Creo que muchos deberían pasar por la experiencia de vivir en Lavapiés para abrirse a las culturas y religiones del mundo.
Después de haber estado escribiendo artículos un tanto densos y serios como han sido los últimos, quiero dejar que mi cuerpo flote por el mar mágico y mestizo del barrio de Lavapiés en Madrid. Asumo también para esta tarea la perspectiva cristiana, la perspectiva humana, la perspectiva intercultural.
Un halo de magia flota por el entresijo de calles estrechas y empinadas que conforma este pequeño barrio. Un espacio renovado y rehabilitado desde sus propias entrañas: subsuelo, casas, calles, fachadas, plazas. Comercio saneado y comerciantes tranquilos a pesar de las leyendas negras imaginadas sobre las violencias del Lavapiés mestizo. También me dejo seducir por la diversidad de su gastronomía. Uno puede tomarse un vino turco, una cerveza india, un cuscús o entrar en buenos restaurantes de comida española o de cualquier parte del mundo.
Yo vivo bañado por esa magia ya veinticinco años. Nada menos que un cuarto de siglo envuelto en un manto de interculturalidad que me quita de encima todo vestigio de xenofobia o de miedo u odio al diferente. Quizás el “somos diferentes, somos iguales”, no habría ni que decirlo en este barrio cercano a la Puerta del Sol de la capital de España. Se da por supuesto.
Creo que muchos deberían pasar por la experiencia de vivir en Lavapiés para abrirse a las culturas y religiones del mundo. Las culturas clausas o cerradas son moribundas al igual que todos aquellos que viven enclaustrados en ellas con cierta prepotencia cultural propia de los tocados por la necedad de muchos mortales. No sé si sucederá lo mismo con las religiones. Muchas pretenden ser de las que tienen la verdad absoluta. Cuidado. Es mala la falta de humildad y de reconocimiento de los límites de las capacidades de la persona humana.
Sí, Lavapiés es un pequeño barrio, mosaico de mundos. Un barrio, pero muchos mundos que se interrelacionan dando lecciones de interculturalidad que podrían ser válidas para todos los pueblos de la tierra. Mosaico de culturas, razas, etnias, religiones y estilos de vida que conviven en total respeto. Lavapiés, barrio de todas las culturas y en donde nadie se siente extranjero… con la excepción de los momentos en que las pesquisas policiales irrumpen en este mestizo espacio desarticulando un poco la vivencia de la interculturalidad que sólo se da donde reina la paz.
Pasead por Lavapiés. Quizás escuchéis el grito que nos anuncia que vivimos un momento histórico privilegiado. Quizás escuchéis los gritos de la alegría del encuentro entre los pueblos y las naciones. Muchos, en su prepotencia necia, no se dan cuenta.
Lavapiés quizás sea el megáfono que estalla en sonidos ampliados diciéndonos que no sólo Madrid, sino que el mundo entero es mestizo, multicultural, multiétnico y multilingüe. Quizás sea la máquina parlante que nos habla de un universo en movimiento en donde ya no hay fronteras ni muros de separación. Sólo los intelectualmente ciegos permanecen ajenos a esta realidad o la viven con disgusto. Todavía hay algunos que no se unen a lo intercultural y, por tanto, no pueden experimentar la alegría del encuentro entre culturas, razas, etnias y religiones.
Permitidme esta llamada: Venid a Lavapiés, paseaos por sus calles, por sus plazas: La Corrala, Cabestreros, Lavapiés o Campillo de Manuela. El mundo te espera con su gastronomía, su música, su teatro, sus librerías y todo tipo de chiringuitos que te van a hacer vivir la interculturalidad de una forma insospechada. Quizás sea una escuela para ti y aprenderás a vivir la profundidad y la riqueza de la dimensión humana creada por Dios.
Sí. Permitidme el atrevimiento. Invito a los cristianos a sumergirse en Lavapiés, en sus tiendas, en sus bares, que paseen por sus calles totalmente rehabilitadas en donde gentes de todo el mundo conviven en paz. Quizás les pueda servir a los creyentes para desenvolverse en sus iglesias practicando también la interculturalidad dejando a un lado la impía prepotencia de raza y cultura que acaba siendo pecado y turba la dimensión del Evangelio.
Aunque algunos digan lo contrario, Lavapiés no es más inseguro que otros barrios de Madrid. Hay gentes de todos los lugares de la capital que vienen los fines de semana a este barrio, espejo de la variedad del mundo, para disfrutar de sus atractivos sin que se encuentren con conflictos de ningún tipo. Los que os dicen que Lavapiés es un barrio inseguro, es que no lo conocen. No menos seguro que la mismísima Puerta del Sol. Es uno de sus aledaños.
Tanto a los cristianos como a los que viven una vida ajena a la espiritualidad, les puede parecer una experiencia enriquecedora sumergirse en Lavapiés para saborear ese encuentro intercultural con el mundo entero. La pluralidad que se vive en Lavapiés va a ser positiva en las relaciones dentro del templo, de la iglesia en donde hay tantos hermanos provenientes de diferentes rincones del mundo. Quizás la invitación de Lavapiés sea esta: ¡Acudid al encuentro de lo humano, de lo cósmico, de lo divino! Quizás tengas una experiencia de la divinidad en la contemplación de sus criaturas. Sí, sus criaturas, todas ellas hechas a imagen y semejanza de Dios.
Un barrio mestizo, condensación de la historia humana, crisol de las culturas. Si queréis, condensación de lo humano que nos puede llevar a experimentar también una condensación de lo divino al contemplar el rostro de Dios en la diversidad de su creación. No, no es un milagro, pero hasta ahora era difícil ver un rincón del planeta con tanta historia humana condensada, un mosaico precioso dibujado por el mismo Creador. Ven a contemplarlo, no te pierdas lo que hasta ahora era imposible contemplar en nuestro país no hace más de veinte años.
Lo sé, sé que hay otros barrios interculturales en nuestra ciudad, pero os digo sinceramente que Lavapiés es algo especial y único. Un collage de rostros humanos que muestran la diversidad pidiéndonos respeto y rogándonos que desechemos el miedo a la diferencia, el recelo ante el diferente. Sí, ya lo sé que se ha repetido mucho: “Somos diferentes, somos iguales”. Quizás en el fondo sea una de las esencias bíblicas. Dios reflejado en las caras, en las imágenes, en los rostros y en los ojos de tantas criaturas que conforman la diversidad del universo.
¿Forma Lavapiés parte del multiforme rostro de Dios? ¿Es que, acaso, no tenemos los cristianos que posibilitar la interrelación de todas estas culturas y de todas estas relaciones humanas? ¿Es que, acaso, el cristianismo no debe ser acogedor y amar en su prójimo la diversidad de la creación? ¿Es que, acaso, no está llamado el cristianismo a convivir y reconocer toda la diversidad rompiendo lo uniforme y prepotente? Dos palabras: respeto e igualdad. Si no vivimos en apertura hacia lo humano, difícilmente vamos a poder cumplir con nuestros deberes de projimidad. Difícilmente vamos a tener apertura a lo divino. Sólo la apertura hacia lo humano en su complejidad y diversidad nos puede proyectar hacia la apertura a lo trascendente. Si aún no eres capaz de valorar positivamente este fenómeno, quizás deberías replantearte la vivencia de tu fe… pero paséate primero por Lavapiés.
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