El Señor siempre viene en nuestra ayuda y nos lanza un mensaje de apoyo: “No temáis”.
Estamos en un mundo lleno de miedos diferentes, miedos debidos a diversas causas, sea cuando nos sentimos inmersos en situaciones de crisis que afectan nuestra vida y parece que nos quieren desgarrar y dejarnos tirados al lado del camino, situaciones de enfermedad, de paro prolongado o de soledad. Son miedos comprensibles, pero lo extraño es que también tenemos miedo, a veces, a la mano salvadora que se acerca a nosotros quizás porque nos inunda de un resplandor especial que a veces no entendemos.
Pensemos por ejemplo en los discípulos cuando estaban a la deriva en medio de un mar azotado por las olas y por los vientos y a punto de naufragar. Jesús se les acerca andando en medio de las aguas, de las olas y las ondas del mar. Ellos, en su zozobra, en lugar de reconocer al Maestro, a la mano de ayuda que se les acercaba, pensaron que era fantasma y tuvieron temor.
También los pastores tuvieron temor en Navidad, esa Navidad que idealizamos, pues solemos idealizar todos los eventos navideños. A nosotros, el resplandor de las huestes celestiales nos parece maravilloso, el halo de luz que cercaba a los ángeles que se acercan a aquellos sencillos pastores para darles el mayor mensaje que el hombre haya recibido jamás en la tierra. Sin embargo, ellos tuvieron miedo de ese resplandor celeste que no sabían o no podían identificar. Un espectáculo dramático que les sobrecogió. Lo que nosotros hoy, pasado el tiempo y con conocimiento de la historia, idealizamos en grado sumo, para los pastores debió ser algo que les dejó llenos de pavor y de sorpresa fuera de lo normal. Se vieron rodeados de la gloria del Señor, rodeados de un gran resplandor. Dice el Evangelista Lucas que tuvieron gran temor.
Sea como sea, el caso es que muchas veces se nos acerca la mano de ayuda, el que nos puede liberar de toda zozobra, de todo temor y miedo y, sin embargo nos confundimos y lo que hacemos es aumentar nuestro miedo. A veces nos da miedo la irrupción de los totalmente desconocido, lo totalmente otro, la irrupción del más allá en nuestras vidas. Y podemos caer en la tragedia de unir nuestros miedos sociales o por efectos de las crisis que nos afectan, a los miedos a la figura divina que viene a salvarnos.
Quizás sea porque, en medio de las crisis y de nuestras penas, el Señor se puede acercar con otro tipo de luz que debemos saber distinguir para no tener miedo y llegar al júbilo del acercamiento de un Redentor. Tenemos que aprender a identificar la luz de lo trascendente en nuestras vidas para ahuyentar los miedos que nos acosan. Luz que en nada se asemeja a la luz lunar, ni al resplandor de la luz de la hoguera, ni a la luz de nuestras bombillas, ni a la luz del relámpago. Era una luz diferente que superaría en mucho a la luz del sol. Así, en medio de nuestra noches oscuras cuando el sufrimiento agobia puede irrumpir en nuestras vidas la luz de lo totalmente otro, el resplandor del Tú trascendente a través de sus ángeles que nos puede llevar a la tragedia humana de no entenderlo o no quererlo recibir en nuestras vidas. Tendremos miedo, mucho miedo, si no sabemos identificarlo, si no podemos conocerlo.
Lo que pasa es que el Señor siempre viene en nuestra ayuda y nos lanza un mensaje de apoyo: “No temáis”. Mi luz comporta unas “nuevas de gran gozo”. El mensaje del Dios que se acerca a nosotros es Evangelio, o sea, buena noticia que será “para todo el pueblo”.
Sería una tragedia el que sumásemos al miedo a tantas adversidades de la vida, al miedo que nos da también la presencia de lo trascendente en nosotros. No tenemos que tener miedo al resplandor del Dios que se acerca, sino que hemos de familiarizarnos con él y que se haga nuestra gozosa compañía. El resplandor con el que Dios se acerca a través de sus ángeles, como ocurrió en la primera Navidad, debe tener como resultado el echar fuera todo temor.
Si tememos al hecho de que Dios irrumpa en nuestra vida, la Buena Noticia no podrá abrazarte como la madre abraza a su hijo. Tenemos que superar el miedo del excesivo resplandor de Dios en nuestras vidas y abrir nuestros oídos al sonido de la voz de Dios, aunque este sonido comporte un resplandor especial.
¿Tiene miedo el hombre de hoy a dejar que en su vida irrumpa la luz y el resplandor del Evangelio? ¿Tiene miedo a que esta luz deje vivibles todas sus imperfecciones y todo su saldo negativo? ¿Tiene el hombre de hoy miedo a que esa luz cambie todos sus valores, prioridades y estilos de vida, muchas veces consumistas y basados en valores en contracultura con el Evangelio?
Haz que esos miedos desaparezcan de tu vida y que este resplandor vaya trabajando para que nos dejemos moldear todos por el Dios de la vida aunque tengamos que cambiar de sentido y comenzar otras sendas más estrechas según los parámetros del hombre de hoy, más incómodas y que no se conforman a este mundo y sus valores. Esas sendas estrechas que conducen a la vida serán las que te darán luz, un resplandor que llenarán de alegría tu vida y que te convertirá en las manos y los pies del Señor en medio de un mundo de dolor.
Lo contrario de las voces ¡miedo, miedo! que conforman el mundo, serían las voces ¡Evangelio, Evangelio! que son la gran noticia para el hombre, la buena noticia jamás oída y que si le hacemos caso y nos dejamos guiar por ella aunque nos inunden todos los resplandores celestiales, jamás vamos a vivir en el temor, sean cuales sean las crisis de nuestras vidas, los azotes con que el propio Satanás quiera golpearnos. Todo esto será así porque las nuevas que nos traen son de gran gozo que será para todo el pueblo que se deje iluminar por el resplandor de la luz de Dios. Que sea así en estas fechas todavía navideñas.
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