Es conveniente observar la pobreza desde los diferentes marcos mundiales. Quizás así nos concienciaríamos más del gran escándalo que la pobreza es en el mundo.
En nuestros países de Europa, Estados Unidos y otros, no sabemos leer la pobreza. La leemos desde marcos sociopolíticos que, realmente, no coinciden con la dura realidad de la pobreza en el mundo. En los parámetros del mundo rico, la pobreza no se lee como “muerte”. Es verdad que, a veces, hablamos de los pobres en nuestras iglesias, en nuestras obras sociales. Normalmente, desde nuestros marcos culturales y económicos, los vemos como personas que se buscan la vida con indignidad, mendigando, yendo a las puertas de las iglesias, no pudiendo soportar la carestía de la vida, pero el fantasma de la muerte se aleja de ellos.
En los países consumistas, nuestros parámetros son más suaves que en aquellos países donde pobreza se asimila a muerte. Los vemos como ciudadanos que no participan del consumo y el lujo de nuestras ciudades, que comen muchos de ellos en comedores públicos, que buscan roperos y, en su caso, albergues. Muchos son los “sin techo”, desarraigados y no integrados en los sistemas sanitarios, educativos o de la familia. Los definimos como marginados, personas desfavorecidas económicamente, pero la pobreza, en otros marcos socioeconómicos y políticos, se define mucho más fácilmente, con menos palabras, con menos conceptos y menos retórica. La pobreza en el mundo, en muchos de los países empobrecidos, se define así: MUERTE, infravida, el reino del no ser.
La muerte ronda continuamente en muchos países pobres o, en su caso, empobrecidos. ¡Cuántos niños mueren en el mundo por ser pobres! ¡Cuántos adultos no llegan a envejecer por vivir en el ámbito del no ser de la pobreza! Los hambrientos del mundo acaban falleciendo muy pronto, después de desarrollar su triste vida en el no ser de la exclusión social, económica y cultural. Unos mil millones de hambrientos en el mundo, para los cuales la pobreza se define de forma rápida y con una sola palabra: Muerte.
Sí. Desde muchos marcos socioeconómicos en el mundo, la pobreza está emparentada con la muerte temprana, sea de niños o de personas que, en sufrimiento y abandono, llegan a ser adultos marcados por la guadaña de la muerte temprana que les acecha desde su nacimiento.
Muchos viven la muerte. Vivir en la infravida, es vivir muriendo. Es estar, niños y adultos, en muchos casos, sin agua potable, sin alimentos suficientes, sin medicinas, sin cuidados médicos, sin ningún tipo de preparación ni promoción social. Todo esto tiene un atractivo especial para la muerte que se adelanta con pasos agigantados, y sin ningún tipo de piedad ni de misericordia por parte de los humanos que, muchos de ellos, viven en zonas de confort, de consumo desmedido y de derroches sin límite hasta agotar a la propia tierra. Algunos viven de forma tan abundante, que llaman a la muerte para otros.
En el mundo consumista, tenemos dificultad en ver la pobreza asociada a la palabra muerte. Quizás, nuestra dificultad para apreciar la pobreza desde nuestros entornos sociales, desde los parámetros del mundo rico, sea que vemos a los pobres como carentes de muchas cosas, pero tienen asegurada la alimentación, aunque se la tengan que buscar usando formas poco dignas, las medicinas, los servicios sociosanitarios y otros, salvo que ya, por problemas psiquiátricos, desestructuración psicológica que les hagan perder todo tipo de reorientación, graves deterioros cognitivos u otras circunstancias que les limitan, pero, en general, la pobreza en nuestros entornos no se define, necesariamente, con la palabra muerte… quizás infravida.
No está mal que los cristianos nos concienciemos observando los parámetros del mundo de los hambrientos y en pobreza severa del mundo pobre. Pues sí, buscar los marcos socioeconómicos de referencia en el mundo, nos va a ayudar a conseguir un concepto integral de pobreza que no coincide siempre con el concepto de pobreza que tenemos en nuestros países. Así, pues, para poder tener una idea integral de la pobreza en el mundo y cuál debería ser el compromiso de los cristianos para que podamos coadyuvar en su eliminación o, en su caso, la reducción de la pobreza en nuestra tierra, es conveniente observar la pobreza desde los diferentes marcos mundiales. Quizás así nos concienciaríamos más del gran escándalo que la pobreza es en el mundo.
Entenderíamos mejor a los profetas y a Jesús mismo cuando habla de los pobres relacionados con lo que era su Evangelio. Podríamos ser mejores seguidores del Maestro que tanto y tanto habló de los pobres en nuestro mundo, y de como, por la avaricia y la injusticia humana, siempre los tendríamos con nosotros para que fueran un acicate para la práctica de la projimidad, de la diaconía, del servicio cristiano que emana como simple consecuencia de tener una fe viva que, de alguna manera, produce las obras de la fe, de esa fe que, como dice el apóstol Pablo, actúa por el amor.
Pues a poner en marcha nuestra fe, para que, si es posible, podamos salvar de las garras de la muerte a algunos de esos pobres del mundo que se definen con la palabra MUERTE… y a os otros que, en una condición menos extrema, también se mueven por nuestra ciudades, pueblos y regiones.
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