¿Es difícil expulsar a nuestro propio yo del centro de nuestras vidas? No es fácil, pero es algo trascendental que nos lanza a lo eterno.
Descéntrate. Para ser un buen cristiano, una persona que vive en profundidad y radicalidad la espiritualidad cristiana, nuestro yo debe quedar, de alguna manera, desplazado de la centralidad de nuestra vida y debemos poner al tú, tanto al Tú trascendente, como al tú humano, convertido en nuestro prójimo, en el centro de nuestra preocupación.
Intenta descentrar tu yo. Es verdad que si fuera así, seríamos diferentes: nuestros estilos de vida, nuestras prioridades, nuestros intereses, nuestras posesiones e, incluso, nuestra propia vida, no ocuparían el centro de las dinámicas en nuestra concepción del mundo. En el hombre que ha desplazado su yo de la centralidad de su vida, la pasión y la búsqueda pasa a posarse en Dios y en el prójimo, quedando su yo relegado a un segundo término.
Descéntrate a favor del prójimo. A veces, en nuestras iglesias proclamamos que hemos dejado el centro de nuestra vida a Dios, que hemos quitado el del centro de nuestra vida o nuestro corazón a nuestro yo egoísta, pero no hemos pensado que al poner a Dios en el centro, como ese Tú trascendente ante el cual nos rendimos, tenemos otra obligación que también nos descentra: El prójimo, especialmente el prójimo abusado, marginado, empobrecido o robado de dignidad.
Descéntrate. Da lugar al Tú trascendente y a ese otro tú humano. Al prójimo lo debemos poner también, como nuestro tú humano, junto al Tú trascendente siguiendo la regla de que el amor a Dios y el amor al prójimo están en relación de semejanza. En el fondo es hacer renuncias a nuestros bienestares para dar cabida y centro a los valores eternos y trascendentales, a la vez que nos unimos al mandamiento de projimidad que nos dejó Jesús cumpliendo con nuestros deberes de projimidad, de promoción humana del otro, de tenderle una mano liberadora de la injusticia y el abandono en el que muchos coetáneos nuestros están.
Saca al “yo” del centro de tu vida. ¿Es difícil expulsar a nuestro propio yo del centro de nuestras vidas? No es fácil, pero es algo trascendental que nos lanza a lo eterno. Es pasar del egoísmo, del uso de los pronombres posesivos “mi, mío, mis” a la entrega incondicional, a hacer renuncias sabiendo que la vida no consiste en la abundancia de los bienes que se poseen y que la felicidad está más en el dar, en el darse, que en el recibir.
No pongamos nunca nuestra propia pasión en la posesión o en las ganancias personales, no sea que con esa ganancia entremos en una gran pérdida cayendo en el vació existencial alejados de ese Tú trascendente que nos muestra sólo su silencio y, lógicamente, alejados del prójimo, del hombre que se convierte en lugar sagrado para Dios y que puede convertirse, si no nos descentramos, en lugar extraño para nosotros.
Es bonito desplazar nuestro yo del centro. Es apasionante porque nos lanza al encuentro con la vida del otro con el que podemos compartir vida, posesiones y palabra. Muchos intereses personales van a quedar desplazados a lo marginal, pero el “negocio” merece la pena. Quizás, al quitarnos del centro, nos vamos a encontrar con el otro, con ese tú humano en el que puedes captar también al Tú trascendente. Te puedes encontrar con la agradable sorpresa, de que al salirte del centro y ponerte junto al otro, puedes encontrarte a ti mismo reconciliado con el prójimo y con Dios.
No sitúes tu vida en el “yo” egoísta. A veces el problema es que pensamos solamente en tener seguridad en medio de esta vida, pero una seguridad humana que puede estar asentada sobre el yo egoísta que volvemos a colocar en el centro de nuestras dinámicas humanas y mundanas. La verdad es que dejar todos nuestros anclajes egoístas y humanos en un segundo plano no es fácil para el hombre natural que ha sido educado por valores sociales que están en contracultura con los valores del Reino.
Descéntrate con la ayuda de Dios. Incluso para quitarnos del centro y del egoísmo, necesitamos la ayuda de ese Dios que nos repite que nuestra vida no consiste en posesiones desmedidas. Basta con tener lo necesario para vivir con sencillez dejándole espacio al otro y haciendo un mundo sostenible. Para eso debe ser una realidad incuestionable el amor al prójimo como a nosotros mismos. A veces nos da algo de apuro en confiar en el aserto bíblico que dice que “el que quiere ganar su vida la perderá”, porque no vivimos para nosotros mismos. El que se quita del centro por amor a los otros, va a estar libre de egoísmos y acumulaciones necias. La liberación del otro, del prójimo apaleado, va a ser su prioridad porque se sentirá movido a misericordia y no podrá pasar de largo.
Descéntrate como ofrenda al otro. Cuando nos quitamos del centro a favor de otros, es cuando comenzamos todo un camino que, realmente, va a buscar el auténtico centro, el verdadero, el altruista, el que se da en generosidad. Es el centro que se forma cuando el Tú trascendente, el tú humano convertido en prójimo y nuestro propio yo conformamos el centro ideal, el que no margina, el que no oprime o margina, el que se va a sentir llamado a misericordia ante la desgracia del otro y va a actuar como Buen Samaritano. Sólo así nos haremos más humanos y, a su vez, más cercanos a la divinidad.
La conmemoración de la Reforma, las tensiones en torno a la interpretación bíblica de la sexualidad o el crecimiento de las iglesias en Asia o África son algunos de los temas de la década que analizamos.
Estudiamos el fenómeno de la luz partiendo de varios detalles del milagro de la vista en Marcos 8:24, en el que Jesús nos ayuda a comprender nuestra necesidad de ver la realidad claramente.
Causas del triunfo de Boris Johnson y del Brexit; y sus consecuencias para la Unión Europea y la agenda globalista. Una entrevista a César Vidal.
Analizamos las noticias más relevantes de la semana.
Algunas imágenes del primer congreso protestante sobre ministerios con la infancia y la familia, celebrado en Madrid.
Algunas fotos de la entrega del Premio Jorge Borrow 2019 y de este encuentro de referencia, celebrado el sábado en la Facultad de Filología y en el Ayuntamiento de Salamanca. Fotos de MGala.
Instantáneas del fin de semana de la Alianza Evangélica Española en Murcia, donde se desarrolló el programa con el lema ‘El poder transformador de lo pequeño’.
José era alguien de una gran lealtad, la cual demostró con su actitud y acciones.
Celebración de Navidad evangélica, desde la Iglesia Evangélica Bautista Buen Pastor, en Madrid.
Madrid acoge el min19, donde ministerios evangélicos de toda España conversan sobre los desafíos de la infancia en el mundo actual.
Las opiniones vertidas por nuestros colaboradores se realizan a nivel personal, pudiendo coincidir o no con la postura de la dirección de Protestante Digital.
Si quieres comentar o