Como Lope de Vega, de quien fue contemporáneo y poco amigo, más bien rival, el autor de El Quijote, la mejor novela del mundo, también vivió y escribió entre dos siglos: El XVI, cuando nació, y principio del XVII, cuando desnació.

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En Madrid, Cervantes era un lector muy curioso. Leía mucho, incluso papeles que encontraba por la calle. Con 22 años se fue a Italia. Se alistó como soldado en la marina y participó en la batalla de Lepanto a bordo de la galera La Marquesa. Fue herido de arcabuz en el pecho y en la mano izquierda, que le quedó inútil. Curado de sus heridas, en 1575 zarpó de Nápoles hacia España en la goleta Sol. Atacada por tres naves berberiscas fue llevado cautivo a Argel. El cautiverio en tierras africanas duró cinco años, hasta que fue rescatado por monjes de la Orden Trinitaria. Vuelto a España comenzó para Cervantes un periodo de penurias y sufrimientos. No obtuvo ningún puesto importante, como era de esperar de su abultada biografía. A los 37 años contrajo matrimonio con Catalina Salazar y Palacios, hidalga de 19 años. Sufrió breves periodos de encarcelamientos en Sevilla y Valladolid injustamente. Dedicado por entero a la literatura su primera obra fue La Galatea. En 1605 apareció en Madrid la primera parte de El Quijote y en 1615 la segunda. Ese mismo año, cuatro días antes de morir, dedicó al Conde de Lemos su última obra, Los trabajos de Pérsiles y Segismunda. Además de El Quijote, Cervantes compuso una importante obra literaria consistente en comedias, entremeses, las novelas ejemplares y otros buenos libros.

El 23 de abril de 1616 el genio devolvió el alma a su legítimo dueño: El Gran “Yo soy”.

Redondillas al hábito de Fray Pedro de Padilla

Hoy el famoso Padilla

con las muestras de su celo

causa contento en el cielo

y en la tierra maravilla,

porque, llevado del cebo

de amor, temor y consejo,

se despoja el hombre viejo

para vestirse de nuevo.

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Cual prudente sierpe ha sido,

pues, con nuevo corazón,

en la piedra de Simón

se deja el viejo vestido,

y esta mudanza que hace

lleva tan cierto compás

que en ella asiste lo más

de cuanto a Dios satisface.

Con las obras y la fe

hoy para el cielo se embarca

en mejor jarciada barca

que la que libró a Noé;

y, para hacer tal pasaje,

ha muchos años que ha hecho,

con sano y cristiano pecho,

cristiano matalotaje,

y no teme el mal tempero

ni anegarse en el profundo

porque en el mar de este mundo

es práctico marinero.

Para alcanzar el trofeo

de estas santas profecías,

tendréis el carro de Elías

con el manto de Eliseo,

y, ardiendo en amor divino,

donde nuestro bien se fragua,

apartando el manto al agua,

por el fuego haréis camino;

porque el voto de humildad

promete segura alteza

y castidad y pobreza,

bienes de divinidad,

y así los cielos serenos

verán, cuando acabarás,

un cortesano allá más

y en la tierra un sabio menos.