La Biblia tiene su propia colección de tweets, a la cual se le puede denominar los tweets de Dios.
Ahora que está tan de moda escribir tweets, es conveniente recordar la vieja verdad de que no hay nada nuevo bajo el sol. Y aunque nuestra generación se jacta de que sí ha forjado cosas nuevas, que nunca antes existieron, lo cierto es que no son sino reediciones de lo que ya hubo en otro tiempo. Hace bastantes siglos, en un momento dado cuando a los contemporáneos de aquel tiempo les parecía que había cosas nuevas que nunca antes había habido, alguien escribió lo siguiente: ‘¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido.’ (Eclesiastés 1:10). En esta declaración veo dos cosas: En primer lugar humildad, al reconocerse que no hay una superioridad de lo reciente respecto a lo pasado, y en segundo lugar discernimiento, al captarse el valor de lo que es lejano y no solamente de lo cercano.
Con los tweets nos puede pasar que pensemos que estamos ante un fenómeno totalmente nuevo en la historia de la humanidad. Y así, esos breves mensajes que ocupan como máximo 280 caracteres, o sea unos tres renglones en una hoja de DIN A4, serían una innovación absoluta.
Pero nada más lejos de la realidad; el tweet tiene una existencia de varios miles de años, habiendo culturas que los emplearon para difundir su pensamiento. Y así tenemos las colecciones de dichos breves procedentes de Mesopotamia y Egipto, en las que, de manera concisa, incluso más concisa que los 280 caracteres de nuestros tweets, se trataban cuestiones muy diversas de la vida. La idea era que el lector no necesitase estudiar una voluminosa obra para entender ciertas verdades, sino que en unas concentradas y escogidas palabras estuviera resumido un importante pensamiento.
La Biblia tiene su propia colección de tweets, a la cual se le puede denominar los tweets de Dios, porque él es el autor último de los mismos. Tienen una antigüedad de tres mil años, pero están tan frescos y son tan actuales como si hubieran sido escritos hoy mismo, pero con la diferencia respecto a los modernos de contener una profundidad, sabiduría y trascendencia, que es inigualable.
Esa colección de tweets de Dios está en el libro de Proverbios, en los capítulos 10 al 29, en los que empleando el recurso literario del paralelismo aparece ante el lector una sucesión de pensamientos sobre cuestiones vitales. El paralelismo puede ser complementario, porque la segunda idea refuerza a la primera, culminante, porque la segunda idea lleva a su plenitud a la primera y antitético, porque la segunda idea contrasta con la primera. Su actualidad sigue intacta, pues aunque en aquel entonces no hubiera naves espaciales ni Internet, los asuntos candentes de la vida continúan siendo los mismos.
Este manual de tweets de Dios, que es Proverbios, pertenece a la literatura sapiencial de la Biblia, juntamente con Eclesiastés y Job. La diferencia es que mientras Eclesiastés se pregunta sobre el para qué de la vida y Job sobre el porqué de la misma, Proverbios se pregunta sobre el cómo. Cómo hay que conducirse en ella. Es decir, cómo hay que vivir. Y otra diferencia entre Proverbios y los otros dos libros es que mientras en éstos late en ocasiones un misterio no resuelto, respecto a ciertas preguntas sobre la vida, en Proverbios no hay ningún misterio, pues se trata de dar respuestas a cuestiones prácticas, como familia, amigos, préstamos, finanzas, sexualidad, trabajo, palabras, etc., esto es, asuntos intemporales y universales. Pero esas cuestiones prácticas no están resueltas desde una perspectiva secularista, que lo reduce todo a lo útil y conveniente, sino que están resueltas desde una perspectiva superior, porque Dios es la piedra angular del universo moral y cotidiano en el que nos movemos.
Hay un tweet de Proverbios al que podríamos denominar el tweet por antonomasia, eje y centro de todos los demás, y es el que dice: ‘El principio de la sabiduría es el temor del Señor.’ (Proverbios 1:7). Quien esto escribe puede testificar que ese tweet fue el texto que Dios empleó para hablarme por vez primera, cuando en medio de mi confusión y perdición, andaba buscando la senda verdadera en la vida. Hay muchas otras personas que han sido despertadas del sopor mortífero por pasajes sobresalientes de los evangelios u otras partes del Nuevo Testamento. No parece que ese texto de 41 caracteres en español fuera a tener demasiado gancho para un joven de veinte años viviendo a mediados de la década de los setenta del siglo XX. Y sin embargo, ese tweet de Dios fue directo a mi corazón. Porque aunque yo pensaba que ser sabio era tener mucho conocimiento, información, lecturas vanguardistas, etc., ese tweet me hizo ver que yo era un necio total, porque estaba totalmente carente de lo que es la raíz y origen de la verdadera ciencia y el verdadero conocimiento, que es el temor de Dios.
Doy gracias a Dios por sus tweets, tan necesarios, tan vigentes, tan vivos, tan prácticos y tan trascendentales. Nada que ver con los tweets de los hombres. Por eso sigo acudiendo a ellos, a fin de recibir verdadera sabiduría para vivir.
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