Así como ahora existe un lenguaje que es políticamente correcto (por ejemplo, el de incluir el género femenino además del masculino), también existe otro que es eclesiásticamente correcto (en el que se presuponen las cosas que se deben y no se deben decir). Sin embargo, cuando nos acercamos a ciertos lugares de la Biblia nos sorprende lo descarnado de las expresiones usadas en la comunicación con Dios. Eso no quiere decir que detrás de ese lenguaje haya una actitud desafiante o blasfema, como la que puede haber en labios de un burlador o un ateo. Todo lo contrario. Un profundo temor de Dios late detrás de cada una de esas palabras.
Algunos salmos son claros ejemplos de lo que digo, en los que el autor derrama su alma delante de Dios, exponiéndole en toda su crudeza el dolor que le abate; igual que Job, quien dirige al cielo sus clamores y preguntas que parten de un corazón atormentado, incapaz de entender lo que le está pasando. También Jeremías contiende con Dios, atrapado en la disyuntiva de una comisión que recibió de parte suya pero que no tiene eco en el corazón de su pueblo. Ni siquiera el mismo Jesús está exento de ese lenguaje crudo, dirigido a Dios en un determinado momento(2).
Eso mismo
fue lo que hizo Habacuc, cuando al interpelar a Dios le está diciendo explícitamente que no oye y que no hace nada, ante el desolador panorama que vive la nación. Y ahí es donde viene la respuesta de Dios. Una respuesta que, como veremos, es cualquier cosa menos una respuesta convencional o la que se esperaría de él. Pero vayamos por partes.
Lo primero es constatar que Dios sí está escuchando la petición de Habacuc y no solamente la escucha sino que va a intervenir. ´Haré una obra´, es lo que taxativamente le dice al profeta. Luego no se va a quedar de brazos cruzados, inerte, ante la crítica situación en la que la nación está sumida.
¿En qué consiste esa intervención que va a provocar el asombro y la incredulidad (porque esas son las reacciones que dicha intervención va a suscitar) por parte de quienes sean testigos de la misma? En el surgimiento de un instrumento por medio del cual Dios va a castigar la maldad imperante que Habacuc denuncia. Se trata de un instrumento implacable, victorioso y decisivo. Nada ni nadie le podrá hacer frente. Se trata de los caldeos, una nación cruel(3), en palabras literales.
Cuando Dios la describe no queda lugar a dudas de que se trata de una auténtica máquina de guerra, a la que toda defensa y baluarte únicamente le provocan risa. Es tal su número, y sobre todo su capacidad de destrucción, que se burla de los grandes, reyes y príncipes, que osen hacerle frente. Su paso es como el de un huracán, rápido, pero devastador. Las imágenes de animales depredadores, como el lobo, el leopardo y el águila, sirven bien para simbolizar su naturaleza voraz e insaciable. Y esa voracidad consiste en la conquista y humillación de muchos pueblos. Las coordenadas morales por las que esa nación justifica su terrible comportamiento no son las convencionales. No se somete a normas internacionales, ni hace caso de acuerdos tácitos, ni se regula por tratados o protocolos explícitos ni implícitos sobre cómo hay que comportarse con las otras naciones, ni siquiera en el caso de guerra.
Esa nación tiene su propia escala de valores y de acuerdo a la misma actúa. La justicia y la dignidad(4) las entiende a su propia manera, por lo que es en vano intentar reducirla argumentalmente a criterios compartidos globalmente. Si se habla de derechos humanos los entiende a su propio modo; si se habla de humanidad y compasión lo interpreta de acuerdo a su propio criterio y si se habla de respeto y tolerancia los evalúa según como ella misma ha definido tales cosas.
Finalmente hay algo más: Todo su poder, que le permite tales logros, lo atribuye a su dios. De lo cual se deduce que ese dios tiene que ser el más grande de todos, ya que es quien ha dado a esa nación tal capacidad de conquista. Por lo tanto, no es solamente su poderío militar el que está en auge, sino también su conjunto de creencias, incluidas las religiosas.
Pero
en toda esta descripción pormenorizada de este letal agente de destrucción hay algo fundamental a tener en cuenta. Se trata de la expresión ´yo levanto a los caldeos´(5). En otras palabras, el surgimiento y espantosa hegemonía de esa nación no se debe a un accidente de la Historia, ni a una conjunción de Júpiter y Venus en el cielo, ni tampoco a una desgraciada concatenación de circunstancias políticas y geográficas, sino a la intervención directa de Dios. Es decir, es Dios mismo quien está detrás de esa nación y no solo de forma pasiva o permisiva, sino de forma activa.
Y esta respuesta, que no es la que Habacuc esperaba, termina de romperle todos los esquemas que él tenía sobre Dios y su modo de actuar…
1) Habacuc 1:2
2) Marcos 15:34
3) Habacuc 1:6
4) Habacuc 1:7
5) Habacuc 1:6
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