La presencia, en el entorno de la política, del malo, que tiene por divisa hacerse con el poder para usarlo en sus malvados designios, es una amenaza a la justicia.
Se considera a Nicolás Maquiavelo (1469-1527) el expositor de la teoría moderna del gobierno humano, basada en el pragmatismo, siendo la moral un mero recurso utilitarista, dependiendo si conviene o no. Por su obra El Príncipe, donde expone su pensamiento político, el adjetivo maquiavélico ha quedado asociado con lo astuto y lo siniestro. Algunas de las frases que este autor escribió han merecido de sobra la dudosa fama asociada a su nombre, como por ejemplo «los esclavos honrados son siempre esclavos y los hombres buenos nunca salen de pobres», de lo cual se deduce que para prosperar en la vida hay que ser un sinvergüenza o de otra manera siempre serás un perdedor. No es la única frase en esa línea, como muestra la siguiente: «El que vence, sean los que sean los medios a que recurrió para vencer, jamás merece ser censurado», que indica que lo que importa, por encima de todo, son los resultados, independientemente de los medios. Y el estadista debe tener en cuenta que «cuando está en juego la salvación de la patria, debe desaparecer toda consideración de justicia o de injusticia, de piedad o de crueldad, de honor o de deshonra; fuerza es desechar todos los escrúpulos y seguir un plan que salve su vida y mantenga su libertad.» Por esa lógica es justificable cualquier atrocidad y hasta el terrorista más sanguinario se puede escudar en ella.
Pero lo que Maquiavelo propone ya otros lo manifestaron mucho antes que él, si bien no en un tratado de teoría política, pero sí con sus hechos. Piénsese, por ejemplo, en un Poncio Pilato, para quien mantener el cargo fue más importante que juzgar con rectitud. El temor de perder el puesto es lo que decidió el curso de la cruel acción de Herodes. O piénsese en un Caifás, para quien la razón de Estado fue mayor que la consideración de la identidad del Mesías. Como políticos de la escuela de Maquiavelo lo que les importaba era lo conveniente, no lo justo y verdadero.
Los seguidores de Maquiavelo no han hecho sino aumentar con el paso del tiempo, siendo el ámbito de la política el fértil terreno donde se mueven con gran comodidad. Solamente hace falta asomarse para ver lo que hay dentro y fuera de un parlamento de diputados para caer en la cuenta de la irrespirable atmósfera que es la política. Jugar con las palabras como un tramposo hace con las cartas, cambiar de criterio según sean las circunstancias, blanquear lo vil para que parezca sublime, enaltecer lo absurdo como si fuera lógico, defender a los colegas aunque estén errados, reprobar a los adversarios aunque lleven razón, presentar el fracaso propio como si fuera un logro y el logro ajeno como si fuera un fracaso, emplear una férrea vara para medir al adversario e indulgentemente excusarse a uno mismo o usar el insulto como argumento central del discurso, es lo habitual. Del mismo modo que hay pozos que desprenden gases tóxicos que son mortales, así el mundo de la política está saturado de un veneno letal. Hay una razón para ello: el ansia de poder emponzoña necesariamente su ejercicio.
Maquiavelo, como tantos antes y después que él, pensó que el estado de cosas de este mundo y de la naturaleza humana obliga a que así sea la esfera del gobierno y la política. El que busque prominentemente la verdad y la justicia será un ingenuo, porque, igual que en la selva, la astucia y la fuerza son determinantes. Hay que seguir la moral, siempre y cuando rinda resultados; de lo contrario hay que cambiarla por otra, aunque sea inmoral, que dé mejores beneficios.
Pero, pese a Maquiavelo y sus múltiples discípulos, sigue siendo verdad lo que el siguiente tweet de Dios afirma: ‘Quita las escorias de la plata y saldrá alhaja al fundidor. Aparta al impío de la presencia del rey y su trono se afirmará en justicia.’ (Proverbios 25:5). Hay una comparación que se establece entre el mundo de la orfebrería y el de la política. La plata, en su estado natural, sale mezclada con escoria, por lo cual se necesita el proceso de eliminarla, a fin de que una joya sea el resultado final. El mundo del poder está naturalmente viciado por la ambición y cuando esa ambición es un fin en sí mismo y el fin es primordial sobre todo, contaminará todo lo que toque, de ahí la necesidad de erradicarla. El trabajo de la maldad, que no es una entidad abstracta sino que está alojada en el corazón humano, es torcer la justicia. La presencia, en el entorno de la política, del malo, que tiene por divisa hacerse con el poder para usarlo en sus malvados designios, es una amenaza a la justicia. Pero su desaparición de tal entorno significa el robustecimiento de ella.
La política es el procedimiento de transformar lo que era ilegal en legal y lo que era legal en ilegal. El buen político es el que hace legal lo bueno que era ilegal y hace ilegal lo malo que era legal. El mal político es el que hace legal lo malo que era ilegal y hace ilegal lo bueno que era legal.
El principio que establece este tweet de Dios es irrenunciable, si es que política y justicia van a ir hermanadas. Y la justicia es lo único que puede rescatar a la política del abismo en el que ha caído. Una justicia que sólo puede enseñar el Juez de toda la tierra.
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