Política y crisis de valores

Si analizamos los partidos políticos, estén en el gobierno o en la oposición, seguro que llegaríamos a la conclusión de que, en la política, en la gobernanza y en el deseo de poder, hay una gran crisis de valores, ya sea de valores éticos, humanitarios o religiosos. Así, no cabe duda que la política, los partidos políticos de turno y los que hacen política ya en su ámbito personal, necesitan un rearme moral, una concienciación ética que les sitúe por encima de los fracasos y veleidades del poder, ya sea este político, económico, social o religioso. 

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¡Qué diferente sería la política en España con este rearme de valores éticos, morales y religiosos! No habría tanta tensión y su acción política sería mucho más humanitaria y pensando en los débiles de nuestras sociedades en los que hay tantos sufrientes y empobrecidos por un sistema presa de egoísmos, insolidaridades y luchas por el poder que, en muchos casos, buscan beneficios de partidos o beneficios propios. La política que carece de los auténticos valores sociales y solidarios con el hombre que sufre, termina convirtiéndose en negocios sucios, aprovechamiento de un mercado que deja tirados a los más desfavorecidos y búsqueda de un prestigio que se consigue trepando sobre los apaleados del sistema injusto.

Una democracia que carezca de lo que hemos llamado rearme moral no puede ser nunca una auténtica democracia en donde haya auténticos ciudadanos y no súbditos del sistema opresor. Hoy, las crisis de las democracias pueden estar codeándose con crisis de civilización que hace retroceder a lo conseguido en nuestra historia actual.

Pregunta: ¿tienen algo que decir o que hacer los cristianos en estas coyunturas de crisis de valores tanto en la política, como en la economía como en el campo de lo social? ¿Podemos coadyuvar a que haya un rearme de valores en este mundo en crisis? ¿Cómo trabajamos para expandir por el mundo los valores del Reino? ¿Qué hacemos para que la acción política pueda encontrar cauces éticos y morales impregnados de los valores en los que los cristianos creemos y que tenemos que hacer presentes en nuestra historia a través del seguimiento del Maestro?

Seguro que tantos y tantos creyentes en el mundo podrían incidir en la gestión política y económica, aún sin que fueran agentes políticos directos de los partidos políticos de turno. Recordad: tenemos unos valores que son contracultura con los valores marginantes e insolidarios de muchas de las políticas activas en los gobiernos y en los partidos de la oposición en nuestro aquí y nuestro ahora. Nuestros valores pueden evitar que se llegue a auténticas crisis de civilización como las que pueden llegar a ser en la tierra, en nuestras sociedades.

Hay mucho de perverso en los sistemas políticos y, por tanto, necesitan de voces que clamen por la asunción de nuevos valores. La voz, la palabra, las prioridades del creyente y sus sistemas de vida santos, podrían ser un ejemplo siendo, como somos, tantos millones de creyentes en el mundo. Lo que pasa es que, en muchos casos, nuestra luz puede estar apagada y metemos nuestros valores bíblicos, los valores del Reino, debajo de un almud, como dice la Biblia, en el baúl de los recuerdos que lo tenemos cerrado a cal ya canto. 

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No trabajamos esos valores y, en muchos casos, somos contagiados por los valores antibíblicos como el racismo o la xenofobia, el soberanismo, el ver como digno de imitar y como prestigioso la acumulación de riquezas, el dar la espalda al grito de los pobres y sufrientes de la historia, el no practicar para nada la denuncia profética y, peor aún, no buscar justicia ni misericordia para con el prójimo. Así es imposible impregnar al mundo con los valores bíblicos. ¡Despertemos, creyentes del mundo! Asumamos mayores compromisos. Creer, tener fe, ya implica un gran compromiso con Dios y con el hombre. Si realmente crees, si tienes fe, estás comprometido. Estamos comprometidos con Dios, con el mundo, con el prójimo y, por tanto, nada humano nos es ajeno. Ni la política, ni la economía, ni el gran escándalo de la pobreza, ni el abuso de los débiles ni las gestiones políticas que carecen de ese rearme de valores que el mundo necesita.