El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
La Biblia concibe la burla como crueldad contra personas inocentes.
Tan tonto como lo creía el eclesiástico no era Don Quijote.
Atendiendo a la opinión de Torrente Ballester, para quien el discurso de Don Quijote «es una de las mejores piezas de la novela», no quiero privar de ella al lector.
“¡Don tonto! ¡Don tonto!, se lamenta Unamuno. ¡Y cómo te viste tratar, mi loco sublime, por aquél grave varón, cifra y compendio de la verdadera tontería humana!”.
La burla es el juego de los pequeños cerebros.
Nada ni nadie quitaba a Don Quijote su convicción del encantamiento. Pero un loco no coordina las ideas con tanta perfección, sean equivocadas o ciertas.
Se cuenta el acometimiento de Don Quijote contra las figuras del retablo.
La inteligencia fue concedida al ser humano para dudar.
Uno de los mayores especialistas del Quijote, Diego Clemencín, dice al comentar el Quijote que la historia del rebuzno fue una bufonada de Cervantes.
El amor es un cocodrilo siempre al acecho en el río de la vida. Tiene el color del cielo, pero también los dolores del infierno.
Unamuno atribuye la salvación de Don Quijote de las garras del león a una intervención divina.
La poesía bíblica no se distingue por la rima. Es una poesía basada en la idea, en el acento rítmico y en el paralelismo.
De disfraces iba el tema.
Si Dios tuviera que matar hoy a los que mienten, las ciudades quedarían vacías de habitantes.
Toda la primera parte de la Biblia contiene casos de antropomorfismo.
Cuando Cervantes alude en el capítulo 47 a un carro de fuego, que lleva a su ocupante por los aires con extraña ligereza, tiene en la mente al arrebatamiento del profeta Elías.
Salomón escribe sobre la fuerza del amor humano como el que latía en el corazón de don Luis.
En el Nuevo Testamento existen cuatro epístolas escritas por el apóstol Pablo a los romanos, a los corintios y a los gálatas. Son conocidas como cartas de la cautividad.
Las letras de la Biblia cumplen las exigencias que pedía Aristóteles, contribuyen a la prosperidad espiritual de la persona y son un consuelo en la desgracia.
Según la Biblia, el que duda es como «la arena del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra» (Santiago 1:6).
Los numerosos nombres para indicar las varias edades del niño atestiguan el interés de la Biblia por los pequeños. El Antiguo Testamento contiene numerosas enseñanzas respecto a los niños.
En el Nuevo Testamento, Juan el Bautista predica la penitencia como un viraje de vida completo.
Para la Biblia, el verdadero amor, el amor ideal, el amor del alma, es el que sólo desea la felicidad de la persona amada sin exigirle nada.
Muchos siglos antes de que Cervantes diera vida a Leandra, uno de los autores bíblicos se había referido a dos mujeres de gran belleza.
La Biblia añade que el agradecimiento consiste en un sentimiento en el fondo del corazón, una expresión de reconocimiento y un obsequio de compensación.
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