Hay veces que, ante la ausencia de mesones abiertos y acogedores, tienen que meterse papeles de periódicos u otros similares debajo de sus ropas para evitar helarse.
Los mesones del mundo estarán cerrados para muchos en estas fechas navideñas. Muchos han tenido que construir mesones de papel que os voy a narrar. El cambio climático parece que nos trae años cada vez más cálidos, pero ha llegado el frío. Éste siempre vuelve. En estas épocas navideñas es posible que haga en nuestro país mucho frío, fuertes heladas, abundante nieve. ¿Por qué están cerrados tantos mesones de la vida que deberían dar acogida al transeúnte? ¿Es por la insolidaridad humana que se muestra incluso en Navidad? ¿Por qué hay que construirse mesones de papel?
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Se podría decir que son fechas en las que los mesones deberían estar abiertos para todos, que nadie debería dormir en las calles, entre cartones, refugiados en chopanos o recovecos que, a veces, son un tanto inmundos, sucios y carentes de higiene. En esos refugios que se buscan ante la cerrazón de los mesones de la vida, puede ser que el aire frío que cale hasta los huesos. Pues bien, estos son los mesones de papel: hay veces que, ante la ausencia de mesones abiertos y acogedores, tienen que meterse papeles de periódicos u otros similares debajo de sus ropas para evitar helarse, evitar las tiriteras que les acechan. Envolverse entre cartones. Mesones de papel. Tristes mesones.
Pues bien, desgraciadamente, a las imágenes bucólicas de la Navidad, al exceso de luces y adornos de los árboles navideños de muchas plazas en los pueblos y ciudades de España, habría que añadir los mesones de papel, estas tristes imágenes de los pobres de la tierra envueltos entre papeles y cartones en tiempos de las frías navidades de España. Así, incluso en Vigo, con sus millones de luces alumbrando la Navidad y los curiosos que van a verlas, habrá como contrapartida diabólica muchos pobres refugiados en los recovecos urbanos que les puedan evitar algo de frío. Mesones de papel. Estos son los contrastes de la vida, los contrastes de la Navidad en un mundo desigual e injusto.
A ellos no hay que darles lecciones de que no hagan mucho gasto energético, ni que pongan las calefacciones a baja potencia. El papel lo recogen de los contenedores, al igual que los cartones. Son los excluidos de la energía, de los alimentos necesarios, de los bienes del planeta tierra. Quizás estén llamando a las puertas de los mesones de la vida, dando golpes desesperados para ver si se les abre alguna rendija de entrada, pero no encontrarán respuesta. Los mesones de la vida están cerrados para ellos. Quizás nadie les comprende, nadie los recuerda, pero hay alguien que nació en un pesebre porque no hubo lugar para él en el mesón. Hoy, los pobres de la tierra se refugian en mesones de papel.
Lo que hay para muchos son mesones estancos, aunque detrás de sus puertas haya personas que dicen seguir al Maestro y, quizás, mirando al cielo se olvidan de los tristes mesones de papel. No critico nada, sino que pienso que dos mil años de cristianismo no han cambiado al mundo a la medida de los valores bíblicos, de los valores del Reino que irrumpen en nuestra historia con la llegada de Jesús el mundo. Quizás no tenemos ni las fuerzas ni el compromiso suficiente para transformar las estructuras de pecado y de maldad. Quizás no entendemos a los pobres, pero nadie nos entiende tampoco a nosotros ante este paradigma humano.
¿Cómo este Jesús que nació pobre no va a entender a los desheredados de la tierra, a los refugiados en mesones de papel? Quizás este Jesús Dios esté esta Navidad más cerca de las penumbras de los sufrientes del mundo, que de las luces de los enormes y artificiales árboles navideños que se montan en las grandes y lujosas plazas urbanas. Esto se puede ver así porque en el mundo hay una tragedia, un escándalo humano causado por el egoísmo y la insolidaridad del hombre contra sus coetáneos más débiles. Donde ellos están, no llegará ni Papá Noel ni, quizás, ninguna mano misericordiosa que se les acerque en el nombre del recién Dios nacido hombre, pero seguro que no son los abandonados de Dios.
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Los mesones están cerrados después de dos mil años de cristianismo. Quizás el ruido navideño, los villancicos y otras melodías que nos recuerdan que es Navidad, lleguen a sus oídos como melodías tristes, como recuerdos de algún otro tiempo en el que estuvieron más integrados en la sociedad, como añoranza de un hogar o de una familia estable… quizás una lágrima, un rostro triste y el deseo de dormir, aunque la noche, llamada Nochebuena, no puedan conciliar el sueño y las ideas les den vueltas y vueltas en su cerebro hasta acabar con dolor de cabeza. Sinfonías tristes son para ellos las músicas navideñas, tiempos en los que se da la vuelta al hogar, tiempo de familia, tiempo de abrazos ante mesas bien puestas y colmadas de todo tipo de bien culinario. Hoy, desgraciadamente, son mesones de papel.
Los cristianos en esta Navidad deberían trabajar por el rescate de aquellos que no tienen casa, por los llamados “sin techo”, por el llamado “sinhogarismo”. Y, en buena lid, no nos deberíamos limitar a trabajar por la justicia y la práctica de la misericordia solamente en Navidad. Debería ser una práctica de vida y de prioridades para los seguidores del Maestro. Deberíamos destrozar y aniquilar la frase: “No hay lugar para ellos en el mesón”. Que empatizáramos con ellos de tal forma que nosotros tampoco estuviéramos tranquilos en nuestras casas y sintiéramos en nuestras mentes y en nuestros corazones una llamada a la búsqueda de justicia y a comprometernos viviendo la espiritualidad cristiana que nos enseñó Jesús mismo. ¡Señor, cuida de los pobres en esta Navidad! ¡Comprométenos! ¡Ayúdanos a abrir mesones de acogida en la tierra para que nadie se quede fuera! ¡Que se acaben los mesones de papel!
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