¿Cuál será el método para que se conozca el valor de las personas? Dios es el probador supremo para el corazón humano.
Los que trabajan los metales preciosos saben de sobra que tras extraerlos de la mina o la veta donde estuvieron enterrados, es preciso someterlos a un proceso de refinamiento, que se efectúa mediante el fuego, el cual al ser un agente combustible tiene la capacidad de eliminar todo lo que es de calidad mediocre o inferior. Cuanto más alta sea la temperatura, mayor garantía habrá de que lo resultante sea genuino. Desde la antigüedad el oro y la plata han sido refinados de esta manera, separándose la escoria y las impurezas en hornos y crisoles que estaban hechos de arcilla, que es un material simple, asequible y resistente al fuego. De hecho, este tratamiento de los metales preciosos tiene como testigo al libro de Job, uno de los más antiguos de la Biblia, que en 28:1 declara: ‘Ciertamente la plata tiene sus veneros y el oro lugar donde se refina.’
La necesidad del refinamiento de los metales preciosos cae por su propio peso, porque de no realizarse su valor de excelencia mermaría considerablemente, debido a la mezcla degradadora congénita que los acompaña. Es evidente que no es lo mismo un kilo de oro en bruto, que un kilo de oro refinado. De esta manera, el crisol o el horno se convierten en objetos ambivalentes, porque por un lado son destructores de ciertos materiales y optimizadores de otros. Así pues, el mismo instrumento que es nocivo, es beneficioso, siendo beneficioso porque es nocivo, porque su trabajo consiste en separar lo que vale de lo que no y, al hacerlo, enaltece lo que vale y lo pone en su sitio, al mismo tiempo que pone en el que le corresponde a lo que no vale. El anillo de oro que llevo puesto en mi dedo anular ha resistido íntegramente puro el paso del tiempo, porque antes de ser hecho anillo pasó por el fuego.
Pero si importante es someter a prueba a los metales para que quede lo valioso, ¿cuál será el método para que se conozca el valor de las personas? ¿Serán sus propias afirmaciones? ¿Serán las afirmaciones que terceros hagan? ¿O serán sus hechos, cuando las cosas van viento en popa? La pregunta valdría también para colectivos, sociedades y naciones. ¿Cómo llegar a saber si alguien tiene verdadero valor o es simplemente un bluf, o sea, un montaje sin consistencia ni esencia?
La respuesta está en el método que se sigue con la plata y el oro y por eso hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘El crisol para la plata y la hornaza para el oro; pero el Señor prueba los corazones.’ (Proverbios 17:3). Lo primero que llama la atención es el paralelismo que hay entre lo material y lo inmaterial. Lo material se prueba y refina con lo material. Lo inmaterial, mediante lo inmaterial. La plata y el oro se meten en el crisol y el horno, pero al corazón es Dios quien lo trata. Como el crisol y el horno son la prueba suprema para los metales preciosos, así Dios es el probador supremo para el corazón humano. Del mismo modo que la única manera segura de purificar al oro y la plata es el fuego, así el único medio certero de refinar el corazón es el trato de Dios. En ese trato hay tres grandes objetivos a cumplir, que son: La revelación de lo que hay en el corazón, la separación de lo precioso de lo vil y la purificación de lo precioso.
Dado que el corazón humano es una cámara repleta de engaño, simulación, doblez y apariencia, es por lo que se hace necesario, en primer lugar, echar la sonda que llega a sus profundidades, para descubrir y sacar a la superficie la escondida realidad, que no es otra que la corrupción que allí anida. Cuando el corazón así sondeado reconoce el tenebroso estado en el que se halla y que Dios le ha mostrado, es cuando se produce el primer asomo de algo precioso en su interior, porque admite la veracidad del análisis que Dios ha efectuado. Entonces se hace preciso separar eso precioso de todo lo que es vil, lo que significa que lo que anteriormente se consideraba excelente y magnífico, ahora se califica como lo que verdaderamente es, esto es, ruin y rechazable. Tras ello, comienza un largo proceso de refinamiento de lo precioso, que está, sin que el corazón se dé cuenta, adherido todavía a mucho que es perverso y maligno.
[destacate]Del fuego de la prueba sale el resultado, que puede ser escoria o una medida de inapreciable valor.[/destacate]El método que Dios usa en su trato con el corazón es la prueba, es decir, el sometimiento a las condiciones necesarias para que el corazón salga purificado. Del fuego de la prueba sale el resultado, que puede ser o escoria en su totalidad, o una medida, aunque sea pequeña, de inapreciable valor. Jamás podrá surgir algo valioso de un corazón que no ha sido sometido a prueba. Jamás se podrá saber si hay algo valioso en un corazón, si no ha pasado por la prueba.
Las pruebas son duras, por eso son pruebas, pero su efecto es de alcance imperecedero, no habiendo nada que pueda sustituirlas. Ahorrar las pruebas, en aras de evitar el sufrimiento, sería dejar al corazón en su estado natural, de fingimiento y maldad, con la terrible consecuencia añadida de su perdición.
Por eso mi oración es: Gracias, Señor, por hacerme pasar por la prueba. ‘Me probará y saldré como oro.’ (Job 23:10).
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