El tweet de Dios sobre la inutilidad de maquinar contra él

Entre los funcionarios destacados que desde la antigüedad han sido sobremanera estimados por los gobernantes están los consejeros, cuya función es la de asesorarles sobre las decisiones que han de tomar, tratándose de una responsabilidad política, para la cual se necesita mucha sagacidad y prudencia. Los consejos privados de los reyes estaban formados por personas de su confianza, quienes por sus facultades y capacidad habían ascendido a tal puesto. No eran elegidos por el pueblo sino por el propio monarca, quien tenía la atribución de reunir a su alrededor a quienes él decidiera. En ese sentido, las cosas no han cambiado, porque no solamente en los palacios de los reyes sino en las residencias presidenciales hay un conjunto de personas, desconocidas para la inmensa mayoría, que están cerca de los grandes mandatarios, siendo sus asesores particulares.

Como el terreno de la política es sumamente convulso -lo cual se expresa muy bien en la sátira que hizo Cervantes en Don Quijote, cuando Sancho Panza de madrugada fue súbitamente despertado por la supuesta irrupción de enemigos en la ínsula que gobernaba- la tarea de estos funcionarios se antoja vital para los que están en altos puestos de poder, dado que cuanto más alto es el árbol más fácil es que lo que hay en la copa se cimbree y se venga abajo, por los cambiantes vientos de la adversidad. Prever, adelantarse a los acontecimientos, jugar las cartas apropiadas en el momento correcto, manejar bien las propias armas, anticiparse a los adversarios y aprovecharse de las debilidades del contrario, son cualidades esenciales en un mundo de zancadillas e intrigas, donde la astucia más refinada se combina con la pasión ambiciosa de mantenerse o conquistar el poder. Se necesitan grandes dosis de cautela, por un lado, y audacia, por otro, para poder moverse airosamente en tales esferas. ¿Y quién sabe cuándo es necesario ejercer cautela y cuándo desplegar audacia? Porque pudiera suceder que la cautela esté fuera de lugar, en un momento dado, y lo que se necesita es audacia y viceversa. ¡Qué arduo esfuerzo exige y cuántos quebraderos de cabeza causa la ambición de poder!

Por ello no es extraño que haya mandatarios que echen mano no solamente de asesores políticos corrientes, sino también de otro tipo de excéntricos y siniestros personajes, porque lo que importa, por encima de todo, es no dar ningún paso en falso e inducir a los adversarios a que lo hagan. Conjurar el daño propio e invocar el ajeno son las especiales tareas encargadas a tales personajes. ¿De dónde vendrá el peligro, cuándo surgirá alguna maquiavélica maquinación, quién encabezará una hipotética conspiración? La prosperidad y estabilidad son bien pasajeras, pudiendo quedar trastocadas por algún aciago e imprevisto golpe que se las lleva por delante. La Rueda de la Fortuna era la explicación pagana que había en la Edad Media para entender los cambios a nivel individual y colectivo, en un mundo sujeto a vaivenes.

Pero aunque todo en este mundo parece estar sujeto a merced de misteriosas maniobras y de oscuras confabulaciones, qué descanso es saber que hay alguien que está por encima de todo eso; qué reposo supone entender que hay un trono, un centro de poder, contra el cual se estrellan todas las maquinaciones. Se han intentado y se intentan todas las alianzas posibles e imaginables para asediarlo y destruirlo. Hasta ha habido momentos en los que sus enemigos han cantado victoria, al parecerles que habían conseguido su objetivo. Nuestro tiempo es uno de esos momentos, cuando los entendidos y los expertos se han lanzado en un furibundo ataque para darle el golpe final.

Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘No hay sabiduría, ni inteligencia, ni consejo, contra el Señor.’ (Proverbios 21:30). La expresión ‘contra el Señor’ también se puede traducir ‘ante el Señor’. Es decir, por un lado todo intento de ejercer esas facultades contra Dios está condenado al fracaso, porque se estrellan contra quien es la Sabiduría, la Inteligencia y el Consejo; por otro lado, esas facultades humanas cuando son puestas ante él, esto es, comparadas con él, se muestran en su insignificancia e inutilidad. 

El libro de Daniel muestra de manera fehaciente que toda la sabiduría de los caldeos, asesores de los monarcas de aquel gran imperio, en realidad era pura ignorancia, al desconocer totalmente los propósitos del Altísimo, acerca del reino y del rey que él establecerá. Esos sabios, pero ignorantes, caldeos, tienen su continuidad en los entendidos actuales, que están cerca de los potentados de ahora, que pretendiendo conocer, en realidad no saben nada de lo que verdaderamente hay que saber.

No tengas miedo de lo que los maquinadores fraguan en lo más profundo de su interior, pensando que sus astutos planes prevalecerán. Son otros los planes que van a prevalecer. Los que están preparados desde antes de la existencia del tiempo y por lo tanto no pertenecen a la categoría de contingencias sujetas a los vaivenes del tiempo.