Quizás es que, sin reflexionar mucho sobre ello, estamos viviendo un cristianismo en el error y nuestra vivencia de la espiritualidad cristiana no se adapta a las exigencias del Maestro.
Cuando leo textos como el narrado en Mateo que nos muestra a Jesús, reunido con sus discípulos, compartiendo mesa, abiertos a la acogida de proscritos y pecadores, y ante las críticas de aquellos religiosos autoconsiderados puros que buscaban círculos de una “santidad pura”, pero excluyente de aquellos que podrían tener mala reputación, me pregunto si esto podría ser un modelo para la iglesia cristiana de todos los tiempos, incluido el aquí y el ahora que nos ha tocado vivir. El texto de Mateo nos dice: “Y aconteció que estando sentado Jesús a la mesa en la casa, he aquí que muchos publicanos y pecadores, que habían venido, se sentaron juntamente a la mesa con Jesús y sus discípulos”. (Mateo 9:9-13). ¡Tremendo!
Quizás, ante cierta desidia, aburrimiento y falta de compromiso de muchos cristianos, deberíamos buscar nuevos modelos de iglesia. Si lo dicho en el párrafo anterior pudiera ser modelo para la iglesia hoy, deberíamos pensar, más que en una iglesia intramuros en donde se reúnen los “santos”, en una iglesia acogedora, de plaza y calle, de puertas abiertas en donde, de alguna manera, los proscritos del mundo intuyeran o vieran que esa era su casa en donde iban a ser acogidos sin críticas ni desprecios de ningún tipo. En la casa de Dios, o sea, allí donde está Jesús con sus discípulos que, hoy, deberíamos ser los miembros de las congregaciones cristianas, nadie debe sentirse proscrito, sino al contrario: Es una casa de puertas abiertas para ellos, para todos. Casa que no solamente se debe restringir a un espacio concreto, sino ampliar muros y extender sus estacas.
Un problema en la iglesia, son nuestras autoconsideraciones. Eso nos llevaría a estudiar cuál debe ser la actitud de la iglesia y su manera de autoconsiderarse. A veces, podemos ser como los religiosos del tiempo de Jesús: Nos consideramos muy puros, muy dignos, muy cumplidores del ritual para que nos vengan los proscritos del mundo, pecadores y personas de mala vida, a entrar con nosotros compartiendo no sólo nuestro espacio, sino nuestra comida y nuestra vida.
Los de Jesús, son modelos de acogida que a los creyentes de hoy quizás nos cueste trabajo entender. Lo valoraríamos dentro de algunas de las “radicalidades” de Jesús que nosotros no podemos ni entender ni practicar. Quizás es que, sin reflexionar mucho sobre ello, estamos viviendo un cristianismo en el error y nuestra vivencia de la espiritualidad cristiana no se adapta a las exigencias del Maestro. ¿Quizás es que deberíamos pensar menos en que somos una iglesia santa y sin mácula y pasar a la consideración de una iglesia acogedora? ¿Podría ser la acogida, ya que Dios nos ha acogido a nosotros siendo pecadores, lo que nos santifica?
Yo no digo que desechemos la idea de iglesia santa, pero que el centrarse en ese concepto no nos aleje del concepto de projimidad que nos dejó Jesús quien nos anima a compartir mesa, espacio y vida con los proscritos de la tierra: Líneas de un nuevo modelo de iglesia, siguiendo el ejemplo del Maestro.
Quizás es que el concepto guía de modelo de iglesia, debe ser éste: La iglesia santa, la redimida por Jesús, necesariamente y sin excusa de ningún tipo debe ser una iglesia de puertas abiertas a todos y tener esa característica de ser un imán, un atractivo para los pobres de la tierra, los desclasados, los tildados de pecadores, los despreciados de la tierra. Compartir con ellos mesa, vida y espacio. Iglesia santa implica, de forma inexcusable, el concepto de iglesia acogedora.
No a la iglesia cómoda. Quizás el problema sea que nos hemos acostumbrado en nuestras iglesias a sentirnos cómodos con los hermanos, aquellos a los que integramos en nuestra vida, a los que invitamos porque ellos nos pueden invitar, a los que consideramos limpios y que no nos manchan, ni nuestra reputación, ni nuestra pureza o credibilidad. Nos sentimos demasiado cómodos para ser puertas abiertas a todos aquellos proscritos que se quieran acercar a nosotros. Perdemos así el concepto de acogida y nos quedamos con un concepto de santidad alicortado y que no se corresponde con los parámetros que nos enseñó el Maestro en cuanto a lo que era vivir una vida santa.
Iglesia amiga de pecadores y que come con ellos. ¿Nos molestaría a los cristianos de hoy que se nos dijera que somos amigos de pecadores y que comemos con ellos? ¿Atentaría esto contra el concepto de personas puras y dignas que todos tenemos en relación con Dios y con el mundo? ¿Es compatible la santidad de la Iglesia y el estar abierta para compartir y comer con los proscritos y pecadores del mundo, convertirse en un imán que, de alguna manera, les atrajera? ¿Entenderíamos las exigencias de Jesús que requiere misericordia antes que sacrificios, misericordia antes que rituales o cumplimientos religiosos?
Bueno, os dejo esto como reflexión para que no nos encerremos nosotros también, como hicieron los religiosos en tiempos de Jesús, en círculos de falsa pureza en donde Dios permanece sordo y mudo a las peticiones de los que son insolidarios y no acogedores del prójimo necesitado.
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