El rico necio de la parábola se ha agrandado, se ha hecho un enorme gigante que guarda en sus almacenes mucho más de lo que necesita.
Mirad el mundo, ¿Qué veis? No voy a hablar de la crisis del Coronavirus, aunque es una problemática de enormes dimensiones y que necesita todavía de mucha reflexión y estudio. Hoy os hago otras preguntas para reflexionar: ¿Cómo se ha desarrollado el mundo a lo largo de los siglos? ¿No veis un desarrollo desigual? Algunos lo definen como el mundo 20/80. Es una forma de hablar, porque, a veces, no se sabe describir lo que vemos. Observa de nuevo. ¿Ves el 20? Pues ese 20 sería el porcentaje de la humanidad que poseería el 80% del Producto Mundial Bruto. Y es probable que el número veinte como indicando ese porcentaje, sea aún un número demasiado elevado.
Sigue mirando y pregúntate: ¿Cómo es posible ese desequilibrio? ¿Estamos locos? Pues, en la mayoría de los casos, percibimos ese 20% de habitantes del mundo rico con sus almacenes llenos, y nos da igual, miramos para otro lado. Es más, muchos habitantes del planeta mira a estos enriquecidos, en muchos casos con artimañas de robo ilícito, no solamente con una naturalidad que da miedo, sino con cierto sentimiento de estar viendo a gente prestigiosa, formemos o no parte de ella. En ese veinte por ciento que, quizás, se podría reducir mucho más, perturba nuestros sentidos, nos alucina y caemos en un pecado: el ver la riqueza como prestigio. No es así en los valores del Reino, en los valores bíblicos en general.
Porque, en muchos casos, no caemos en su contrapartida demoníaca, una contrapartida que es un escándalo humano al que, desde el mundo rico, no queremos mirar ni valorar. Ese escándalo humano, el mayor de nuestra humanidad, tiene esta contrapartida: El 80% de la humanidad solamente tendría acceso al 20% del Producto Mundial Bruto. ¿Lo puedes ver cuando miras al mundo? ¿Lo puedes valorar desde los valores bíblicos? Pues esto significa que el rico necio de la parábola se ha agrandado, se ha hecho un enorme gigante que guarda en sus almacenes mucho más de lo que necesita, y poco le importa el escuchar o no la frase bíblica: “Necio: esta noche vienen a pedir tu alma, y lo que has almacenado, ¿para quién será?”.
Porque sigue mirando. Observa atentamente. Mira las diferencias escandalosas de ese mundo que ves, ese escándalo humano al que, desgraciadamente, nos hemos acostumbrado. El espectáculo es éste: El 80% de la humanidad vive en pobreza en mayor o menor grado, desde los que padecen escasez, los que, realmente, están en la infra alimentación y así, hasta llegar a los pobres severos, cuya cúspide la ocupan unos mil millones de hambrientos. ¿Qué te parece el mundo que contemplas? ¿Cómo lo puedes valorar si aplicas los valores bíblicos? ¿No te escandaliza? ¿Puedes dar la espalda al grito de tantos y tantos empobrecidos? ¿No los percibes presionando nuestras fronteras? ¿No lo puedes contemplar, a veces, junto a tu puerta, junto a tu casa? ¿Cómo será el futuro? ¿Quién podrá detener el hambre?
¿Dónde vives tú? ¿Dónde vivimos nosotros? ¿Estamos en el mundo del 20% privilegiado? ¿Nos movemos, como cristianos, en medio de las sociedades de consumo, insensibles al grito de los excluidos de nuestra historia? Muchas veces, disfrutamos de todos los bienes y servicios, mientras que, si nuestras conciencias cristianas son interpeladas, las acallamos y miramos para otro lado. Ya se ha dicho que las ideas se forman en la oficina del estómago. Así, quizás el hecho de estar ahítos, nos lleva a ideas que no son precisamente las que representan los valores del Reino que irrumpen en nuestra historia con la figura de Jesús. El estar saciados pone filtros a nuestra cosmovisión del mundo y, en el fondo, acabamos viviendo como los que no tienen esperanza.
¡Qué lejos queda en nuestro mundo el concepto de projimidad que nos dejó Jesús, su enseñanza de que el amor a Dios y el amor al prójimo están en relación de semejanza, si al contemplar el mundo, al observarlo y estudiar las causas de la exclusión de tantos y tantos habitantes del planeta tierra, no nos sentimos interpelados en nuestras conciencias de forma que la vivencia de nuestra espiritualidad cristiana se adecúe más a la misericordia, cristiana, a la búsqueda de la justicia y a la práctica de una fe viva que, según la Biblia, debe actuar a través del amor! Los cristianos tenemos que estar mostrando siempre que es posible que el amor y la solidaridad, que la misericordia y la justicia, pueden llegar a reinar en la tierra. Y, si para algunos esto es una utopía, los creyentes deberíamos caminar detrás de esa utopía, ejerciendo la denuncia social a la vez que nos damos al servicio y clamamos por justicia en un mundo tan desigual.
Pues toda esta reflexión no es un buenismo, ni un humanismo que, incluso, podría llegar a ser ateo, sino que está fundamentada en los valores bíblicos que, al contrastarlos con la realidad social, dan lugar, en muchísimos casos, a ese escándalo de inadaptación de los sentimientos religiosos y de nuestros rituales cúlticos, a los valores del Reino, al concepto de projimidad que nos enseñó Jesús.
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