Hay quienes argumentan que solamente es necesario predicar a Jesucristo presentándolo como el Salvador personal, sin mencionar la necesidad que tiene el pecador de rendirse ante Jesucristo como Señor, preocupados como están porque tal cosa signifique realizar alguna obra o mérito por parte del pecador.
Hay quienes argumentan que solamente es necesario predicar a Jesucristo presentándolo como el Salvador personal, sin mencionar la necesidad que tiene el pecador de rendirse ante Jesucristo como Señor, preocupados como están porque tal cosa signifique realizar alguna obra o mérito por parte del pecador.
Carlos H. Spurgeon relata cómo fue su conversión en una fría reunión de invierno. El texto era: “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra” (Isaías 45.22). Decía el predicador: “Joven, mira a Jesucristo. ¡Mira! ¡Mira! ¡Nada tienes que hacer, sino mirar y vivir!”. Comenta Spurgeon: "Escuché la Palabra de Dios y ese precioso texto me llevó a la cruz de Cristo".
No podemos considerar a la salvación y al señorío como una confrontación, Salvación versus Señorío. Esto es absurdo.
El pecador consciente de su pecado corre y se entrega a Cristo, recibiéndolo como su único y suficiente Salvador personal y como el Señor y Dueño de su vida.
La vida de muchas personas se parece a un barco en medio del océano que se estrellará contra las rocas, pues no saben conducirlo; el Único que sabe cómo hacerlo es Jesús.
Muchos están dispuestos a recibir a Cristo como marinero en el barco de su vida para que les limpie la cubierta, les pinte el maderamen, los bendiga, los sane, etc. Pero Jesucristo entrará al barco sólo para ser el Capitán, el Patrón, el Dueño del barco de tal vida, para conducirlo donde Él quiera y como Él quiera a puerto seguro.
Jesús predicaba el Evangelio del Reino de Dios (Mateo 4.23, 9.35, Marcos 1.14, Lucas 4.43, 8.1) y dijo que este Evangelio del Reino será predicado en todo el mundo (Mateo 24.14). La prueba de ello es que Felipe el evangelista anunciaba el Evangelio del Reino de Dios y el Nombre de Jesucristo, bautizando a hombres y mujeres (Hechos 8.12).
Escribe el apóstol Pablo bajo inspiración divina: “… no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor” (2° Corintios 4.5).
Dios tiene diversas maneras de llegar al corazón del pecador; a veces, a través de una enfermedad el pecador busca reconciliarse con Dios. Otras veces, con la sed espiritual de conocer al Señor, de ser salvo, como fue el caso de Spurgeon. Y aun otras veces, como en el caso de Hudson Taylor, que fue salvo al leer y meditar una frase que encontró en un libro en la biblioteca de su finado padre: "La Obra Consumada de Cristo".
Mientras Hudson Taylor se preguntaba a la edad de catorce años por qué la frase no decía simplemente 'obra expiatoria', la luz vino a su alma y así entendió que 'Obra Consumada' significa que ya estaba todo hecho para su Salvación. Relata él, "No había nada en el mundo que yo pudiera hacer, salvo caer de rodillas y aceptar a aquel Salvador y su salvación, a fin de alabarlo eternamente".
Luego sigue diciendo: "Recuerdo vívidamente el profundo sentimiento de solemnidad que invadió mi alma cuando, al poner sobre el altar mi persona, mi vida, mis amigos, mi todo, tuve la certeza de que mi ofrenda era aceptada. La presencia de Dios se hizo real y bendita; y recuerdo... de haberme estirado en el suelo, quedando allí tendido delante de él con un temor reverente y un gozo inefables”.
Cada experiencia individual es distinta; unos lloran por causa de ser conscientes de sus pecados; otros lloran de alegría por haber sido perdonados; aun otros se gozan por haber experimentado el perdón y otros ríen de pura alegría al saberse salvos. Pero el Evangelio es el mismo, el Salvador sigue siendo el mismo.
¿Podemos imaginarnos a los primeros cristianos negándose a dar su vida por Cristo, con la excusa de que todavía no habían hecho el Curso de Discipulado y que sólo habían recibido a Cristo como Salvador? ¡Al contrario, el hecho de morir por la causa de Jesucristo demostraba por sus frutos que realmente se habían rendido y entregado a Cristo, recibiéndole como Salvador y Señor de sus vidas!
Dice en Romanos 10.8-9: "Ésta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo”.
¿Comprobamos cómo, cerrando un ojo, sólo vemos una parte de la verdad?
No estamos viendo solamente el señorío de Cristo, no. Aceptamos sin dilaciones que Spurgeon fue salvo por mirar con fe al Señor; todos los que son salvos han debido hacer esto.
Miremos con ambos ojos y contemplemos a Saulo de Tarso que pregunta: "¿Quién eres, Señor?" Y el Señor le responde: "Yo soy Jesús" (el Salvador). Enseguida, Saulo pregunta: "Señor, ¿qué quieres que yo haga?". En el lapso de tiempo en que tuvo la visión en el camino a Damasco Jesús llegó a ser su Salvador y también su Señor.
¡Y vaya si hubo un verdadero arrepentimiento de sus pecados!
Jesús mismo (y antes también Juan el Bautista) predicó: “Arrepentíos, y creed en el Evangelio" (Marcos 1.15). Y dice el versículo anterior: "Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios". Es decir, Dios quiere, reclama, demanda reinar en las vidas de los que creen.
Ignorar esto y saltarse esta verdad sólo viendo la fe sin el arrepentimiento es predicar un evangelio incompleto y, por lo tanto, falso, que pretende hacer ingresar al cielo a quienes sólo manifiestan creer, pero no se han arrepentido de sus pecados.
Spurgeon demostró con su vida que lo que había sucedido en aquella ocasión en que miró al Salvador incluyó mucho más en esa experiencia de lo que pudo relatar.
En el Antiguo Testamento un hebreo, consciente de la picadura de la serpiente, dolido por su herida, reconociendo su pecado, arrepentido de su desobediencia, aceptando el único medio de salvación, creyendo el mensaje, miraba la serpiente de bronce puesta sobre el asta -figura de Jesucristo en la cruz- vivía y era salvo (Números 21.9).
¡Prediquemos el puro Evangelio de Jesucristo, el Evangelio del Reino de Dios completo, sin mezcla de filosofías humanas!
Marcos Andrés Nehoda – Pastor – Argentina
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