El consumo loco como contracultura bíblica

Los cristianos no lo tienen fácil en el mundo de hoy. El loco consumo los envuelve y confunde. Es cierto que nunca lo hemos tenido fácil, pero puede que sea el momento de la historia del cristianismo en el que más estamos aceptando valores en contracultura con la propia Biblia que decimos leer y seguir. Las sociedades de consumo arrasan la solidaridad humana y el concepto de projimidad.

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Parece que los cristianos no tenemos la suficiente resistencia espiritual ante el consumo loco y desmedido que nos atrae en esas parcelas consumistas del mundo rico que se pueden dar incluso en el seno de los países más pobres. Siempre hay unos cuantos necios enriquecidos que muestran su voracidad consumista. Esto, para los que vivimos en medio de lo que se puede llamar el Norte Rico se constituye como una trampa de Satanás para echarnos en brazos del dios de las riquezas.

La fuerza del consumo loco. No tenemos la suficiente resistencia espiritual, psicológica ni social para aguantar y resistir los macabros estímulos que nos llevan a aceptar el consumo desmedido y valores como la riqueza como prestigio, el mercantilismo insolidario aunque sea a costa de los más débiles, las ganancias como objetivo deseable, la búsqueda del placer inmediato y sin esperas, así como la escalada social aunque tengamos que poner nuestros pies sobre las apaleadas espaldas de los más débiles, pobres y excluidos. La locura del consumo.

Consumo desquiciado. Así, en nuestro mundo y en muchos aspectos, debido a esa locura, vivimos de forma muy similar a los que no tienen esperanza. Una pena, una tristeza, una disfunción de la vivencia de nuestra espiritualidad cristiana, una falta de ejemplo, una falta de estilos de vida acordes con el Evangelio.

Parece irremediable vivir en medio de esta contracultura bíblica y alejados de los valores del Reino. Se necesitaría un rotundo cambio de valores, sacando a la palestra del mundo los valores bíblicos, los valores que irrumpen en nuestra historia con la llegada de Jesús al mundo.

Consumismo demente. Yo creo que, por culpa de esa locura, de esa fiebre consumista, incluso nuestras oraciones, nuestras peticiones y ruegos, están moldeadas por los valores del mundo que son escándalo y necedad ante el Evangelio.

Se da un trastoque de valores. Los cristianos pueden caer en el apreciar mucho más el tener y el poseer que el ser. Por eso, amar lo productico y el llenar almacenes si podemos al estilo de la parábola del rico necio, aunque sean en formas de cuentas corrientes o letras del tesoro, sigue siendo actual, y muchas de nuestras peticiones a Dios van en la línea del tener, del poseer, de pedir sanidad y bendiciones económicas.

Peticiones moldeadas por la mentalidad consumista. Así, a pesar de nuestros devocionales, asistencias a los cultos, ofrendas y fiestas solemnes, nos podemos convertir en cristianos consumistas y mercantilistas. Nos cuesta trabajo aceptar las enseñanzas de Jesús acerca de que “la vida del hombre no cosiste en la abundancia de los bienes que se poseen”.

Hay que dar la espalda a las ofertas de las locas sociedades de consumo y concienciar a muchos cristianos para que trabajaran por una economía sostenible, aunque se tuvieran que conformar con lo simplemente esencial y necesario para vivir dignamente en el clamor del “pan nuestro de cada día dánoslo hoy”.

Con las locas influencias del consumo y el mercantilismo también nos dejamos dominar por las ideas mundanas de éxito, de apariencias, de bendiciones económicas en muchos casos insolidarias y que para nada se comparten con los excluidos del sistema. Nos dejamos llevar por el disfrute, lo fastuoso y, si podemos, el lujo innecesario. Estas no son precisamente las líneas del Evangelio, ni de las prioridades de Jesús, ni de los valores del Reino.

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Deberíamos volver a las fuentes del cristianismo y simplemente comenzar a pensar en buscar la justicia de Dios, los valores de su reino y confiar en que aquello que necesitamos para vivir es simplemente una añadidura alejada de las ansias del tener. “No caigáis en ansiosa inquietud” en estos temas consumistas y mercantilistas, nos dirá la Biblia. “Considerad lirios del campo y las aves del cielo”.

Aprendamos a confiar en el Señor, no caigamos en ansiedad, ni en la búsqueda de las apariencias o falsas reputaciones. No sea que estos bienes nos lleguen a pesar tanto que, como al joven rico, nos impida el seguimiento del Maestro y el consumo loco se nos convierta en un lastre que nos arrastre a la pérdida de los auténticos valores.