Dios es un Dios justo que no separa la espiritualidad de la ética, de la moral y del recto comportamiento en relación con el prójimo apaleado y tirado al lado del camino.
La vivencia de la espiritualidad cristiana no se debe vivir de espaldas a los sistemas económicos, sino que interpela a todos aquellos que quieren vivir la espiritualidad basada en los dos pilares básicos que Jesús nos deja en el Evangelio: el amor a Dios y el amor al prójimo.
En la espiritualidad del Buen Samaritano que no puede pasar de largo ante el apaleado y tirado al lado del camino, late el tema económico: el tema del robo, del despojo, de puesta a disposición del otro de todos aquellos medios económicos que tenemos, incluso el interés por el seguimiento económico del caso: “Todo lo que gastes te lo pagaré cuando regrese”.
Cuando los sistemas económicos caen en la inmoralidad, despojan y empobrecen como si fueran ladrones de haciendas, se necesita de la espiritualidad evangélica siguiendo el ejemplo del samaritano: pararse movido a misericordia y comprometerse en ese tema económico del despojo, de la denuncia y de la ayuda en un seguimiento económico que involucra lo que somos y tenemos.
Es posible que muchos cristianos, a lo largo de nuestra historia, hayan pensado que lo espiritual es tan trascendente que nada tiene que ver con los avatares del robo, del despojo y del apaleamiento económico. Parece, a veces, que inmiscuirse en el plano económico es mancharse con algo mundano y material ante lo cual se debe pasar de largo si queremos vivir una auténtica vivencia de la espiritualidad cristiana. Muchos piensan que Dios poco tiene que ver con la economía: se equivocan.
Se equivocan simplemente porque Dios es un Dios justo que no separa la espiritualidad de la ética, de la moral y del recto comportamiento en relación con el prójimo apaleado y tirado al lado del camino.
Si muchos piensan que la economía debe ser algo totalmente independiente y ajena o separada de la vivencia de la espiritualidad cristiana, se equivocan. El cristiano tiene que gritar por sistemas económicos justos que eviten la marginación social, las grandes cantidades de pobres en el mundo y el hecho de que todos los hombres puedan participar dignamente de los bienes del planeta tierra como medio de vivir dignamente. El cristiano que quiere vivir una auténtica espiritualidad cristiana tiene que denunciar los sistemas económicos injustos.
Tiene que denunciar igualmente los desiguales repartos de los bienes que Dios ha dado para todos, las acumulaciones desmedidas y los estilos de vida consumistas que desequilibran el fiel de la balanza cayendo en las injusticias.
La economía no sólo que no puede ser independiente, sino ni siquiera debe ser amoral. Cuando esto se afirma y se practica, hay que tener en cuenta que entre la amoralidad y la inmoralidad en el tema económico sólo hay una delgada frontera muy fácil de cruzar.
La economía no debe ser solamente la ciencia que busca los mayores y más grandes beneficios sin contrapartidas de nadie. Para el cristiano, de por medio, está siempre el prójimo que no debe ser expoliado ni despojado, pero tampoco olvidado y dejado en los márgenes del camino. La moral, la ética, la espiritualidad, la teología y lo que afecta a la economía buscando siempre lo justo, deben estar siempre en relación y apoyándose mutuamente.
Cuando entro en una librería cristiana, sea católica o evangélica y veo junto a los libros que fomentan la espiritualidad cristiana libros que estudian y ven de forma crítica los sistemas económicos, los temas de la pobreza, los temas ecológicos y sociales formando parte del mismo “paquete”, me alegro. Veo una acción cristiana integral y responsable.
Hoy en día, cuando se entra en una librería de libros teológicos, de libros que están estudiando el fenómeno religioso en el mundo, no es de extrañar el encontrarse con multitud de títulos que integran conceptos económicos y pensamiento crítico en torno a estas economías ajenas al pensamiento ético. Estudios sobre la pobreza en el mundo y comentarios sobre los pueblos empobrecidos y apaleados por los sistemas económicos injustos. Quizás porque toda evangelización tiene un componente muy importante de promoción humana.
Eso es simplemente porque los seguidores de Jesús y que desean una vivencia integral de la espiritualidad cristiana ya se han dado cuenta de los compromisos del Maestro, de sus estilos de vida, de sus prioridades y de su capacidad para estar al lado de los que sufren. La espiritualidad cristiana no es ajena a la economía y es denunciadora de los sistemas económicos injustos.
Si somos honestos y reflexionamos en torno a cómo debe ser nuestra vivencia espiritual, nos daremos cuenta que la economía debe estar integrada en nuestros compromisos como creyentes, en nuestro discurso ético y en nuestro quehacer moral. Eso es porque el cristianismo mira al hombre como ser integral y los valores del Reino que irrumpen con Jesús en nuestra historia, son valores rehabilitadores, justos con una justicia misericordiosa y que, en muchos casos pone a los últimos como primeros.
Por tanto, cuando vemos las dimensiones de la pobreza en el mundo, los estragos que causan las grandes crisis como la que estamos pasando, cuando vemos que muchos se enriquecen justo en medio de estas crisis destructivas que dejan a tantos en el seno de las nuevas pobrezas y cuando vemos que los sistemas injustos son esclavos del dios Mamón que se olvida de los empobrecidos, nos damos cuenta que no puede ser de otra manera, que la iglesia debe de integrar la crítica a los sistemas económicos injustos, no aprobar los desmanes del dios mercado, y denunciar los enriquecimientos injustos. La teología cristocéntrica y la auténtica e integral vivencia de la espiritualidad cristiana es compatible con la búsqueda de una economía justa que elimine esas grandes bolsas de pobreza que afectan a más de media humanidad.
Todo esto también es porque Jesús fue humano, muy humano, nada de lo que le ocurre al hombre le es ajeno y, además, como experto en sufrimiento, sufre con el que sufre.
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