Voluntario: Grita por justicia

La mayoría de los voluntarios buscan hacer labores asistenciales en la obra social evangélica. Un cauce perfecto de acción. Sin embargo quería hacer algunas reflexiones porque yo mismo he dicho muchas veces que no sólo hemos de hablar de asistencialismo en nuestras iglesias ni limitarnos a él, sino que hemos de trascender todo asistencialismo u obra social basada en dar alimentos, ropa y otros, para pasar a la búsqueda de la justicia en el mundo. 

¿Me habré equivocado al querer trascender el asistencialismo para enfatizar la búsqueda de la justicia como más importante o sublime? ¿Nos equivocamos cuando pensamos que menos misericordia y más justicia? ¿Estamos errando? La respuesta sería que es posible que sí, que estemos errando desde el punto de vista que aquellos, movidos a misericordia, entran en la acción asistencial directa a los empobrecidos del sistema y a los que sufren, pero si es una auténtica misericordia bañada por el amor cristiano hacia el prójimo, el final va a ir siempre al mismo objetivo: clamar por justicia, buscarla y trabajar por ella sin dejar de hacer asistencialismo. Ambas cosas deben ser simultaneadas.

En nuestra España muchos hablan de la caridad, de las obras de la caridad. Incluso en un pasado cercano casi se ridiculizaba hablando de las señoritas de la caridad como si fuera algo vano, pero la verdad es que la caridad bien entendida como vía de mostrar el amor al prójimo, debe ser un camino que, casi sin buscarlo o pensarlo, nos va a conducir a la búsqueda de la justicia, a hacer justicia, a gritar al mundo que se necesita una justicia social y redistributiva que elimine la pobreza o, al menos, que la reduzca a mínimos que haga de ella algo casi imperceptible. Así, es de esperar que el voluntario en tareas asistenciales, sin dejar de hacerlas, progrese hacia la búsqueda de la justicia como si fueran dos caras de la misma realidad.

Por eso, a veces, nuestras críticas al asistencialismo, a las obras de misericordia como si fueran algo que, incluso, pueden potenciar la pobreza, habría que analizarlas y ver si lo que hay que hacer es ayudar a los voluntarios, a la gente movida a misericordia, a que encuentre los auténticos caminos y cauces para exigir justicia en el mundo. Hacer pedagogía para que los voluntarios encuentren las auténticas vías para trabajar buscando justicia o, si se quiere, luchar por el acercamiento de la justicia a los hombres, especialmente a los empobrecidos y oprimidos de la historia. Esa debería ser una labor de la iglesia, de sus pastores como forma de preparar profetas auténticos, en la figura de los voluntarios inmersos en la acción asistencial que puedan cambiar al mundo.

Por eso, nunca digáis menos acción asistencial y más búsqueda de la justicia, sino ayudad a los llamados al asistencialismo, a los voluntarios, para que puedan ir encontrando las vías de hacer que la justicia brille en el mundo. El amor en acción que se da en la práctica de la auténtica caridad o el asistencialismo cristiano, en nada tiene que desmerecer ni restar a la práctica de la justicia o su lucha a favor de ella. Se puede o se debe ser, simultáneamente, una mano tendida de ayuda y una voz que grita y clama por justicia en el mundo a favor de los desposeídos de hacienda y dignidad que viven en nuestra historia como si fueran sobrantes humanos retirados como basura a los márgenes de los caminos de nuestra historia en nuestro aquí y nuestro ahora. Ahí estaría la integralidad de la acción voluntaria.

Quizás, lo que ha ocurrido, es que hemos practicado una acción asistencial fofa e inauténtica que, a pesar de los deseos de servicio de algunos, y los voluntarios no han encontrado ni enseñanza ni motivación para desembocar en la búsqueda de la justicia y en el buscar las causas de la pobreza para entender mejor estos fenómenos sociales que hacen sufrir a sus prójimos a los que quieren ayudar con su acción voluntaria.  

No tenemos que hacer de la acción asistencial caricaturas del amor, porque la realidad es que si la hacemos dentro del compromiso de amor en acción que reclama la Biblia, casi de forma indefectible vamos a comenzar a preguntarnos por las causas de la pobreza, de las desigualdades, de las desmedidas acumulaciones y de cómo muchos llenan sus graneros despojando a otros. Si entramos en compromiso por esas vías, vamos a desembocar en el trabajo profético: la denuncia social y la búsqueda de justicia sin dejar por ello de hacer labor asistencial dando de comer y vistiendo al que lo necesite.

De todas formas, agente del voluntariado, ama a tu prójimo. Si de verdad le amas y te sientes movido a misericordia, es posible que el amor no sólo te lleve la búsqueda de justicia, sino que quizás te lleve más allá habilitándote como agente de liberación y voz profética en un mundo en el que esta voz parece haberse apagado. Nunca el amor va a estar por debajo de las exigencias de justicia. Lo que tenemos que hacer es preguntarnos si realmente amamos con la misma calidad de amor o aproximándonos lo más posible al amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones.

La acción asistencial y el amor no van a disminuir nunca las exigencias y las dimensiones de la justicia, sino que van a potenciar estas exigencias hasta convertirnos en voceros de Dios llegando a gritar como lo hicieron los profetas: a voz en cuello. Así, pues, voluntarios, no os pongáis a hacer labor asistencial sin pensar en la búsqueda de la justicia, así como tampoco os lancéis a buscar justicia si no está motivada por el amor al prójimo. El amor, la acción asistencial y la justicia se complementan y sólo las debemos separar a efectos didácticos y para entendernos.

Los voluntarios cristianos hoy necesitan valor y fuerza, las fuerzas que tienen que emanar de nuestra unión con el Dios Todopoderoso, para poder emparejar la misión diacónica que, en muchos casos, se reduce a una labor asistencial, con la búsqueda de la justicia y con ser una voz que clama para que lo justo y por una redistribución de los bienes del planeta tierra que se haga siguiendo precisamente caminos de auténtica justicia social.

Valor, fuerza, gracia y sabiduría de lo alto es lo que necesitamos tanto los creyentes en el ámbito individual como las iglesias como instituciones para que la acción asistencial y la búsqueda de la justicia sean como las dos caras de la misma y única realidad: el acercamiento del Reino de Dios a los hombres y, especialmente, a aquellos que han sido empobrecidos por sus propios congéneres a través de abusos, robos y despojos.