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Riquezas “honradas” que encadenan

Un auténtico discípulo de Jesús no puede alegar nunca, justificando su insolidaridad, que los muchos bienes que tienen los ha ganado honestamente, dentro de la ley y quedarse ahí sumido en su pozo de egoísmo.

DE PAR EN PAR AUTOR Juan Simarro 28 DE SEPTIEMBRE DE 2016 08:50 h

¡Cuidado! Hay cadenas de lujo que también nos pueden maniatar como si nos pusieran unas esposas policiales cuya llave ha sido lanzada al fondo del abismo para que nadie nos las pueda quitar. Éstas también pueden ser las que se derivan del enriquecimiento que se puede llamar “justo y “honrado”. Nadie nos ha dicho que la acumulación de riquezas ganadas dentro de la legalidad sea algo que la Biblia aprueba. La Biblia rechaza toda acumulación de riquezas mientras que nuestro hermano está pasando hambre. No importa si se han conseguido dentro de la legalidad humana o no.



Las riquezas “honradas” que guardamos sólo para nosotros o para nuestros hijos y que no nos lanzan a compartirlas aunque no sea con la radicalidad de Jesús que dijo: “Anda, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres y tendrás riquezas en el cielo”, liberándonos de todo peso vano e insolidario para servirle, también pesan y son cadenas que, muchas veces, impiden el seguimiento de Jesús. Cadenas que esclavizan.



Yo creo que si alguien es un auténtico discípulo de Jesús no puede alegar nunca, justificando su insolidaridad, que los muchos bienes que tienen los ha ganado honestamente, dentro de la ley y quedarse ahí sumido en su pozo de egoísmo. No. Esto es imposible para el seguimiento de Jesús y para tener la vivencia profunda de una auténtica espiritualidad cristiana. Muchos versículos estarían sonando continuamente en nuestras mentes recordándonos la necedad y el pecado de las riquezas que uno acumula para sí mismo y sus hijos. Sería como dar la espalda a los estilos de vida de Jesús y a sus prioridades.



Así, tenemos que tener cuidado de que las riquezas que podríamos ganar “justamente” y dentro de las leyes humanas no nos atrapen en las estructuras de este “sistema mundo” que ve la riqueza como prestigio y que nos pueden lanzar a adorar al dios mercado y en su caso, aún peor, al dios de las riquezas.



Muchas veces las comodidades, el peso de las riquezas que ganamos “justamente” o de manera “honrada”, hacen que nos dé cierto miedo el que estudiemos los valores bíblicos, los valores del reino, los valores que pueden poner a los últimos como primeros y que pueden considerar a la riqueza una carga para el seguimiento. Recordemos al joven rico que quería seguir a Jesús: Al final se quedó con su riqueza y con su tristeza, pues se fue triste ante el reto de Jesús.



Claro, que algunos pueden decir que, entonces, dónde están los límites de la riqueza que un creyente puede acumular. La respuesta sería que con que tengamos para vivir dignamente sin tener que acumular “casa a casa o heredad a heredad” pensando que la tierra es nuestra, sería suficiente. No gastar más de lo necesario y evitar lo superfluo siguiendo las líneas de Jesús de que “la vida no consiste en la abundancia de los bienes que se poseen”. Usar los bienes como medios y no como fines en sí mismo siendo capaces de desprendernos de todo aquellos que nos sobra a favor de los más necesitados.



¿Qué valores tenemos o a qué valores servimos? ¿Son los valores de la competitividad, del buscar beneficios sin importar a costa de qué o de quién, dejarnos encadenar por el individualismo del sistema mundo, coquetear con los valores del dios mamón, el dios de las riquezas al que no se puede servir sin dejar a un lado al Dios de la vida? El egoísmo, la superficialidad, la comodidad y el dar la espalda a las interpelaciones de las imágenes de la pobreza en el mundo, son los grilletes que se pueden pegar a nosotros lanzándonos a la esclavitud de los atrapados por las ideas de ganancia, beneficio y subida en la escalada social. Son valores antibíblicos que penetran subrepticiamente en nuestras iglesias para esclavizarnos y para seguir considerando la riqueza como prestigio.



¿O es que también los cristianos nos sentimos atraídos por los colores, los brillos y el falso prestigio del lujo? ¿O es que nosotros no sólo como los falsos prójimos damos prioridad al ritual dejando en la estacada al prójimo necesitado, sino que también damos prioridad a las ganancias “honradas y legales” de nuestro sistema mundo dejando en la estacada el amar al prójimo como a nosotros mismos o poner en práctica el mandamiento de Jesús de que el amor a Dios y al prójimo están en relación de semejanza? Si en realidad fuéramos consecuentes con estas líneas, no nos costaría ningún trabajo ser desprendidos y evitar todo lo superfluo. Capaces de compartir hasta que nos duela.



¿Es que, acaso, es más fácil en este mundo dejarse llevar por valores como la riqueza o el prestigio en lugar de ser buscadores de justicia y voceros denunciadores de toda opresión y acumulación desmedida? Para el cristiano que sigue los estilos y vida de Jesús, para aquellos que quieren ser sus seguidores y sus discípulos, la opción debería ser clara. ¿Acaso es más fácil ponerse del lado de los enriquecidos de este mundo que ponerse al lado del pobre y de los excluidos de la tierra clamando por justicia para ellos? Para el cristiano la opción de ponerse al lado del apaleado no debería tener ninguna duda.



Que no nos esclavicen las riquezas honradas, que no invirtamos o trastoquemos los valores bíblicos poniéndonos en línea con la opresión y la injusticia del mundo. Si la sal se desvaneciera, ¿con qué serán saladas las líneas solidarias del mundo? Si la luz de los creyentes la metemos en un armario, ¿quién va a alumbrar las mentes de los hombres, las mentes de los injustos? Si esa sal solidaria se desvaneciere, ¿con qué vamos a salar las exigencias bíblicas de la justicia hoy?



Si en lugar de compartir vida, hacienda y palabra, pensamos siguiendo contravalores bíblicos en ampliar nuestros almacenes y llenar lo más posible nuestras cuentas corrientes, si invertimos en propiedades sólo para nosotros, seremos la viva imagen del rico necio de la parábola que nos contó Jesús. La conclusión sería esta “¡Necio! ¿De quién será todo lo acumulado?”.



Dios quiera que todos sus seguidores sean buscadores de justicia, denunciadores de opresión, personas que comparten evitando entrar en el lujo de lo superfluo, trabajadores por reducir la pobreza de un mundo desequilibrado por las desmedidas acumulaciones de muchos. Seamos voceros de los valores del reino de Dios… y busquemos su justicia.  


 

 


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COMENTARIOS

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Respondiendo a

charly
30/09/2016
03:32 h
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Los valores del reino para el creyente es fácil verlos, pero para los que no creen, las riquezas, los lujos , las apariencias, etc. los llena porque hay un vacío interior, pero ese llenar se torna infinito porque esas cosas no llenan verdaderamente. Solo Dios puede llenar esos vacíos y con muy poco.
 



 
 
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