No entraremos en pánico, no tendremos el corazón encogido. El mensaje de la Navidad nos empodera para que seamos manos tendidas de ayuda a aquellos que nos necesitan.
Estamos llegando a final de año con regusto a las celebraciones navideñas que, aunque ya pasaron, sus ecos continúan en medio de una pandemia que afecta a todo el mundo. En algunas personas, surgen nuevos temores como lo es el miedo a que le toquen. En otras, los lógicos miedos por pertenecer a grupos de riesgo. Ahí están los ancianos en las residencias. Negruras de miedos sin fin que flotan sobre ellos y sus familiares. Para otros, miedos a las reuniones con varias personas, incluso aunque sean de la propia familia, miedo al no guardar las distancias, miedo ante las imágenes que los medios de comunicación nos muestran de las UCI, de los hospitales. Miedo a no tener sitio ni siquiera en un hospital. Muchos miedos que se quedarán pegados a infinidad de rostros de los humanos, aunque en el recuerdo esté la Navidad.
Momentos difíciles en un mundo en el que hay muchas personas que tienen sus temores, fobias. Una realidad que es fea, dura, monstruosa en algunos casos, triste en otros. No nos podemos reunir con tranquilidad, no nos podemos abrazar ni besar, no podemos acercarnos demasiado. Miedo a no saber qué nos traerá en año 2021 que está a las puertas. No sabemos si habrá una tercera ola, si se producirán mutaciones en los virus, destrucción de empresas, empobrecimiento de muchos, angustias que se pegan a nuestros rostros como fantasmas del mal. Miedos.
Incertidumbres. No sabemos, desde el punto de vista de la debilidad humana, qué va a ocurrir en estas fechas aún navideñas, no podemos predecir cómo van a ser los contagios, las muertes, la efectividad de las vacunas. Pero, quizás, el cristiano puede tener paz y situarse por encima de estos miedos, aunque cumpliendo todas las normas y consejos de los epidemiólogos y médicos. Hay un Dios que nos anunció que estuviéramos tranquilos porque en la tierra irrumpía la paz. No olvidemos este otro mensaje propio de estas fechas tan especiales: “En la tierra paz”.
Quizás muchos cristianos estén también asustados, con miedos ante un futuro incierto. La solución está en ponernos en las manos del Señor. Así, en estas fechas de final de año, con tintes aún navideños, no entraremos en pánico, no tendremos el corazón encogido. Es más, el mensaje de la Navidad, que ha resonado hace tan solo unos días, nos empodera para que seamos manos tendidas de ayuda a aquellos que nos necesitan. Quizás nosotros, con la confianza en el poder de Dios, podamos influir en la huida de los miedos en medio de estas celebraciones. Manos tendidas, pies dispuestos, corazones empoderados para ser agentes de liberación, transmisores de paz, de alegría, de justicia e igualdad de todos los hombres ante Dios. Ante el mensaje de Navidad no hay diferentes.
Hay ecos de un mensaje nuevo. Los cristianos deberíamos ser conscientes de que en nuestra historia ha irrumpido un mensaje diferente, liberador. Un mensaje de rescate que puede cambiar nuestros miedos. El mensaje es este: “No temáis, porque las noticias son de gran alegría, de gran gozo”. No sé si nuestra fe es lo necesariamente suficiente para aferrarnos a este anuncio que muestra que hay alguien que nos cuida, alguien que nos ama, alguien que asume nuestros miedos. Es el mensaje de la Navidad que nos dice algo que puede parecer extraño al mundo: “Las noticias son de alegría”. Sí. Incluso en medio del coronavirus.
Quizás nuestro mejor abrazo, nuestro más excelente beso, sea el de transmitir el calor navideño, el de estrechar lazos culturales, el de trazar líneas de justicia, el hacer que se cumpla el aserto bíblico de que la justicia y la paz se besen. Hemos celebrado la Navidad. Hemos proclamado el “Dios con nosotros”. Dios quiera que, en medio de la pandemia, podamos actuar de manera que sea un año de purificación, de limpieza, de gozo, de paz. Dios está ahí, con su mensaje navideño, para exaltar a los humildes. No temáis, sufrientes del mundo. Aferraos al mensaje que entró en la tierra con la irrupción de Jesús en el mundo. Dios entre nosotros, trayendo al mundo los valores del Reino. El mensaje de ausencia de miedo que transmitieron los pastores de Belén sigue sonando hoy, en este final de año: ¡No temáis! Las noticias, aún en tiempo de pandemia, son de alegría.
Para que haya una feliz salida del año 2020, los cristianos debemos trabajar para difundir este mensaje. Ser discípulos del Maestro, hombres y mujeres que expanden por el mundo estos valores navideños. Que tengáis todos un FELIZ FINAL DE AÑO.
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