AUTOR 942/Angel_Bea 13 DE SEPTIEMBRE DE 2023 11:28 h
Imagen de [link]Taylor Flowe[/link], Unsplash.

Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos” (J.4.22)



En la pasada exposición partimos de estas mismas palabras pronunciadas por el Señor Jesús, y decíamos que la adoración a Dios está relacionada con el tema de la salvación. (Ver J.4.21-24). Sin salvación que es en y por Cristo Jesús no puede haber una adoración verdadera y completa dado que el Verbo encarnado, el Señor Jesucristo, es el que “ha dado a conocer –a Dios el Padre-” (Ver J.1.18; 14.7-9). Sin embargo también decíamos que el hecho de que no pueda haber adoración completa sin el conocimiento de Cristo, no quiere decir que no puedan haber adoradores de ninguna forma.i Así que aquí nos centraremos en el cómo vino la salvación a la cual se refería Jesús. Es cierto que cuando pensamos en la salvación, enseguida la relacionamos con Jesús, quien por medio de la obra realizada por su muerte, resurrección y ascensión a los cielos, nos salva a todos los efectos, dándonos la esperanza de la vida eterna. Y eso es cierto. ¿Pero es eso todo cuanto encierran las palabras de Jesús cuando declaró que “la salvación viene de los judíos”? ¿Se refiere solo al hecho de que con Jesús la salvación vino del pueblo judío, o él estaba dando por sentado algunas cosas más?



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Para contestar esa pregunta tendríamos que preguntarnos si la salvación a la cual se refiere Jesús fue anunciada de antemano, desde cuándo, a qué se refiere con el término “salvación”, quién la llevaría a cabo, en qué términos y en qué forma/s, hasta que se dio a conocer de forma clara y plena “cuando llegó el cumplimiento del tiempo” (Gál.4.4). 



1- La salvación está asociada a un tiempo y a una persona



Esas mismas palabras, citadas del Apóstol Pablo en Gálatas 4:4, nos hacen pensar en todo ese “tiempo” anterior a la venida de Cristo. ¿Desde cuándo se esperaba la venida del Redentor y Salvador? A esta pregunta respondemos que desde que el pueblo de Israel tenía conciencia de la Revelación de Dios. Desde el tiempo de la caída del ser humano en el pecado, Dios les dio la promesa de la salvación a través de “la simiente de la mujer” (Gé.3.13-15). Promesa que sería dada al patriarca Abraham (Gén.22.18; Hch.3.25-26) y por medio de él a su descendencia, el pueblo de Israel. A partir de ahí “los profetas que profetizaron… inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos…” el cual manifestaría a su debido tiempo quién sería la persona que llevaría a cabo la promesa dada desde tiempos antiguos (1ªP.1.10-11). Así que, a la luz de los hechos gloriosos que tuvieron lugar con el nacimiento del Hijo (el Verbo encarnado -J.1.1,14-) muchos entendieron que había llegado “el cumplimiento del tiempo –y- Dios envió a su Hijo” con propósitos redentores (Gál.4.4). Ellos no tuvieron duda de que con Jesús “el tiempo -de la promesa- se había cumplido; y el reino de Dios se había acercado”(Mrc.1.14-15). Así lo anunció también el apóstol Pedro cuando dijo: “Y todos los profetas desde Samuel en adelante, cuantos han hablado también han anunciado estos días. Vosotros sois hijos de los profetas y del pacto que Dios hizo con nuestros padres, diciendo a Abraham: En tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra…” (Hch.3.22-26). Así el apóstol Pedro termina identificando dicha “simiente” con el Señor Jesús, el “Hijo de Dios” quien fue enviado por Dios con propósitos de bendición. Algo en lo cual coincidió el apóstol Pablo, identificando al Señor Jesús como “la simiente” que Dios prometió a Abraham y por la cual Dios bendeciría a todas las naciones de la tierra (Ver, Gál.3.16).



De modo que cuando el Señor Jesús habló con la mujer samaritana, declarando que “la salvación viene de los judíos” él estaba afirmando la historia de la redención en su propia persona, tal y cómo había sido anunciado por todos los profetas a lo largo del tiempo. Así que cuando la mujer hace referencia a esa promesa, sobre el Mesías que vendría, Jesús le dijo: “Yo soy, el que habla contigo”. O sea, con Jesús no solo se cumplió el tiempo –como dirán también los demás apóstoles- sino que él era la persona que todos esperaban como el Mesías-Redentor y Salvador del mundo. Es por esa razón que también ya le había dicho Jesús a la mujer: “Créeme, que la hora (el tiempo) viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre” (J.4.21). Y la consecuencia lógica de todo esto es que cuando el Señor le dijo a la mujer samaritana que “la salvación viene de los judíos”, él estaba aprobando y confirmando la historia de la salvación recogida en el A. Testamento, desde Génesis hasta su cumplimiento en su propia persona.



2.- La salvación está asociada al sacrificio redentor y expiatorio de Jesucristo 



Pero cuando Jesús le dijo a la mujer samaritana que “la salvación viene de los judíos” él también estaba pensando en el plan divino que él mismo había venido a cumplir. Y dentro de ese plan y propósito se recogía su muerte como sacrificio redentor, expiatorio y propiciatorio (J.3.16; 10.18; Apc.1.5; 5.8-10; J.2.1-2; 4.10 Hb.2.14, etc.).



Por tanto, el carácter redentor y propiciatorio de la muerte de Jesús a favor de la humanidad caída podrá negarse todo cuanto se quiera, pero el testimonio bíblico completo, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento es claro y determinante al respecto. Y dicho carácter no se le puede achacar meramente a los “mitos religiosos” del pueblo de Israel aplicados a la persona y obra de Jesús y que “hoy sería un disparate creer”. Porque hacerlo de esa manera es una clara violación a toda la revelación de Dios recogida en las Sagradas Escrituras. Pero tampoco se puede acusar al pueblo de Israel de copiar el sistema de sacrificios del paganismo que le rodeaba, como dicen algunos teólogos. Es más lógico pensar en que el paganismo degeneró hacia una aberrante idolatría, llegando incluso a sacrificar vidas humanas a los falsos dioses que ellos mismos habían inventadoii a efectos de obtener el perdón de pecados y el favor divino. Algo que le estaba totalmente prohibido por Dios al pueblo de Israel, pero en lo cual ellos incurrieron una y otra vez (2ºCró.28.1-3; 33.1-6). El apóstol Pablo expuso en su Epístola a los Romanos esa degeneración en todos los sentidos, espiritual, intelectual, moral y ética, aunque sin mencionar explícitamente los sacrificios humanos (Ro.1.18-32).



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Sin embargo en contraste con el paganismo, en el pueblo de Israel encontramos un relato coherente desde que apareció la necesidad del sacrificio de una animal para cubrir las vergüenzas del ser humano. Vergüenzas, en principio físicas, que simbolizaban la vergüenza de la desnudez de carácter espiritual ante sí mismos y ante Dios. (Ver, Génesis 2.2; 3.7,21). Dios había dicho: “El día que de él comieres, ciertamente morirás” (Gén.2.17). Y de no haber provisto Dios la solución para el pecado y sus consecuencias, la humanidad entera se hubiera perdido eternamente. Dicha provisión divina apuntó desde el principio a “la simiente” de la mujer y “cuya simiente es Cristo” (Gál.3.16). Y a partir de ahí todo el género humano supo de la necesidad del sacrificio animal para acercase a Dios. Eso fue así, tanto antes y después del Diluvio (Gén.7.1-2; 8.18-21) como en la era de los patriarcas (Gé.22.13-17); pero de manera más ordenada y regulada, en el pueblo de Israel a través de la Ley de Moisés. De ahí que desde el principio Dios enseñó e imprimió en el pueblo de Israel la necesidad de un sustituto por el pecado del pueblo (Lev.9). Esa lección sobre el sustituto, la aprendió anticipadamente el propio Abrahan, quedando como tipo de Cristo el carnero que fue sacrificado en lugar de su hijo Isaac. (Gé.22.13-17).




  • aConfirmado por el Espíritu Santo



De ahí que los autores del Nuevo Testamento se ocuparan de confirmar de manera bien patente esa verdad esencial atribuyendo al Espíritu Santo la inspiración de la historia del pueblo de Israel en el desierto (Hb.3.5-19; 4.1-7); pero también en relación con la promulgación de los pactos (Hb.8.8-10; 10.15-17); y en relación con la construcción del tabernáculo/templo y todo cuanto contenía y allí se hacía (Hb.9.1-9). Todo lo cual se refiere a lo que conocemos como “tipología” que no es algo inventado por intérpretes y predicadores modernos, sino que como leemos en el Nuevo Testamento era “figura y sombra de las cosas que habrían de venir” y que tendrían su fiel cumplimiento en y por Cristo Jesús (Col.2.16-17; Hb.8.5; 9.9,23).



Por tanto, resulta increible que Jesús dijera: “nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos” (J.4.22) y que a la vez desaprobara las leyes de los sacrificios, y las distintas formas en las cuales Dios habló al pueblo por medio de los “tipos” y “figuras” como régimen preparatorio, y por tanto temporal, de cara a la venida del que había de cumplir todo lo anunciado anteriormente. (Hb.9.8-11)




  • bConfirmado por Juan el Bautista



Ahora bien, como ya hemos dicho, todo cuanto tenemos en el A. Testamento referente a los sacrificios, tenía un propósito didáctico para el pueblo de Israel y una finalidad que apuntaba a Jesús, el Mesías. De ahí que si Juan el Bautista –en palabras de Jesús- era “el más grande de los profetas” (Mt.11.9-11) entonces, él dio una de las más grandes profecías respecto de Jesús, el Mesías, cuando dijo: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (J.1.29,36).



No nos cabe duda hacia dónde apuntaban las palabras del Bautista ya que él mismo señaló a Jesús. Pero la designación como “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” también apuntaba al carácter redentor de su obra anunciada de antemano. Ciertamente Juan el Batuista estaba señalando proféticamente a Jesús como nuestro Sustituto que, como los corderos que se sacrificaban en el Tabernáculo/Templo en el pueblo de Israel, así Jesús moriría como un Cordero/sustituto por los pecadores del mundo. Lo que en el Antiguo Testamento había sido un régimen preparatorio y toda una serie de lecciones anticipadas para el pueblo de Israel, ahora se cumplía en la persona de Jesús, el Hijo de Dios. Ahora los seres humanos caídos podíamos ser perdonados y limpiados de nuestros pecados por el sacrificio expiatorio de Jesús; por su sacrificio redentor podíamos ser libertados del mal y de toda esclavitud; y por su sacrificio propiciatorio obtendríamos el favor de Dios (2ªCo.5.18-21; 1ªP.1.18-19; 3.18) “siendo –además- justificados –declarados justos- gratuitamente, por medio de su gracia mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Ro.3.22-25; 5.1-2) nuestro Sustituto. Porque “Sin derramamiento de sangre –entrega de la vida- no se hace remisión –de pecados” (Heb.9.22). De ahí la necesidad de que “El justo –se entregara- por los injustos, para llevarnos a Dios” (1ªP.3.18) y que “al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2ªCo.5.21). Dicho de otra manera: Sin el sacrificio de Cristo Jesús no podía haber salvación, dado que el término Salvación engloba cada uno de los demás términos que hemos mencionado en esta exposición. Y eso, por mucho que repugne la idea del sacrificio y de “la sangre derramada” a muchos teólogos modernos.



3- La salvación está asociada a la resurrección de Jesús de los muertos



Luego, es imposible tratar el tema de la salvación que es en Cristo Jesús sin considerar el tema de su resurrección de los muertos. Sin resurrección de los muertos todo cuanto hemos dicho y todo cuanto se pueda decir relacionado con la salvación, no tendría ningún valor. Porque el hecho de la resurrección de Jesús valida el testimonio de toda la Biblia respecto de su obra redentora y salvífica. Además, la resurrección de Jesús hace posible la venida del Espíritu Santo y que la obra de Dios en Cristo Jesús se efectue con eficacia en los creyentes a lo largo de toda la historia. Sin embargo era necesario enfatizar los aspectos mencionados relacionados con la salvación por medio de la muerte redentora de Jesús, dado que teólogos modernos niegan el carácter redentor y expiatorio de la misma. Ellos dicen que para salvarnos Dios no necesita de ningún sacrificio ni ningún derramamiento de sangre. Él es suficientemente poderoso para salvarnos, sin necesidad de todo eso. Pero la historia bíblica sobre el carácter de la obra redentora de Jesús, es del todo coherente; y además, tozuda. Por tanto, allí donde los hombres estaban convencidos de que habían dado muerte a un malhechor, con la resurrección de Jesús Dios le vindicó validando su sacrificio redentor y expiatorio y, además, por medio de su resurrección “Dios le ha exaltado como Señor y Cristo” sobre todos (Hch.2.36 con J.16.7-14).



Conclusión



Concluimos y al llegar a este punto recordamos nuevamente las palabras que Jesús dijo a la mujer samaritana: “Porque la salvación viene de los judíos” (J.4.22). Y la idea planteada es que la salvación no la lleva a cabo Dios aparte de lo que Él mismo ya había dispuesto desde la eternidad (1ªP.1.18-20) y manifestado a través del pueblo de Israel, por medio de un sistema de “tipos” y “figuras” que anticipaban el sacrificio de JesuCristo, tal y como hemos visto. Queda “bastante bien” afirmar que “Dios no iba a demandar la muerte de animales – ¡y mucho menos la de su propio Hijo! – para satisfacerse a sí mismo”. Pero ese es un intento de negar que “la paga del pecado es la muerte” del pecador. Una muerte no solo física sino también eterna (Gén.2.17; Ro.5.12; 6.23); y que a menos que otro ocupe el lugar del pecador –nuestro lugar- no hay posibilidad de salvación. Por eso, y para eso, Dios envió a su Hijo, con la finalidad de que fuera, Él mismo, nuestro Sustituto que llevaría sobre sí mismo el pecado de todos nosotros, tal y cómo ya hemos dicho (2ªCo.6.21; Is.53).



La muerte del Señor Jesús, por tanto, es de naturaleza redentora, expiatoria y propiciatoria, con todo cuanto se deriva de ella. Ignorar esa múltiple realidad es negar el testimonio de la Biblia al completo y una ofensa a Dios quien lo ordenó de esa manera, y a su Hijo a quién envió con ese gran propósito de vida. Por tanto, al afirmar que “La salvación viene de los judíos”, estamos afirmando que esa no es una salvación hecha a nuestra medida y conveniencia, sino tal y cómo aparece en las Sagradas Escrituras inspiradas por el Espíritu Santo y avaladas por el Señor Jesucristo y sus apóstoles.



 



Notas 




i Para aclarar esto, mejor ver el artículo anterior donde se da la explicación pertinente.





ii El sacrificio de seres humanos se ve en casi todas las culturas antiguas como China, Celta, Cartagineses, el Antigüo Hawai, la Azteca, los Incas, etc., lo cual pone de manifiesto la universalidad del sacrificio de víctimas para agradar a Dios; aunque en el caso del paganismo degeneró tanto en relación con la divinidad, como con las víctimas a ofrecer a sus falsos dioses. 



 

 


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COMENTARIOS

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Alfredo
14/09/2023
16:50 h
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Estimado Ángel, la salvación no sólo está asociada a la Resurrección de Jesus.Pablo enseña que somos justificados por su Resurrección ( Rom.4:25);el salvo ha sido vivificado (Ef.2:5). La doble imputación contradice a la Biblia: "Absolver al culpable y condenar al justo son dos cosas que odia el Señor" Prov.17:15. Antes de perdonar nos vivifica. Hch 26:20 no cuadra con mera imputación.
 



 
 
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