Los engañadores crecen en épocas de incertidumbre y peligro, porque es entonces cuando todos buscan respuestas y soluciones a situaciones que se han vuelto amenazantes.
El término engaño, tan prosaico, ha adquirido una nueva terminología más sofisticada y moderna, bajo el de fake news, si bien al final, como dice el dicho, aunque la mona se vista de seda mona se queda, por lo que el fake news actual es el engaño de toda la vida.
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De hecho, viene de muy atrás, tan atrás que la primera ocasión en la que aparece es en los albores de la humanidad, cuando el engañador por antonomasia retorció la palabra que Dios había dicho, en la cual establecía la libertad que el ser humano tenía y su limitación; una libertad que era muy amplia, porque todos los árboles estaban permitidos, y una limitación que era muy pequeña, porque solamente uno estaba vedado. Esa amplitud de libertad y esa pequeñez de limitación muestran la bondad de Dios hacia su criatura. Sin embargo, el engañador se las arregló para que la mujer fijara su atención en la limitación, pasando por alto la amplia libertad. Y de esa manera soltó la primera carga de profundidad dirigida a destruir la confiabilidad en el Creador, al atribuir motivos inconfesables y escondidos a la limitación impuesta por Dios. La segunda carga de profundidad, que fue ya el engaño descarado, consistió en negar resueltamente que lo que Dios había dicho, sobre las consecuencias de transgredir la prohibición, era verdad. No hay nada malo en tomar lo prohibido; al revés, hay mucho bueno en hacerlo y si no lo haces te estás perdiendo lo mejor.
Básicamente este argumento engañoso es el mismo que sigue funcionando hasta el día de hoy, cuando somos tentados a hacer lo que no debemos hacer, porque supuestamente lo que Dios ha vedado es precisamente lo superior. Luego, como la mujer, caemos en la cuenta de que hemos sido víctimas de una trampa y al igual que el pez que muerde el anzuelo para su perdición, así quedamos bajo sus consecuencias. La mala cabeza es la causa que nos lleva a meternos de cabeza en las redes del engaño.
Pero lo que sucedió al principio ha tenido su repercusión, porque al igual que un terremoto provoca sus ondas expansivas destructoras, así el engaño se ha multiplicado por doquier, hasta el punto de ser patrimonio de toda la humanidad, aunque un patrimonio no precisamente del que estar orgullosos. El engaño es la estratagema del mentiroso, al que recurre cada vez que lo necesita. Lo usa en el ámbito privado, pero también en la tribuna pública, en el terreno informal y también en el oficial, en el ambiente familiar y en el lejano.
Una de las señales de los últimos tiempos es la proliferación de engañadores, sobre los cuales Jesús nos advirtió solemnemente. Mensajes falsos, discursos embusteros, enseñanzas adulteradas y palabras mentirosas son la tónica que ya nos rodea. Ignoro cuánto falta para el regreso de Cristo a la tierra, pero al considerar las señales anunciadoras de ese regreso, es fácil constatar que una de ellas, el engaño, está presente en manera sobreabundante.
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Los engañadores crecen en épocas de incertidumbre y peligro, porque es entonces cuando todos buscan respuestas y soluciones a situaciones que se han vuelto amenazantes. También es en esos momentos cuando trastocan los cimientos y las columnas vertebrales que son las grandes verdades, para introducir falsos fundamentos definitorios que las sustituyan. Y así es como asistimos a un intento de rediseñar todo lo que tiene que ver con el origen y la constitución del ser humano, que los engañadores actuales quieren imponer. Tienen de su lado una ventaja inestimable, como es que el corazón es proclive al engaño y fuente del mismo, en el cual halla eco y hasta se deleita. Por tanto, no hace falta que hagan mucho esfuerzo para que sus propósitos tengan éxito. Sin embargo, se topan, y se toparán siempre, con una tenacidad invencible hacia el engaño.
Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘Seis cosas aborrece el Señor y aun siete abomina su alma: …La lengua mentirosa…’ (Proverbios 6:17). Las palabras aborrecimiento y abominación son bien expresivas del rechazo por parte de Dios hacia la palabra falsa. Aborrecimiento es sinónimo de odio, de odio santo, y abominación lo es de repugnancia. Son términos muy fuertes, que no admiten mitigación.
¿Por qué tal repudio? Por la esencia que caracteriza al engaño y que consiste básicamente en su capacidad para pervertir la naturaleza de las cosas. Porque lo que hace es presentar lo bueno como malo y lo malo como bueno, lo verdadero como falso y lo falso como verdadero, lo sublime como vil y lo vil como sublime. Pero no solamente pervierte la naturaleza de las cosas, también pervierte la condición de las personas, porque presenta al engañador como bienhechor y al veraz como perjudicador. El farsante es el honesto y el íntegro el falsario. La realidad al revés, es la gran falsificación del engaño y el engañador. No es extraño que provoque tal repulsa de Dios.
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