El tweet de Dios sobre los corruptores de menores

Una de las funciones primordiales que los padres han tenido siempre ha sido la de velar por sus hijos, no sólo en el sentido material sino también en el moral. En la antigua Grecia existió la figura del pedagogo, el esclavo de confianza a quien el señor de la casa le encomendaba la tarea de vigilar al heredero cuando era niño, de saber adónde iba, con quién se juntaba y qué hacía, a fin de que no se convirtiera en un depravado que, llegado el momento, dilapidara toda la hacienda y fuera motivo de deshonra y vergüenza. Llama la atención el hecho de que el padre delegara en otro esa tarea, habida cuenta de la importancia que tenía, pero es factible que como solamente los ricos podían tener esclavos y los ricos estaban muy ocupados en sus asuntos y negocios, que se permitieran esta licencia que otros no podían permitirse.

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Hoy hay también una delegación de la educación de los niños, con la diferencia de que no la ejercen solamente los ricos, sino casi todos los padres en general, siendo el pedagogo al que tantos padres han entregado la educación de sus hijos no un esclavo, sino un amo que los instruye y domina, hasta el punto de haberlos convertido en sus esclavos. Con este pedagogo pueden perder todo el tiempo en necedades, aprender toda clase de perversidades, ser iniciados en las villanías más detestables y llegar a doctorarse en las ideas y prácticas más abominables que se puedan imaginar. Como pasan horas y horas al día en su compañía, este pedagogo nunca se cansa de abrirles la puerta a nuevas fronteras de maldad, llenando sus mentes y corazones de semillas venenosas que matarán cualquier buena semilla que quiera competir con ellas.

Aquel genio de la lámpara concedió solamente tres deseos a Aladino, pero este pedagogo concede todos los deseos que en el campo virtual se quieran pedir, no poniendo limitación ninguna. Como no ejerce ningún tipo de control, ni conoce lo que es la discriminación entre lo bueno y lo malo, los que están bajo el dominio de este pedagogo pueden fácilmente ser corrompidos, hasta el punto de que se le puede denominar el mayor corruptor de menores que nunca haya habido. Desde siempre, los corruptores de menores han sido perseguidos por la ley, pero he aquí que ha surgido uno que los sobrepasa a todos y que no sólo no es perseguido sino que es dado como regalo de cumpleaños al iniciarse el uso de razón e incluso antes, de modo que los niños aprenden sus artes y conocen pronto sus inmensas posibilidades de corrupción.

El padre de la Grecia clásica encomendó al pedagogo que ejerciera de censor sobre su hijo, sobre el supuesto de que tenía autoridad moral para hacer tal encomienda; pero el padre moderno, que está él mismo dominado por el poder de este nuevo amo, no tiene autoridad moral ninguna para prohibir o censurar lo que el niño recibe. Y así es como a una débil y tierna criatura de pocos años se le enseña que puede escoger lo que quiere ser, si niño o niña según su elección, independientemente de su sexo, o que puede escoger su tendencia sexual hacia los de su mismo sexo o los del otro, de acuerdo a la enseñanza que los actuales corruptores de menores están difundiendo. 

Y es que para la corrupción de menores actual hay una conjunción de poderes, que son el ideológico y el tecnológico,  que, avasalladores y crecidos por el poder que tienen, están destruyendo la fibra moral de la generación que emerge, para convertirlos en seres engañados por engañadores. ¿Dónde están los padres que se opongan a esta perversión? ¿Dónde los legisladores que combatan esta desviación? ¿Dónde los gobernantes que denuncien esta aberración? ¿Dónde los jueces que sentencien contra tal falsedad? ¿Quién defenderá a la nueva generación?

Anteriormente los corruptores de menores eran perseguidos; hoy quienes osen acusar a los corruptores, serán perseguidos. Hasta tal punto se ha trastornado el orden de cosas. Antes los corruptores de menores eran exclusivamente gente de la peor calaña; ahora llegan a los más altos puestos del poder.

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Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘Hijo mío, si los pecadores te quisieren engañar, no consientas.’ (Proverbios 1:10). El texto presenta la figura de un padre responsable, preocupado seriamente por su hijo, que todavía no ha llegado a la etapa adulta, probablemente siendo menor de edad. Este padre alecciona personalmente a su hijo, no dejando en manos de sustitutos esa crucial labor. La manera en la que se dirige al hijo no deja lugar a dudas en cuanto al amor que lo mueve. Pero además está la claridad de palabras que emplea para describir el peligro que se cierne sobre el muchacho, cuando menciona a los pecadores, esto es, a los que han hecho de la transgresión su todo, o cuando señala la siniestra intención que tienen, que es la de engañarle. Al hablarle así, le está abriendo los ojos a una realidad amenazante, de la que ha de cuidarse, apelando a su voluntad para no ceder ante el fraude.

Es hora de reaccionar, antes de que sea tarde, para salvar de la destrucción a las generaciones que vienen, víctimas de una perniciosa confabulación. Los padres que quieran ejercer de tales tienen un papel crucial en esto.