En alguna manera, no interesamos al mundo porque nuestra forma de vivir la vida cristiana nos hace aparentar una retirada del compromiso con el hombre.
Es verdad que si observamos nuestras sociedades o el mundo en general, vemos que hay multitudes de personas que dan la espalda al cristianismo, que no les interesa, que no ven en él ni en la vida de los cristianos ninguna utilidad. Yo creo que ya es hora de que los cristianos hagamos un alto en el camino y nos pongamos a analizar cuáles pueden ser las causas de este desinterés, de este querer ignorar lo que es el cristianismo y la auténtica vivencia de la espiritualidad cristiana.
¿Es que, quizás, el mundo hoy muestra un gran desinterés o pasa del cristianismo porque no observa una autenticidad y coherencia entre la doctrina, la vida y el compromiso cristiano para sentirse llamados a fijar su atención en esos grupos de gentes que se llaman creyentes? ¿Es que, acaso, no interesa el cristianismo porque nuestra influencia en el mundo va disminuyendo en lugar de ir creciendo en compromisos de servicio, denuncias de la opresión y el despojo de los pobres, mientras nos encerramos en las cuatro paredes de nuestros templos que, a veces, son considerados como algo privado para algunos integrados en esos grupos?
Quizás sea que, en alguna manera, no interesamos al mundo porque nuestra forma de vivir la vida cristiana nos hace aparentar una retirada del compromiso con el hombre, una huida de los focos de pobreza, un dar la espalda a los grandes problemas que son escándalos de la humanidad, como lo son el hambre en el mundo, las dos terceras partes de la humanidad en pobreza, los problemas de las migraciones, de los refugiados, el no saber vivir la interculturalidad, el no practicar de forma clara y comprometida la denuncia contra el racismo, contra la xenofobia y otros, con lo cual los ojos de la humanidad no se fijan en nosotros los creyentes, quizás porque no ven el compromiso de los cristianos ni qué es lo que tienen que ofrecer. Pasamos desapercibidos mientras nos reunimos en torno al ritual que, en algunos casos, puede ser vacío.
El cristianismo, para que no pase desapercibido y estemos en el centro del interés del hombre, no debe ir nunca en contra del disfrute del vivir, de la alegría del hecho de estar en el mundo, de la libertad de los hijos de Dios. A veces ven en el cristianismo una serie de prohibiciones, de normas que restringen libertades, listados de pecados que, aunque sacados de la propia Biblia, no sabemos comunicarlos y gestionarlos y, muchas veces, los exponemos como normas que oprimen la libertad y la alegría de la humanidad, queriendo dejar el disfrute de la vida para lo metahistórico, para la otra vida que nos espera en donde seremos libres y felices.
Otras veces nos minusvaloran porque ven en el cristianismo una especie de ética que nada tiene que ver con la amplia e importante ética cristiana que nos responsabiliza de cara al prójimo, sino que nos hace caer en una ética de cumplimientos del ritual en donde éste es más importante que el grito del hombre que sufre, del prójimo en necesidad. La ética del cumplimiento del ritual no está entre las prioridades del cristianismo. Son apariencias religiosas que, en algunos casos, pueden absorbernos y paralizarnos para la práctica de la projimidad.
Por otra parte, quizás falte en el cristianismo toda la faceta profética con la cual entroncó Jesús, dando mucha importancia y relevancia a la búsqueda de la justicia, a la práctica de la misericordia, a la denuncia del abuso de los poderosos, a la estructuración de una denuncia contra la opresión, el tener como objetivo el trabajar para que los colectivos marginados no sean abusados, ni los extranjeros, ni los pobres, ni los diferentes por cualquier causa. Estas facetas no se ven como si fueran un faro que animan a la gente a ver que el cristianismo es importante en la vida, que aporta soluciones y que, con su denuncia y su práctica de la misericordia y del servicio, puede cambiar las estructuras injustas de poder y de pecado que se han creado en el mundo, haciendo de él un mundo injusto y despiadado.
Pues sí, creo que muchas de estas causas y otras hacen que el cristianismo no interese hoy en el mundo, porque, desgraciadamente, estamos viviendo en muchos aspectos como los que no tienen esperanza, queremos disfrutar de posicionamientos cómodos y de goces insolidarios que no van a ninguna parte. Así, el cristianismo jamás se podrá ubicar en el centro del interés de las personas en un mundo cruel e injusto.
Señor, ayúdanos a que, con nuestro ejemplo, denuncia, compromiso y servicio, podamos atraer la atención de tantas y tantas personas que están en nuestro mundo como ovejas sin pastor y dando la espalda a la mayor fuerza liberadora que existe en la humanidad: el cristianismo y sus valores.
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