En épocas de Semana Santa, mi credibilidad en la justicia humana cae por los suelos. No siempre puedo creer en la justicia de los hombres.
¿Habéis dudado alguna vez de la justicia humana? Yo, cuando llega la época de la Semana Santa, es cuando más me entran los sentimientos que me hacen dudar de la justicia de los hombres.
Nos acercamos a la Semana Santa. Todos estaremos de acuerdo en que la justicia que se aplicó a Jesús era un ejemplo de ceguera y de injusticia de los hombres. Hoy, los cristianos no podemos entender el hecho de que a Jesús se le acusase de blasfemo y de sedición por mostrar aspectos de su divinidad, de su ser Hijo de Dios. ¿No es como para dudar de la justicia humana?
Error incluso en un acto democrático. La justicia del hombre, ante un acto democrático como era dejar elegir al pueblo entre Jesús, autor de la vida, y Barrabás, un ladrón y malhechor, se equivocó, no acertó en su conclusión. Aplicaron mal el concepto de justicia.
Fallos, errores humanos. Era la justicia humana que erraba y de la cual ha quedado suficiente testimonio en los Evangelios. No. En épocas de Semana Santa, mi credibilidad en la justicia humana cae por los suelos. No siempre puedo creer en la justicia de los hombres.
La justicia con puños levantados no es justicia. Hay situaciones inmisericordes, injustas, de puños levantados amenazantes y espadas que todavía hoy, siguen abriendo los costados de muchas personas. No. No siempre puedo creer en la justicia humana.
¿Siguen existiendo estos errores hoy en el mundo? ¿Sigue Jesús sufriendo como el crucificado ante las situaciones de injusticia en la tierra hoy? ¿Se está, de alguna manera y en muchas ocasiones, reactualizando su crucifixión, su pasión, su corona de espinas, sus escupitajos y burlas? ¿Tropieza el hombre siempre en las mismas piedras?
Ante estas preguntas y situaciones debemos mirar a lo alto. Sí. Yo, en estos casos, miro al cielo como implorando una justicia misericordiosa como la que aplicó Jesús en muchas situaciones en donde reinaba la injusticia humana. Necesitamos en el mundo una justicia hecha e impartida por aquellos que han sido perdonados y transformados por el Espíritu de Dios. ¿Estamos dispuestos a trabajar en ello, o somos, simplemente, cristianos pasivos ente la injusticia?
La injusticia humana ante el resucitado, debería remover conciencias. El juicio humano, visto desde la cruz me lleva a hacerme esta pregunta a la luz de la injusticia ante el crucificado: ¿Se está repitiendo en el mundo aquella parábola en la que se muestra la injusticia del hombre contra el hombre, la parábola de los dos deudores?
Los fallos humanos frente a la justicia, se repiten en la Biblia. Si, además, se reproducen en el mundo hoy, no puedo creer en esa justicia humana, en esa justicia que consiste en que el acreedor agarra por el cuello al deudor incluso siendo él mismo un acreedor-deudor al que se le ha perdonado mucho.
A la justicia ingrata e injusta, no se le puede llamar justicia. Tristes historias bíblicas que, vistas desde la injusticia de la cruz, me llevan a la desconfianza en la justicia humana. ¿Os pasa a vosotros lo mismo?
Por eso, cuando miro desde las injusticias de la cruz otras historias bíblicas como la de la mujer adúltera que fue apedreada, me cuesta trabajo creer en las justicias humanas. ¡Cuidado! El grito por una justicia inmisericorde y ciega, se puede trasformar de nuevo en el grito injusto ante Jesús: ¡Crucifícale!
Ellos, los que estaban dispuestos a matar a una mujer a pedradas, querían aplicar una justicia que mataba, que apedreaba hasta la muerte. Jesús, viendo que la justicia del hombre es, a veces, perversa, hace volver el dedo acusador sobre ellos mismos: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”.
Sí. El hecho de la injusticia ante la cruz, de la falsa justicia humana, se repite hoy continuamente. Cuando reflexiono en los mil millones de hambrientos en el mundo, los grandes desequilibrios económicos, la corrupción como si gran parte del mundo hubiera caído en manos de ladrones, el egoísmo humano o, más cercano y quizás para muchos algo menos grave, el ver a los ancianos de España bajo el frío y la lluvia reclamando que sus pensiones no se conviertan en limosnas de hambre, no puedo creer en la justicia humana. ¡No! No siempre es fácil creer en la justicia que imparten los hombres.
Justicia humana que reproduce los sufrimientos de Jesús en la cruz, no es justicia. Una pena, un contrasentido bíblico, una repetición de la pasión de Jesús en la cruz, un repetir el grito de que, en muchas ocasiones, la justicia humana no es tal.
Justicia injusta muchas veces avalada por leyes, decretos y decisiones humanas. Tristes ideas de justicia de los hombres aunque estén sustentadas en miles de normativas de los políticos, en cientos de miles de códigos perfectos desde el punto de vista jurídico, penal o legal, pero que son inmisericordes y no pueden amar ni perdonar. Son las justicias humanas que no están atentas al sufrimiento de los hombres. Se presentan falsamente revestidas de normas justas, pero son sólo el aspecto exterior. El interior es putrefacción y nidos de gusanos.
Sin embargo, no me cabe duda de que me gustaría creer en las justicias humanas. Desearía que el hombre cambiara y aceptara nuevos valores, los valores del Reino que irrumpen en nuestra historia con la figura de Jesús, y que los cristianos deben aplicar en el mundo, un mundo de dolor que espera la mano tendida de los creyentes.
Creeré en la justicia humana cuando haya muchos que, cambiados por el poder de Dios, se consideren deudores perdonados que, a su vez tienen que perdonar. ¡Cuán importante es aquí la influencia de los cristianos! ¿Y nos vamos a quedar indiferentes y pasivos?
Que no se repita de nuevo en la justicia humana el grito de crucifícale. Se necesitan estos cambios, transformaciones, nuevos valores no sea que, en muchas ocasiones, cuando el hombre esté gritando por justicia, ese grito esté confundido y lo que haga sea estar gritando por la crucifixión de otros, de los más débiles, manteniendo las injusticias que se practicaron en torno a la cruz de Jesús que potencian los tristes recuerdos de las grandes injusticias humanas que tuvo que sufrir y presenciar al autor de la vida.
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