La acción social tiene su lugar en la teología, y la teología tiene que buscar su lugar en lo social.
Después de treinta años de mi vida dedicada al trabajo social en una ONG, Misión Evangélica Urbana que yo mismo puse en marcha, que promocioné por toda España y parte del extranjero y después de haber incidido para que surjan las Misiones Evangélicas Urbanas de España y otras ONGs, me doy cuenta que mi trabajo y mi misión no se ha dado solamente en el campo de lo social. No.
Puedo añadir algo más: Después de haber dedicado gran parte de mi vida a visitar iglesias evangélicas en todo el territorio nacional y en muchas ocasiones fuera de España, después de haber estado hablando sobre la responsabilidad cristiana ante la pobreza y la opresión, sensibilizando y haciendo un trabajo de concienciación social ante el escándalo de la pobreza en el mundo y después de haber orientado a muchísimas iglesias dentro y fuera de Madrid para que iniciaran obras sociales siguiendo el ejemplo de la Misión Evangélica Urbana de Madrid, me doy cuenta que mi misión en lo que ha tenido de social, está teñida de teología. Estoy seguro que mi función no ha sido no sólo social, sino teológica. Me he dado cuenta que la acción social tiene su lugar en la teología y que la teología tiene que buscar su lugar social ineludible.
Siempre he defendido que la acción social tiene un valor en sí, al igual que la teología. No dependen ni se subordinan la una a la otra. Si a veces hacemos subordinaciones, siempre sale perdiendo la acción social. El deseo de reducir pobreza en el mundo, el ser una mano tendida para integrar y rehabilitar a las personas que han sido empobrecidas, el concepto de projimidad y las ideas de entrega y servicio, no podemos decir que emanan de humanismos o que dependen de sensibilidades exclusivamente sociales o humanitarias. Sería como secularizar y alicortar una realidad que depende o dimana de la vivencia de la fe, de la experiencia de la espiritualidad cristiana. De ahí el entronque que debe tener la acción social con la teología, de ahí que la práctica de la projimidad en la lucha contra la pobreza, puede devenir en teología o, si se quiere, en parte esencial de la vivencia de le espiritualidad cristiana.
Por eso, la acción social, entendida como una consecuencia de la vivencia de la fe que, según el apóstol Pablo, actúa por el amor, puede entenderse como un hecho teológico que justifique la creación de tejido social evangélico. Quizás, el que nuestro tejido social evangélico sea débil y, a veces, como disimulado de tejido social secular, esté mostrando la vida espiritual raquítica en la que nos vemos en ocasiones sumergidos. De ahí los desequilibrios en la balanza que hay entre evangelización y acción social, entre el culto lleno de ritual y el pararse ante el apaleado, robado y tirado al lado del camino, de ahí nuestra dificultad a ser movidos a misericordia y a la facilidad con la que damos la espalda cuando nos sentimos interpelados por la pobreza haciéndonos sordos ante el grito de los pobres.
Mi experiencia de fe, de una fe viva, convierte a todos los hombres en mis hermanos, en mis prójimos a los cuales me debo y ante los cuales debo tener una mano tendida. Así, el servicio, el sentirse llamado a practicar la misericordia, el convertirse en agente de liberación a favor de los empobrecidos y oprimidos de la historia, deviene en un hecho teológico. No hay una auténtica teología de espaldas al compromiso y de la solidaridad con el hombre, que no busque la justicia social y la dignificación de los que han sido no solamente privados de hacienda, sino que han sido robados de dignidad.
El que se acerca, sea como voluntario o como profesional cristiano a lugar en el que se ayuda a los pobres, se da cuenta de que es por su experiencia de fe, por su entender la expresión “Padre nuestro”, lo que convierte a esas personas excluidas y lanzadas a la infravida de la pobreza y de la marginación, son mis hermanos o, desde el punto de vista estrictamente cristiano, pueden llegar a serlo, mis prójimos, hijos todos de un mismo Padre. Es cuando ese lugar, esa ONG, Asociación Evangélica o Iglesia, se convierte, de alguna manera, en lugar teológico.
Creo que para los cristianos es bueno que la acción social y el tejido social evangélico ya creado o que haya de constituirse en el futuro, se vea desde estos parámetros cristianos o teológicos. Jesús, desde estos lugares o parámetros de compromiso con los débiles, los proscritos, los pobres y desclasados de la historia, va a ser para él el lugar desde donde va a lanzar sus mensajes evangelizadores. Quizás nos quería mostrar que desde este paradigma teológico es desde donde la iglesia ha de acostumbrarse a hacer teología y labor evangelizadora. Si nos tomamos en serio estos paradigmas, o sea, la acción social como hecho teológico, quizás esto nos lleve a replantarnos o, en su caso, a cuestionarnos nuestra vivencia cristiana a la luz de la experiencia activa de una fe viva que salva no solamente para la eternidad, sino para nuestro aquí y nuestro ahora en forma de liberación y dignificación de las personas.
El pensar la acción social como hecho teológico y como imperativo necesario para la auténtica vivencia de la espiritualidad cristiana también nos ayudará a entender que somos peregrinos que no hemos de caer en el error del egoísmo ni de la acumulación de riquezas, nos ayudará a sentirnos llamados al compartir y a la entrega, a la vivencia de la projimidad, un concepto tan importante en toda la enseñanza de Jesús hasta mostrarnos y enseñarnos que el amor a Dios y al prójimo están en relación de semejanza. Otras veces he dicho y repetido que la frase de Jesús, referida a nuestra acción social en ayuda a los empobrecidos “por mí lo hicisteis”, es la que da auténtico fundamento teológico a la acción social cristiana y la convierte en un hecho teológico y parte necesaria e imprescindible de la vivencia de la espiritualidad cristiana.
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