La responsabilidad por los asuntos decididos es común a todos, tratándose de una unidad en la responsabilidad que converge en el presidente del gobierno.
Uno de los principios elementales por los que se rige cualquier consejo de ministros de un gobierno, es que las resoluciones adoptadas en sus reuniones son colegiadas, es decir, que una vez han sido aprobadas no cabe descolgarse individualmente de las mismas, como si solo fueran responsabilidad de unos ministros, pero no de otros. Aunque cada ministro tiene su parcela específica de trabajo, eso no significa que haya quien pueda desentenderse de los acuerdos adoptados, escudándose en que algunos son lejanos a su competencia. De manera que las decisiones que recaen directamente, por ejemplo, en el ministro de Trabajo, no pueden ser ajenas al ministro de Justicia, y las de éste no son indiferentes al ministro de Defensa, etc. La responsabilidad por los asuntos decididos es común a todos, tratándose de una unidad en la responsabilidad que converge, en última instancia, en el presidente del gobierno. De ahí que el impulso de una ley que tiene profundas repercusiones morales no se puede cargar solamente sobre el ministerio y el ministro que lleva tal cartera específica, sino que es solidario a todos los miembros del gabinete, comenzando en primer lugar por el presidente, que es la persona que tiene la última palabra.
A diferencia de la judicatura, donde en un tribunal se admiten votos particulares discrepantes sobre una sentencia judicial, en el ejecutivo no cabe tal posibilidad. Evidentemente hay una deliberación en todo consejo de ministros, pero una vez determinados los acuerdos a tomar, no hay votos particulares discrepantes, en el sentido de que un ministro se ponga frente a los periodistas para decir: ‘Esto es lo que mis colegas han concertado, pero yo no estoy de acuerdo con ellos y no me siento parte.’ El hecho de tener un asiento en el consejo de ministros supone, de antemano, asumir como propias las decisiones que se tomen.
Este principio de colegialidad ministerial significa que las graves resoluciones tomadas se cargarán sobre la conciencia de cada miembro del consejo, no pudiendo evadirse ninguno alegando que fue otro quien las puso sobre la mesa y otros quienes las aprobaron. Es decir, hay una solidaridad entre los integrantes de un gobierno, tanto para lo bueno como para lo malo. Por eso, leyes de profundo calado que tienen que ver sobre la vida y la muerte, sobre la identidad sexual de la persona, sobre el matrimonio y la familia, serán cuestión que ataña a todo el gobierno en conjunto que las impulsó.
Pero como un consejo de ministros es el resultado del nombramiento de quien tiene la capacidad de decidir quiénes lo compondrán, esto es, el presidente, se sigue que tal consejo será el reflejo de lo que el presidente es. Si los ministros eligieran al presidente, éste sería el reflejo de lo que son los ministros, pero como quien nombra es el presidente, hay una relación entre él y sus ministros parecida a la que hay entre causa y efecto.
Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘Si un gobernante atiende la palabra mentirosa, todos su servidores serán impíos.’ (Proverbios 29:12). Aquí se establece una relación moral entre el gobernante y sus servidores. De acuerdo a como sea el primero, así serán los segundos. El texto contempla el caso de un gobernante que está atento o pendiente de la falsedad y la mentira, no para estar prevenido y eludirla, sino para prestarle oído y hacerla suya, sacando ventaja de la misma. Si está pendiente de la palabra mentirosa, significa que su propio discurso acabará por convertirse en una mentira también, con todas las consecuencias de engaño y error asociadas. Como la mentira nunca puede ser firme, tal discurso será cambiante, de acuerdo a la conveniencia y las circunstancias, no teniendo dificultad en contradecir en un momento dado lo dicho anteriormente, ni tampoco en quebrar las promesas y palabras pronunciadas.
Pero el resultado de tal curso de conducta no acabará en el propio gobernante, sino que tendrá su continuidad en sus colaboradores más cercanos. Hay que destacar que la palabra que se ha traducido como ‘servidores’ en este tweet de Dios no es la usual que se emplea en el Antiguo Testamento para señalar a los empleados de baja categoría. La palabra hace referencia a oficiales de categoría superior, es decir, los que estaban cerca de los monarcas y potentados, como en 1 Crónicas 27:1; 28:1, algo que se acerca a lo que nosotros llamaríamos ministros.
Pues bien, si el gobernante atiende a la palabra mentirosa, sus ministros serán impíos, dice el tweet. ¿Por qué? Por dos razones. La primera, porque tal gobernante buscará personas que concuerden con él y le refuercen en su actitud; si sigue la mentira, buscará gente que vaya detrás de ella también. La segunda, porque la influencia decisiva de su actuación, acabará por proyectarse sobre los que están cerca de él.
Este tweet es esclarecedor no sólo para definir la relación existente entre quienes, cortejando la mentira, presiden y forman parte de gobiernos, sino la de aquellos que, rondándola igualmente, aspiran a presidirlos y formar parte de los mismos.
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