El tweet de Dios sobre los que no entienden y los que entienden

El lenguaje es la expresión del pensamiento y ya sea hablado o puesto por escrito es reflejo de lo que hay en la mente. Por eso asistimos a un denodado intento, por parte de determinadas ideologías, para cambiar el lenguaje e inculcar uno nuevo en la población, pues de conseguirlo significaría que se estará cambiando también la forma de pensar, para que se amolde al pensamiento que tales ideologías promueven. Es decir, entre pensamiento y lenguaje hay una correlación directa.

Eso quiere decir que existe una correlación entre pensamiento perverso y lenguaje perverso, del mismo modo que existe también entre pensamiento recto y lenguaje recto. Por eso es importante atender al significado de las palabras vitales y la mejor manera de hacerlo es acudiendo a la Palabra vital.

Uno de los términos esenciales que aparecen en el Antiguo Testamento gira en torno a la noción de gobierno, que se despliega, partiendo de una raíz gramatical común, en una variedad de vocablos. De esa manera, es como se encuentra que las palabras legislación, justicia, juicio y juez están todas ellas emparentadas entre sí. Naturalmente, ese parentesco no sólo es lingüístico sino que también lo es conceptual, por lo que dichos términos no quedan aislados sino que se influyen mutuamente. Y así, la naturaleza de la legislación vendrá condicionada por la noción de justicia, la cual incidirá directamente en el juicio que se emita, todo lo cual tendrá que ver con el carácter del legislador, que en el Antiguo Testamento era tanto gobernante como juez. Es decir, no es posible separar la ley de la justicia, ni a ésta del legislador. Si el legislador es malo, mala será la ley, mala la justicia y mala la sentencia. Y viceversa, si el legislador es recto, la ley también lo será, así como la justicia y la sentencia.

Como la base del derecho actual está basada en última instancia en la naturaleza humana, en los llamados ‘derechos naturales’, es por lo que tales derechos son susceptibles de cambio, dependiendo de la época, de la tendencia mayoritaria, del poder dominante o de intereses partidistas. De ese modo, teórica y prácticamente, se puede cambiar cualquier cosa, incluso la más intocable que se pueda imaginar, tal como estamos asistiendo en nuestro tiempo, respecto al concepto de ser humano, matrimonio y familia, con las consecuencias individuales, sociales, educativas y jurídicas resultantes. Por tanto, los ‘derechos naturales’ no son inmutables ni siempre son los mismos, sino que dependen del criterio humano, que está sujeto a fluctuaciones.

Por esta razón, hace falta una base sólida sobre la cual fundamentar cuestiones tan vitales. La Biblia no titubea sobre quién es la última fuente de autoridad, afirmando, en el momento cuando en Israel se establecen por primera vez jueces, que ‘el juicio es de Dios’ (Deuteronomio 1:17). Es decir, la fuente de donde mana la decisión judicial no es humana y por lo tanto los jueces no están a expensas de lo que el criterio humano estipula que se decida, según sea el momento; significa también que los jueces administran el juicio no en nombre de una autoridad cambiante, que hoy es y mañana no, sino de una autoridad inalterable, que garantiza la inalterabilidad de la justicia. Por ello, esos jueces debían saber que estaban investidos de una imparcialidad verdadera y total, al no haber intervención humana en la elaboración de la legislación. El juez humano no le debe la ley al legislador humano. El juez humano no decide de acuerdo a lo que ha establecido el legislador humano. Esos jueces ejercían de parte de Dios.

Pero como Juez supremo que Dios es, le asiste todo el derecho de decidir sobre sus criaturas de forma directa, sin necesidad de representantes, que son susceptibles de variación y desvío. Y aquí aparece el aspecto judicial de Dios, aspecto que sobrepasa la capacidad de comprensión del ser humano, tal como está escrito: ‘Tus juicios, [son] abismo grande.’ (Salmo 36:6). Esto es, su gobierno judicial del universo, de las naciones y de los individuos es insondable e inabarcable, por lo que la superficialidad del raciocinio humano no puede captar la profundidad, versatilidad y alcance de la grandeza de tal gobierno.

Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘Los hombres malos no entienden el juicio; mas lo que buscan al Señor entienden todas las cosas.’ (Proverbios 28:5). La primera parte del texto se refiere a los que no entienden, dando la razón de su falta de entendimiento, que es su desviación moral, de ahí que les denomine malos. Y ¿qué cosa no entienden? El juicio, es decir la noción correcta que tiene que ver con todo lo referente a gobierno, legislación, justicia y decisión judicial. Ellos tienen su propio entendimiento de tales cosas; entendimiento que está penetrado por su carácter, que es malo. Por lo tanto, no entienden, ni pueden entender, el juicio verdadero. Mucho menos, cuando ese juicio viene directamente de Dios, para lo cual ellos mismos se han descalificado totalmente.

Pero el tweet tiene una segunda parte, la que dice que hay quienes lo entienden todo. La inteligencia que tienen no es suya propia, sino que les viene en razón de su búsqueda de Dios, quien se la comunica. Esos buscadores pueden estar desprovistos de conocimiento humano, pero reciben la verdadera inteligencia, en la medida que buscan al Autor de la misma, sobrepasando a los que tienen mucha inteligencia de este mundo. Por eso hay personas sencillas que denotan un conocimiento del juicio que personas muy sofisticadas no tienen. Ayer y hoy.