Por encima de todo ritual

Dios está por encima de todo. Sobre eso no hay dudas, pero en la Biblia -y esto se ve muy claramente en los profetas y en Jesús que entronca con el mensaje profético-, está el hombre. Muchas veces he dicho, y creo que es verdad, que el lugar sagrado por excelencia en la Biblia es el hombre, el prójimo, que se pone por encima del ritual. Si no, nuestro esfuerzo cúltico no vale para nada, y Dios no lo escucha.

¡Cómo nos podemos llamar cristianos si olvidamos al hermano y no estamos reconciliados con él! Escucha el mensaje bíblico: Jesús nos remite a reconciliarnos con el hermano antes de ir al templo: “Por tanto, si traes tu ofrenda delante del altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda”.  Mateo, 5:24.

Se ve la prioridad de lo humano, de la relación con el prójimo como prioritario a cualquier tipo de ritual. Por tanto, recordemos: Amor a Dios y al prójimo están en relación de semejanza. Si despreciamos al prójimo por su color, nacionalidad, raza, situación económica o situación cultural, es mejor que abandonemos el ritual y la iglesia e intentemos reconciliarnos con ese prójimo antes de volver al altar.

Por estas razones, deberíamos tener en cuenta en nuestra relación cúltica con Dios que, si no se hace justicia, si no se defiende al huérfano y a la viuda, si no se practica el bien y se restituye al agraviado, es imposible el culto y la adoración: “Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos,; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré… aprended a hacer el bien, buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda”. (Ver Isaías 1 e Isaías 58). No es posible el culto si no estamos haciendo justicia y practicando la misericordia.

Hoy no es extraño ver en Facebook, u otros sitios, mensajes o publicaciones de cristianos que muestran recelos xenófobos frente a colectivos de personas por su raza, procedencia, religión, cultura u otros que, por su necesidad, intentan cruzar nuestras fronteras. Esos deberían dejar de asistir al templo y hacer un esfuerzo en la búsqueda de la reconciliación con el prójimo.

Así Isaías defiende que, sin la práctica de la justicia y sin la ayuda a los colectivos marginados, injustamente tratados o empobrecidos, para Dios el incienso (símbolo de culto) le es abominación, el día de reposo y las asambleas no las puede sufrir, la celebración de las fiestas solemnes le son iniquidad, las aborrece su alma... 

En Isaías 58 aparece gente religiosa que desea buscar a Dios, pero Dios no responde. Dios dice: “Quieren saber mis caminos como gente que hubiera hecho justicia”. Aparecen en este capítulo personas que hacían ritos religiosos como el ayuno, genuflexiones o arrodillamientos... no valen para nada cuando no se practica el auténtico ritual que es partir el pan con los hambrientos, vestir, albergar... Fuera de estas líneas de amor y solidaridad cristiana, la relación con Dios es totalmente imposible. El culto será vano y la oración no será escuchada.

Ya en el Nuevo Testamento, la línea bíblica en los Evangelios será la misma. Jesús entronca con los profetas de una forma radical. El templo y el ritual estará condicionado a la actitud que tengamos para con el prójimo sufriente. Así, en la parábola del Fariseo y el Publicano, se ve que la entrada o la visita al templo, al fariseo no le sirve para nada, porque no estaba reconciliado con el hermano. Cometía el error fatal y condenable de atreverse a acudir al templo no estando reconciliado con el hermano, de espaldas al prójimo.

En la Biblia, la idea de sacrificio, relacionada con el culto, es relegado por Jesús que prefiere la misericordia. Esta relación cultual no tenía sentido para Jesús fuera de la práctica de la misericordia. Volvemos así a la relación tan fuerte que hay entre culto y obra social, entre sacrificio y misericordia. El cumplir con la misericordia es un condicionante previo para ofrecer a Dios un auténtico culto. “Misericordia quiero y no sacrificio”. (Mateo 9:13). ¡Qué importante es todo esto para entender el culto a Dios!

Por tanto, atención al culto, a las relaciones cultuales de adoración y a la relación con Dios. Se debe tener en cuenta al hombre, al prójimo, y todas estas relaciones cultuales deben estar precedidas y regadas por la misericordia, el amor al prójimo, la acción social y la búsqueda de la justicia. Si no, el culto carecerá de sentido. Pensemos nuestra situación y no traspasemos los atrios de la casa de Dios hasta que no estemos en orden con nuestro hermano.