La historia personal y la historia de las naciones es claro ejemplo de esta verdad.
Que el campo tiene sus leyes es algo que saben bien los que trabajan en él, pues de la observancia de tales leyes depende que rinda o no. Una de tales leyes es que hay un tiempo para sembrar y otro para segar, siendo inmutables ambos tiempos, sin posibilidad de intercambiarlos, por lo que no es posible segar en invierno ni sembrar en verano. Otra ley incambiable es que de acuerdo a lo que se siembra así se siega, es decir, que según sea el género de la simiente así será el fruto. Es imposible sembrar trigo y esperar que salgan melones. Pero no solamente en cuanto al género de simiente rige esta ley, también en cuanto a la cantidad, porque si la siembra es escasa no podrá haber una siega abundante. Es de pura lógica todo esto y no hace falta ser un experto labrador para comprenderlo. Tales leyes vienen de muy atrás, desde el principio de la creación (Génesis 1:12) y desde el nuevo principio tras el diluvio (Génesis 8:22).
Pero de igual manera que sucede en el ámbito natural, también ocurre en la esfera moral, donde la ley del género de la semilla está establecida como una norma que nadie puede esquivar, burlar ni alterar. De acuerdo a lo malo o bueno que se siembre, así será bueno o malo lo que se recoja. La diferencia con el entorno natural es que mientras en éste los tiempos están fijados y son conocidos de antemano, en el mundo moral el tiempo de la cosecha o de la siega es desconocido para el que sembró; pero que sea desconocido no quiere decir que no vaya a producirse. De este desconocimiento y de la larga tardanza que, en ocasiones, hay entre siembra y siega surge la idea, para el que siembra lo malo, de que sus acciones no tendrán el pago que merecen y, por tanto, que puede impunemente seguir haciendo lo malo, porque, después de todo, nada le sucederá. De ese mismo desconocimiento y esa misma tardanza, puede surgir la idea, para el que hace lo bueno, de que en vano hace lo que hace, con el peligro subsiguiente de dejar de hacerlo. Hace falta perseverancia para continuar en el buen camino emprendido, para no perder la preciada recompensa.
Además, la ley de la siembra y la siega se aplica, en el ámbito moral, tanto en el plano particular como en el colectivo, por lo que rige en la vida personal de cada individuo y también en la comunitaria de una sociedad. De acuerdo a cómo cada cual haya sembrado, así será lo que personalmente recoja; pero también de acuerdo a cómo cada sociedad haya sembrado, así será lo que siegue en conjunto. La historia personal y la historia de las naciones es claro ejemplo de esta verdad.
Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘El que sembrare iniquidad, iniquidad segará, y la vara de su insolencia se quebrará.’ (Proverbios 22:8). El texto enseña la ley del género de la simiente entre siembra y siega, al establecer una secuencia y consecuencia entre lo primero y lo segundo. Aunque la traducción contiene la palabra iniquidad en las dos primeras partes del pasaje, como si fuera la misma palabra, en realidad no lo es, habiendo una diferencia entre las dos palabras originales empleadas. En la primera parte se emplea la palabra que puede traducirse por iniquidad, como se ha hecho, pero más apropiadamente por injusticia, en el sentido de lo que se desvía o aparta de lo que es recto y que actúa en contra de lo que es recto. Así pues, estamos ante alguien que, deliberadamente, se constituye en enemigo de lo justo y recto; pero no solamente eso, sino que también siembra lo injusto, es decir, lo prepara y lo difunde, para que su repercusión sea lo más amplia posible y llegue a cuantos más mejor.
Pero el pasaje continúa diciendo que el resultado de tal acción será segar lo mismo que se ha sembrado. Ahora bien, en principio pareciera que eso es precisamente lo que perseguía el que sembró lo que sembró, con lo cual recogería lo que se propuso y de esa manera tendría éxito. Mas la palabra que se ha traducido por iniquidad en la segunda parte del texto no es la misma que en la primera, sino que tiene la connotación de perturbación, calamidad y quebranto. De ese modo, el que siembra injusticia va a segar tribulación y desastre. Eso quiere decir que, lejos de conseguir sus objetivos, el resultado será trágico a más no poder.
Mas el tweet no se detiene ahí, sino que continúa afirmando algo más y es que la vara de su insolencia será quebrada. Vara de mando, o bastón de mando, es un elemento simbólico que, hasta el día de hoy, se emplea con fines protocolarios, para indicar que quien lo tiene, ostenta la autoridad. Es decir, el que aparece retratado en la cita sembrando la injusticia no es un cualquiera ni un don nadie, sino alguien que tiene poder, porque tiene la vara o el bastón, hasta el punto que la insolencia y la arrogancia saturan su personalidad. Sin embargo, el pasaje declara que ese poder o autoridad será quebrado, lo que es el colofón de la severa remuneración que recibirá.
En los tiempos actuales, cuando los sembradores de injusticia diseminan sus ideas y parece que se van a salir con la suya, qué bueno es acudir a la enseñanza de este tweet de Dios, que asegura su derrota total, lo cual significa el triunfo final de lo justo y lo recto. Alegría y confianza a raudales destilan la verdad que transmite este precioso texto.
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