Ningún tipo de palabrería inactiva puede estar en el centro del Evangelio. Los que la practican están edificando su casa sobre la arena.
Jesús, viendo la situación de muchos religiosos hipócritas, da un consejo en forma de lamento: “No hagáis conforme a sus obras, porque dicen y no hacen”. El texto se completa o complementa en la línea de que estos que dicen, hablan, incluso oran o cantan alabanzas, pero que no actúan, que no tienen un compromiso con el mundo, éstos que son indiferentes al dolor de los hombres, se hunden en otras realidades religiosas, pero de simple ritual vano. Las obras de estos insolidarios inactivos que viven en el pecado de omisión, van en esta línea que no debemos de imitar nunca: “Aman los primeros asientos de las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas y que los hombres les llamen Rabí, Rabí…” Mateo. 23: 3 y 6-7.
Dicen, pero no hacen. Sobre todos éstos recae la dura crítica de Jesús, del Maestro que vivió en la sencillez del servicio. Por tanto, debemos de tener mucho cuidado de no imitarlos, de no seguir sus ejemplos. Hablan religiosamente, pero sin compromiso con el hombre, ni con el prójimo necesitado, ni con los apaleados de la tierra. No son hacedores de la Palabra: “Ponen cargas, pero ni con un dedo quieren moverlas”. No son coherentes. Religiosos de ritualismo vano.
Dicen, pero no hacen. Ningún tipo de palabrería inactiva puede estar en el centro del Evangelio. Los que la practican están edificando su casa sobre la arena. Son oidores o habladores, pero no hacen la Palabra, no la realizan a través del servicio en un mundo injusto y que despoja y margina a más de media humanidad. Han olvidado que la justicia, la misericordia y la fe viva y actuando a través del amor es la realidad fundante de la auténtica vivencia de la espiritualidad cristiana.
Contraste coherente: Dicen y, en consecuencia, hacen. Existen también los que dicen y, en consecuencia, hacen. Y es que hay un tipo de discurso en donde la palabra se une a la acción social evangelizadora. Son los que anuncian el Evangelio viviendo en coherencia con lo que predican. Son aquellos a los que, siguiendo estas sendas, les resulta inevitable entrar en líneas proféticas o evangélicas de denuncia de la opresión, de búsqueda de toda justicia social para con el prójimo, de protesta contra el despojo y el abuso de los poderosos contra los más débiles, de rechazo de los enriquecimientos ilícitos de los que ponen en sus mesas la escasez o el despojo de los pobres como dice la propia Biblia.
Dicen y hacen. Son los que protegen a los extranjeros en dificultad social y se ubican contra todo tipo de desprecio hacia ningún hombre, sea por raza, lengua, religión o condición social. Son valores evangélicos que hemos de practicar siguiendo las directrices del amor al prójimo que nos enseñó Jesús. En esos casos estamos siendo la voz profética de Dios a favor de los débiles del mundo, la voz de los sin voz, la palabra que el mundo necesita para ser más misericordioso y más justo. En el fondo, esos que usan la palabra como denuncia y búsqueda de toda justicia, quizás sean también los que están habilitados para ser hacedores de la Palabra, para ser las manos y los pies del Señor en medio de un mundo de dolor, los que siguen las prioridades y ejemplos de vida del Maestro.
Ahora, volvamos de nuevo al lamento: “Dicen, pero no hacen”. Son los preocupados por la religiosidad de palabrería vana que solo buscan los halagos y los primeros puestos en todos los sitios, sean de los templos u otros. Éstos no están habilitados para tener una fe viva que, como dice el apóstol Pablo, actúa u obra a través del amor. Son cristianos de nombre, de palabrería inactiva que de nada vale.
Una cosa curiosa es que este lamento que afirma que muchos dicen, pero no hacen y que no hacen realidad la Palabra en el mundo, no va dirigido como crítica a los ateos, o a los que públicamente rechazan la Palabra de Dios, sino a los religiosos que, en sus apariencias, parecen estar de cara al Evangelio de la gracia y de la misericordia de Dios. Son los sepulcros blanqueados por fuera, pero que su interior es hipocresía y podredumbre. Dicen, dicen, dicen y dicen palabras bonitas y que parecen espirituales, pero con su inactividad, con su pecado de omisión de la ayuda, con su falta de misericordia, servicio y acción cristiana, están negando todas esas palabras que pueden parecer bellas.
Dicen pero no hacen. Se equivocan. La Biblia nos dice, y el ejemplo de Jesús también, que creer es comprometerse con el mundo, con la lucha contra sus injusticias, con el servicio a los que sufren o nos necesitan, con ser manos tendidas de amor que llegan a hacer un mundo mejor y más abierto a recibir también la Palabra del Evangelio como invitación a una salvación eterna para siempre con el Maestro. Señor, que usemos la palabra y La Palabra, pero siendo siempre consecuentes y comprometidos con Dios y con el prójimo que nos necesite sin ser sordos a su grito ni a su clamor.
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