¿Con qué cristal miramos a Dios?

Dice el refrán español: “En este mundo señores, nada es vedad ni es mentira. Todo es según el color del cristal con que se mira”. ¿Es esto válido para nuestra relación con Dios? Los reyes de la tierra, los políticos que gobiernan los estados más poderosos del mundo dicen que Dios es su valedor y hacen guerras y violencias en el nombre de ese Dios, pero el contraste y la diferencia es que la Biblia nos muestra a Dios como el valedor de los pobres, un Dios que valedor y protector de los desvalidos. Hay que tener cuidado. ¿Es que a Dios se le ve según el cristal con que se le mira?

 

Hay una serie de contrastes entre la forma en que ven a Dios los poderosos de la tierra y la forma en que Dios ve al hombre. La forma con que Jesús vio a los pobres, a los últimos y a los marginados, nada tiene que ver con la forma con que los sistemas sociopolíticos han tratado a los hombres a lo largo de la historia.  Ha habido mucha injusticia que pone a los poderosos a años luz de los valores del Reino que nos deja Jesús. A veces parece imposible que los poderosos de este mundo, los reyes, los gobernantes y los que detentan el poder económico, tengan a Dios como su valedor. ¿Es que hay diferentes cristales con los que mirar a Dios? ¿Puede ser Dios el valedor de los injustos sólo porque tengan en sus manos la vara del poder?

Lo que está claro es que muchos acumuladores, injustos, gobernantes guerreros o sanguinarios han buscado el tener como valedor al mismo Dios de la vida, apoyados muchas veces por los sistemas culturales, sociales y políticos que se humillan ante el poder y el dinero, pero Jesús se muestra como el valedor de los pobres, de los oprimidos e injustamente tratados. ¿Cuál es el cristal auténtico por el que debemos mirar? 

Muchos han invocado a Dios como su valedor para mantener totalitarismos, para justificar un uso del poder económico que claramente es injusto. Sin embargo el Dios de la Biblia sigue siendo el defensor de huérfanos, viudas y extranjeros en dificultad, migrantes por necesidad, defensor de los perseguidos y maltratados. ¿Con qué cristal hemos, pues, de mirar a Dios?

Reyes, faraones, emperadores y otros grandes mandatarios han querido encarnar a Dios mismo siendo crueles con sus pueblos, Jesús, al igual que Jehová en el Antiguo Testamento, se vuelca hacia los débiles queriendo hacer justicia para con todos ellos. Es más: Uno de los mandamientos más grandes dados en la Biblia a través de los profetas y de otros hombres de Dios ha sido el de hacer justicia al pobre y al oprimido. ¿Con qué cristal hemos de mirar a Dios? 

Monedas.

A Dios no se le debe mirar a través del cristal de la acumulación de riquezas, del cristal que ve la riqueza como prestigio de los hombres hasta endiosarlos, del cristal del poder y de la prepotencia humana. Hay que buscar otros cristales con los que mirar a Dios. Un Dios que clama contra los opresores, los acumuladores, los que acumulan casa a casa y heredad a heredad hasta ocuparlo todo. En la Biblia hay un clamor contra los injustos aunque muchas veces éstos sean alabados por los hombres por estar adornados por el brillo de la riqueza o del poder. 

Dos cristales, dos ventanales por donde podemos mirar a Dios. Uno es la forma en que se comporta un sistema con sus gobernantes apoyados por el poder económico, político o religioso, pues muchos se revisten de santidad. El otro cristal es antagónico a éste: mirar a Dios desde el ventanal de los empobrecidos de la historia, de los sencillos, de los don nadie que viven en la humildad y dependiendo realmente de un Dios que es realmente su auténtico valedor. Muchos poderosos cogen a Dios como su valedor, pero Dios siempre vuelve su mirada y se presenta como el valedor de lo que para muchos de los poderosos es la escoria humana, los desclasados, los proscritos, los despojados de hacienda y de dignidad. 

Jesús nos muestra un gran cristal con el que podemos verle: es aquel que nos dice que lo que hacemos por los más pequeños, humildes y necesitados, se refleja en su propio rostro y en su sensibilidad, se refleja en el espejo de su vida. Mientras que los gobernantes y poderosos del mundo quieren que les miremos directamente o a través de sus grandezas, poder o dinero, Jesús quiere que le miremos a través de aquellos que nos necesitan. Por eso, aunque los gobernantes, reyes o emperadores digan que ellos ven a través de su cristal a Dios como su valedor, nosotros debemos de tener otro cristal: el del prójimo sufriente. A través de este espejo es donde se nos ofrece la posibilidad de contemplar el rostro de Dios.

Así, mientras que muchos ven bendiciones en los sistemas y estructuras económicas que se basan en la acumulación, y muchos acumuladores piensan que todo lo que han guardado es una bendición de Dios, que es Dios quien les bendice y recompensa, la Biblia condena la acumulación desmedida de bienes, condena a los necios que llenan sus graneros,  pensando sólo en la posesión. Miradme a través de otro espejo, nos diría a nosotros hoy el Señor. No te confundas de ventanal. Todo es según el color del cristal con que se mira, pero muchas veces ese cristal es proporcionado por el propio Satanás.

La ventana a través de cuyo cristal podemos ver una mesa llena de los mejores alimentos y embellecida con los mejores retoques culinarios, adornada con los más exquisitos vinos y los de más atractivo color, se transforma en un espectáculo horrible cuando esto se hace a costa del empobrecimiento de los pueblos, de la exclusión de los más débiles para que disfruten las minorías acumuladoras, sean países, ciudades, pueblos o individuos. 

Mirada / Sari Dennise (Flickr - CC BY 2.0)

Hay que mirar por ventanas más solidarias para ver el verdadero rostro de Dios. No nos confundamos de cristal, no sea que miremos a través del cristal de la mentira, de la injusticia y de la opresión con que unos hombres someten a otros. No es cierto que en este mundo nada sea verdad ni mentira, sino según el color del cristal con que se mira. Si se mira por el cristal falso, todo es falsedad y deformación de la verdad. 

Hay que aprender a mirar bien las cosas sabiendo que hay bellezas envenenadas que nada tienen que ver con las bendiciones de Dios. Son fealdades que, vistas por espejos de injusticia, parecen algo precioso, pero es falso.

Cristales sucios por el que se ven bellezas que contemplamos en el mundo a través de ventanales con cristales trucados que resultan ser en el fondo una maldición para las dos terceras partes de la humanidad y para la tierra misma como casa común de todos los hombres, hombres que tienen el mismo derecho a participar de los bienes de la tierra que no se han hecho para ninguna minoría privilegiada.

Es por eso que el cristal o el ventanal de la justicia social bíblica estará en contracultura con la lógica humana e inmisericorde del sistema, del poder político o económico, sistemas que, a veces, llegan a divinizar cuando realmente es el trono del mismo diablo. Busquemos siempre el ventanal con los cristales correctos a través de los cueles mirar al Dios de la vida, al Dios justo.