Para ese extraño y maldito dios de las riquezas, no existe ni valora el ser. Está embotado en el mundo del tener.
Pueden existir religiones, dioses, paraísos en este mundo injusto y desigual que, dando la espalda al Dios de la vida que tiene al hombre como lugar sagrado y se preocupa de los más débiles y proscritos, montan sus templos con los despojos de muchos, los adornan con materiales de lujo y amplían sus almacenes ante la mirada de los abandonados de la historia. Es el caso del dios Mamón, el dios del dinero y de sus seguidores, montados sobre el capitalismo como “religión”, que tienen una escandalosa característica: Es un dios que ha abandonado al 80% de la humanidad.
El dios Mamón es el dios que abandona, que olvida, que saquea, que despoja, que roba dignidades y haciendas de los más débiles de la tierra que no pueden ni siquiera participar de los bienes que ésta produce. Mamón, al ser el dios de la riqueza, del lujo y de las acumulaciones, es a su vez, como contrapartida maldita, el satanás de los empobrecidos, el látigo de los humildes, el que intenta mantener al mundo en manos de ladrones.
Mamón, dios del abandono y del desojo de los empobrecidos, que no pobres, de la tierra, la gran boca que todo lo traga, los dientes malvados que todo lo consumen, el corazón avaro que todo lo guarda insolidariamente. El dios necio que embauca a muchos otros torpes del mundo que se ahogan dentro de su egoísmo humano, vomitando avaricias sin fin. Dios Mamón, el demonio de los empobrecidos de la tierra.
Para ese extraño y maldito dios de las riquezas, no existe ni valora el ser. Está embotado en el mundo del tener. Su pensamiento es el dinero, su corazón está humillado ante el oro que tampoco ha de perdurar para siempre. Necedad de un dios malvado, ladrón e inmisericorde que sabe embaucar a miles y miles de imitadores suyos que, desgraciadamente, muchas veces son admirados incluso por los cristianos del mundo. Para ellos, la solidaridad no existe y el reparto igualitario es como una broma de la que se burlan haciendo que se abulten sus ojos de codicia.
¿Es el capitalismo salvaje la religión que el dios Mamón expande por el mundo? ¿Tiene muchos seguidores? ¿Son los bancos y los grandes mercados sus templos de referencia en donde se alaba al dios dinero? ¿No se puede hacer nada para atajar esos necios desmanes? ¿No se puede conseguir en el mundo un reparto más igualitario que, al menos, elimine el hambre y la pobreza severa del mundo? ¿Nadie puede vencer al ejército mamonista? ¿No tienen los cristianos la voz, la capacidad de denuncia, la capacidad de acción solidaria y humana para intentar atacar a ese ejército del mal?
El gran premio del dios Mamón para sus seguidores, los acumuladores necios del mundo, es la participación del consumo desmedido de bienes. Les ofrece también la participación del libre mercado, del dios mercado y, de forma inmisericorde, sigue ahogando al 80% de la humanidad a los que ha abandonado como sobrante humano totalmente prescindible, salvo que les sirva para aumentar su capacidad de despojo y de muerte.
El dios Mamón también tiene su altar, sus sacerdotes, sus fieles que le ayudan a sacrificar en ese altar injusto y cruel a millones y millones de víctimas humanas, coetáneos nuestros que viven en la infravida y en el no ser de la exclusión económica y social.
La única felicidad que el dios Mamón, el dios del dinero, ofrece, es la de la acumulación, el ver almacenes y cuentas corrientes llenas, mientras que, en su estulticia, en su risa satánica e inmisericorde, ni siquiera disfrutan de la vida, porque el Maestro al que ellos no siguen, pero que es el Maestro divino nos dijo que “la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que se poseen”, pero ellos no lo entienden, su capacidad de razonamiento y percepción de la realidad está ahogada por el brillo del oro, del dinero, de los bienes que deberían pertenecer a todos eliminando la miseria del mundo. El mamonismo es una religión terrenal, socialmente injusta, eliminadora de vidas y que se revuelca en el cieno de lo absurdo.
Y lo curioso es que los cristianos tenemos los valores del Reino que irrumpen en nuestra historia con la venida de Jesús al mundo, pero que parecen ser valores que, desgraciadamente, los cristianos no ponemos a trabajar. Los escondemos o los encerramos dentro de las cuatro paredes de nuestros templos como talentos que no se trabajan, que se han dejado en el rincón más oscuro de nuestros templos.
Los valores del Reino, los valores bíblicos que son, en general, contracultura frente a los valores malditos que el mamonismo expande, deberían estar siendo trabajados por todos los cristianos del mundo, pues son valores tanto de anuncio de nuevas realidades, como de denuncia y como de búsqueda de la justicia contra toda opresión del hombre contra el hombre. ¡Señor, ayúdanos a trabajar nuestros valores y nuestros talentos, que no seamos siervos infieles y malditos!
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