El tweet de Dios sobre el incauto y el cauto

Algunas palabras tienen un significado uniforme, no habiendo la posibilidad de confundirse con ellas ni de encontrarle matices o variaciones; otras, en cambio, sí tienen significados diversos, en una amplia tonalidad que puede abarcar nociones no sólo distantes sino hasta contrarias. Por ejemplo, las palabras maldad o bondad son uniformes y no suscitan duda en cuanto a su naturaleza. Otra cosa es lo que se quiera incluir dentro de lo que es malo o es bueno, lo cual dependerá de muchos factores, pero en sí las nociones abstractas de maldad y bondad son perfectamente claras, en un homogéneo sentido que cada una tiene. 

Pero hay palabras que pueden querer decir una cosa u otra bien distinta porque son polivalentes, lo cual requiere una cuidadosa consideración para llegar a desentrañar su significado concreto en cada caso. Así ocurre con los vocablos simple y astuto. Por simple se puede entender lo sencillo, en lo que no hay mezcla y donde no hay recovecos ni disimulos. De hecho, en la teología medieval se reservó el término simplicidad para expresar el atributo esencial y primario de Dios, que lo distingue del resto de los seres, llegando a acuñarse el vocablo simplicísimo para designar, de manera absoluta y en grado superlativo, esa característica de Dios por la cual su naturaleza es pura por antonomasia, en la que nada es compuesto. Pero la palabra simple también puede significar lo que es insustancial y de esa manera es posible referirse a la simpleza del que es un simplón, alguien superficial, soso y vano. 

Algo semejante ocurre con la palabra astucia, que puede denotar sagacidad y sutileza, en el sentido de perspicacia y penetración, pero también puede significar artimaña y treta. En el primer significado se trata de algo recomendable, pues dada la cantidad de engaños y mentiras que hay en este mundo, es preciso ser cauto para no quedar atrapado en el anzuelo del ardid. En el segundo significado se trata de algo reprobable, porque envuelve la falsedad y la argucia para moverse por la vida, haciendo daño a otros.

Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘El simple todo lo cree; mas el avisado mira bien sus pasos.’ (Proverbios 14:15). El término simple en la Biblia tiene dos acepciones, siendo la mayoritaria la referida a los que son incautos, aunque en una ocasión al menos se refiere, de forma honrosa, al que es sencillo (Salmo 116:6). El incauto, dice el tweet, lo cree todo, literalmente cree toda palabra. Se trata de alguien que no pone filtros a lo que entra en su mente, por lo que fácilmente un mensaje perverso, pero con brillante ropaje, se cuela en su interior, haciendo allí su morada. Al no ejercer el discernimiento asume que lo que está recibiendo es magnífico, por la apariencia que tiene, aunque en realidad es algo destructivo. La tragedia del simple consiste en que es víctima asequible de todo tipo de error, no dándose cuenta de que se le está dando gato por liebre. Es evidente que si tal error es sobre una cuestión menor, la gravedad del engaño será mínima; pero si se trata de una cuestión mayor, esa gravedad será máxima, hasta el punto de que puede ser fatalmente trascendental.

Pero la segunda parte del tweet se refiere a otra persona bien distinta, a la que se ha traducido como avisado, esto es, cauto o astuto, en el buen sentido de la palabra. Es el que toma precauciones y examina las cosas antes de darles crédito. El que cuidadosamente considera su andar, para no dar pasos en falso, resbalar o desviarse del recto camino. El que compara y contrasta todo lo que oye con la norma infalible de la verdad. La prudencia y la reflexión son peculiaridades suyas, que le guardan y protegen de ser arrastrado por el señuelo de la mentira.

Hay un ejemplo de simple que dio crédito imprudentemente a lo que un desconocido le dijo. Fue la primera mujer, quien al escuchar las palabras ‘no moriréis’, las creyó. La simpleza de su actitud ante aquella mentira, fue el detonante de lo que vendría después, al contemplar el árbol y quedar encandilada por el mismo. Creer irreflexivamente puso en marcha el mecanismo que la llevó a la ruina. Y su marido la creyó atolondradamente a ella, en una actitud de simpleza semejante. Es destacable que a la serpiente se la califica como astuta, de modo que en esa escena están la simple creyendo crédulamente a quien es astuto y al simple haciendo caso desatinadamente de la simple. El resultado fue el que cabía esperar, aunque no el que la simple y el simple esperaban.

Jesús tomó los mejores significados de astuto y simple para enseñar a sus seguidores cómo debían moverse en este mundo, teniendo en cuenta que los enviaba como a ovejas en medio de lobos: ‘Sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas.’ (Mateo 10:16). ¡Qué equilibrio más admirable entre sensatez y sencillez! La primera característica, la prudencia, evita que la sencillez se convierta en descuidada simpleza; la segunda característica, la sencillez, evita que la prudencia se convierta en malvada astucia. No es extraño que no haya quien iguale como Maestro al autor de esa declaración, ni nadie que se le parezca ni siquiera de lejos, pues aunque palabras similares se ponen en labios de maestros judíos en el Talmud aplicadas a Israel, son calcos posteriores en varios siglos de las que pronunciara dicho Maestro.