“Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio”. (2Ti 4:1-5)
El Evangelio es la maravillosa revelación de Dios a los hombres; son las palabras de Dios mismo mostrando a Jesucristo y su voluntad a todos los mortales pecadores, esto parece que lo tenemos más o menos claro, pero creo que nos estamos topando con una realidad muy triste en la vida de servicio cristiano. No me refiero a una actividad puntual o una agenda repleta de compromisos -no, nada de eso-; me refiero a nuestra entrega sin reservas y en su máxima totalidad a la causa del Salvador. Las palabras finales de este texto: “
Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio”, muestran algo poco evidente en nuestra realidad contemporánea, donde la sociedad parece marcar el rumbo de las enseñanzas bíblicas.
La cultura de la “tolerancia” y del “no ofender” se pone de moda, pulula a sus anchas por doquier, creando discapacitados espirituales que piensan (muy sinceramente muchos de ellos) que la vida
Cristocéntrica es sinónimo de vida
“cómodacéntrica” o
“benditocéntrica”, donde todo lo que pido al Creador es sólo lo mejor, y en victoria nos consideramos cuando todo sale según nuestra agenda. A Timoteo se le dijo
“… soporta las aflicciones…”, y la lucha era contra los falsos maestros que introducían en el Asia Menor sus enseñanzas falsas y retorcidas, donde este buen discípulo tenía que forjarse en la batalla diaria de hacer frente con las escrituras a todo ello. No era algo envidiable desde luego, no llamaba a la comodidad ni a la popularidad, no dejaba dividendos terrenales. Timoteo tenía una sola opción y esta era ser fiel al eterno Dios y Amo del universo. Las palabras “…
que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino…” dejan claro que su mirada (al igual que la de Pablo) era por y hacia las cosas eternas, las que valen la pena de verdad, las que agradan a nuestro Dios y Señor Jehová.
Me pregunto el porqué los predicadores populares de estos tiempos no forman verdaderos discípulos comprometidos con la causa del Salvador sin “hipotecar” la vida cristiana, sin vivir a medias, sin servir al bendito Dios por partes, por pedacitos o cuotas, pensando que ya no debo hacer tal o cual esfuerzo porque ya hemos hecho “mucho” o porque durante equis tiempo hemos hecho algo que según nosotros ha sido suficiente. Qué difícil es ver a creyentes que le ponen condiciones a nuestro Señor, que quieren las bendiciones de lo alto pero no la vida de compromiso ni las exigencias que pueden llevar hasta la misma muerte; se deleitan en presentar y vivir un evangelio “a la cultura”, “a la carta”; yo lo llamo tipo “golosina”; solamente aire y azúcar, evangelio descafeinado que no produce vidas santas y dignas.
El evangelio requiere de unas exigencias muy altas para la obediencia y la santidad, esto nos es un juego ni un compadreo donde todo vale. He conocido creyentes que me han dicho que en tal cultura el chisme o la murmuración es “cultural”, o que no se puede corregir algún pecado de un creyente porque se van de la iglesia y es preferible no decirles nada, que la Biblia no marca la pauta sino las apariencias, nos basta el domingo como la migaja de cuota que nuestro Dios exige, pero ante la necesidad vamos a Él como si de una tarjeta de crédito o un cajero automático se tratase, o lo vemos como la lámpara de Aladino que esta para cumplir nuestros caprichos y deseos egoístas, pero que se conforme con la “mensualidad” que podemos darle, que no pida más, que no me controle mi agenda ni mis planes, que me bendiga en abundancia si quiere estar en mi vida pero que no haga nada que me mueva de mi zona de comodidad, que no aumente los intereses al mejor estilo bancario hablando.
Servir al maestro es más una conveniencia que una devoción las veinticuatro horas todos los días del año sobre cualquier circunstancia y situación. La prosperidad está con los brazos abiertos embaucando a incautos con sus ofrecimientos del potencial humano o del “tú te lo mereces”. Cansado estoy ya de escuchar “tú eres un campeón” para resaltar la bondad humana. Vamos, que hemos fabricado vidas que “no necesitan el evangelio”, y de ser lo contario sería al gusto del consumidor.
Timoteo tuvo que lidiar con “…
y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas…”. ¿Qué nos impide a nosotros como líderes y como creyentes en la salvación de Jesucristo y su perdón de pecados para toda la humanidad que nos comprometamos a servirle? La Biblia sigue siendo relevante para nuestros días, nuestros problemas, nuestro país y nuestra cultura, y creo que el problema no es de ella sino de nosotros en no hacer nuestra parte.
Animémonos y seamos fortalecidos con la ayuda y guía del Espíritu Santo a
“… soportar las aflicciones…” en favor del evangelio y a favor de vidas ciento por ciento para Jesucristo. No demos “migajas” ni hagamos” recortes espirituales”. Quedémonos con las últimas palabras de este texto “…
cumple tu ministerio”. Esto debe ser una realidad presente para todos los creyentes en Cristo. No se nos olvide que somos esclavos del Amor, son sus condiciones, no las nuestras. Vivamos en santidad para agradarle, Él es Dios, amo y Señor, se lo merece, no lo defraudemos.
Jairo Mendoza – Pastor - Sevilla (España)
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