El festival internacional de Guanajuato ensalzó los valores del Quijote y los talentos literarios de su autor, de quien se cumplen ahora 400 años de su muerte.
Acabo de regresar de México. He coincidido allí con el 44 festival cervantino celebrado en Guanajuato, que este año ha estado dedicado a conmemorar el cuarto centenario de la muerte de Miguel de Cervantes y a exaltar su gran obra, Don Quijote de la Mancha.
Guanajuato es capital del estado del mismo nombre, situada en la vertiente de la sierra de Media Luna, en el valle también llamado Guanajuato. Su población no excede de 100.000 personas. Las minas de oro y plata asentadas en las laderas del valle, explotadas desde el siglo XVI, han enriquecido y embellecido la ciudad, que ha destacado por sus instituciones culturales.
En 1972 la delegación de cultura del Ayuntamiento de la ciudad inauguró la primera edición de un festival cervantino. Este año ha celebrado la que hace el número 44.
Los organizadores confeccionaron para 2016 un programa sin precedentes. Según el secretario de cultura general, Rafael Tovar, en la presentación que tuvo lugar en el Teatro Juárez, el programa estuvo conformado por 700 actividades realizadas por tres mil artistas. Presente el secretario de Cultura de España, José María Lasalle, apuntó en su intervención que tras la independencia de México “una parte de nosotros se quedó aquí y la necesitamos para ser nosotros plenamente”.
Del 2 al 23 de octubre el público pudo asistir a conferencias, piezas teatrales, presentaciones de libros, conciertos y actividades multidisciplinarias, todo ello encaminado a demostrar que México alberga una fuerte tradición en el legado y en la persona de Cervantes, así como en su gran novela, Don Quijote de la Mancha.
El festival, de carácter internacional, arrancó con una ceremonia en la que se ensalzaron los valores del Quijote y los talentos literarios de su autor, de quien se cumplen ahora 400 años de su muerte.
El primero en intervenir fue el escritor Jorge Volpi, director del festival. El discurso de Volpi fue de extrema originalidad. Leyó una supuesta carta a Cervantes poniéndole al corriente de la situación de México en este siglo XXI. Comentó cuánto ha cambiado México en los últimos cuatro siglos, país al que Cervantes quiso estar destinado pero que nunca llegó a pisar. Hoy, dijo Volpi, “México se marchita entre porfiados crímenes nunca castigados y la sensación de haber desaprovechado oportunidades y riquezas. Nos circunda –prosiguió-una realidad tan desasosegadamente llorosa que haría falta un caballero empeñado en enderezarla”.
Siempre dirigiéndose a Cervantes, Jorge Volpi añadió: “Acaso su merced jamás soñó con un Quijote utopía e idealista, corrupción de su imagen perpetrada por los románticos, pero sí con un Quijote que antes moría que arredrarse ante las injusticias que hoy, como entonces, campean en nuestro derredor”.
Volpi aventuró que a Cervantes le causaría placer imaginarse a Lope de Vega “retorciéndose en su tumba augusta, mientras en Guanajuato montamos su Numancia, sus ocho entremeses y sus ocho comedias a mayor gloria de su escamoteada condición de dramaturgo y que, siguiendo las enseñanzas depositadas en vuestros libros, agregaremos a ello cientos de versiones, diversiones, transposiciones, arreglos, desarreglos, traiciones y malversaciones de sus personajes”.
Aplaudida por unos y negada por otros fue la conferencia impartida por el artista Eko y la crítica de literatura Avelina Lésper con el título “El Quijote reimaginado”. Eko abrió la puerta, con toda libertad, “a imaginar la novela de Cervantes rompiendo con todo lo que se ha hecho, porque es una contradicción enorme que un libro que se tomó enormes licencias, que aportó cosas terribles, porque es terrible la crítica literaria o social que se hace, un libro erudito que alcanzó a romper con todo lo que estaba ahí, lo hayan encasillado, esclavizado y sometido a una sola versión”.
Por su parte, Avelina Lésper dijo en su intervención que la de el Quijote “es una imagen inventada que tendría que abrir las puertas a muchas interpretaciones, como sucede con la novela misma, que ha suscitado miles de interpretaciones distintas; pero la imagen del Quijote se ha mantenido fija, como el hombre escuálido con barba, y ya no digamos el teatro, que esa si es grotesca”. Añadió la especialista en crítica literaria que desde su perspectiva “se ha dado una lectura superficial de la obra de Cervantes, a lo que se podría sumar el hecho de que el personaje ha impactado tanto, que la gente se sintió influida como con las religiones”: “es intocable, no se me mueva de ahí”.
Esta especialista en literatura clásica prosiguió desarrollando la idea anterior: “Voy a hacer un paralelo a partir de una narración descriptiva: nadie vio el rostro de Cristo y es inalterable en la representación. Sucedió una cosa similar con el Quijote, porque la descripción que hace Cervantes es escueta, sólo da dos o tres pinceladas, rasgos rápidos y de ahí se sigue, pero no hay una descripción detallada en la que él haya dicho “es esto y no lo otro”.
Entre los libros presentados en el festival destacó “Testigos del Cervantino”, de la periodista Leticia Sánchez Medel. El volumen reúne cuarenta entrevistas hechas a periodistas, realizadores y periodistas gráficos que en uno u otro momento dieron cobertura al festival internacional. El libro, publicado dentro de la colección “Periodismo Cultural”, reúne las experiencias, las anécdotas y las críticas constructivas de la evolución que ha tenido la fiesta cervantina a lo largo de los años.
Alfredo Campos Villeda, director del diario “Milenio”, uno de mis preferidos cuando estoy en México, dijo que el libro de Leticia Sánchez, mujer que pelea la noticia en la calle para obtenerla y la pelea en la redacción para darla a conocer, es “como ver un anuario, encontrarse con condiscípulos con los que desde hace más de veinticinco años comencé en esta labor periodística y con los que fuimos formando, porque más de la mitad de los 40 entrevistados en el libro nos hemos cruzado en las redacciones o en la cobertura de eventos”.
Apasionado del teatro desde muy joven, los días que pasé en la capital de México compré la revista “Tiempo Libre” para enterarme de la cartelera. Cuatro teatros ofrecían aquellos días obras sobre el Quijote, más que en Madrid, Barcelona o cualquiera otra ciudad de España. “El Foro de las Artes”, en la calle Río Churruca, presentaba “Barataria”, un espectáculo en el que Don Quijote se traslada a México. “Los espejos de Don Quijote” se representaba en el teatro Julio Castillo, paseo de la Reforma. La obra estaba centrada en un imaginario encuentro entre Cervantes y Shakespeare. El Foro Sor Juana Inés de la Cruz ofrecía de jueves a domingo “Quijote vencedor de sí mismo”, con importante descuento en el precio de las localidades para estudiantes, profesores y jubilados.
En estas conmemoraciones no podía faltar “El hombre de la Mancha”, la ya clásica pieza escrita por el judío-americano Dale Wasserman. Fue estrenada en Broadway, Nueva York, en 1965. Un año después, el 30 de septiembre de 1966 se presentó en el teatro La Zarzuela, de Madrid. Luis Sergi-Vela representó a Don Quijote, José Franco a Sancho y la fabulosa Nati Mistral dio imagen a Aldonza Lorenzo. En México la obra se ofreció al público en género musical en el teatro de los Insurgentes, calle Insurgentes Sur. Allí volví a escuchar la retadora frase de Don Quijote: “Con fe lo imposible soñar…”
En un mundo aciago como el que estamos viviendo es de agradecer a los organizadores del festival de Guanajuato que este año lo hayan dedicado a recordar que Miguel de Cervantes Saavedra, autor del Quijote, cuatrocientos años después de su muerte continúa asombrando e iluminando el mundo con su inmortal novela Don Quijote de la Mancha, glorioso caballero del ideal.
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